Cosas de Reyna

8 de marzo.



Juramento inicial (Fragmento)
Lisístrata: Lampito, todas las mujeres toquen esta copa y repitan después de mí: No tendré ninguna relación con mi esposo o mi amante.
Cléonica: No tendré ninguna relación con mi esposo o mi amante
Lisístrata: Aunque venga en condiciones lamentables
Cléonica: Aunque venga en condiciones lamentables. ¡Oh Lisístrata, esto me está matando!
Lisístrata: Permaneceré intocable en mi casa
Cléonica: Permaneceré intocable en mi casa
Lisístrata: Con mi más sutil seda azafranada
Cléonica: Con mi más sutil seda azafranada
Lisístrata: Y haré que me desee
Cleóniica: Y haré que me desee
Lisístrata: No me entregaré
Cléonica: No me entregaré
Lisístrata: Y si él me obliga
Cléonica: Y si él me obliga
Lisístrata: Seré tan fría como el hielo y no me moveré
Cléonica: Seré tan fría como el hielo y no me moveré
Lisístrata: ¿Todas han jurado?
Mirrina:
Todas


El anterior es un fragmento de la obra del dramaturgo griego Aristófanes que cito a manera de referencia para abordar el tema del 8 de marzo, día internacional de la Mujer. Y no es que haya claudicado en cuanto a mi aversión a esta conmemoración, (ver columna del 22 de noviembre de 2009) sino que en todo caso me pareció interesante hacer alusión a esta obra cómico-satírico-política, a propósito de la fecha.

La obra se recrea en los años que duró la guerra del Peloponeso (431-404 a. C.) donde el pueblo griego estuvo dividido y los hombres dedicados por completo a ella. Lisístrata es una recia y valiente mujer que se cansa de que su marido esté siempre en el frente de batalla. Y como sucede con las mujeres de antes y de ahora, piensa y piensa en cómo hacer para que su marido regrese a casa y se ocupe de ella como corresponde. Me refiero a la casa… primeramente. El asunto es que se plantea como unico e infalible recurso para acabar la guerra el hacer una huelga sexual con la intención de que los hombres desistan de la tal guerra, desesperados por la abstinencia de sexo. Al menos así lo urde esta mujer, que ni tarda ni perezosa convoca a todas sus congéneres de Grecia. No sin reparos deciden unirse pues anteponen los sufrimientos que las unen en razón de la guerra, a las circunstancias que pudieran dividirlas.

La obra está escrita desde la perspectiva femenina, enorme reto para el autor, por cierto. Así, las mujeres son protagonistas, únicas, insustituibles, con diversos matices donde ponen a prueba su voluntad para no caer ante el enemigo en aras de alcanzar la tan deseada paz.

Aristófanes presenta a las mujeres como luchadoras sociales, de férrea voluntad, sensibles a las cuestiones comunes, sabedoras de que quien administra una casa carece de corrupción y tiene en exceso prueba de eficiencia en sus labores.

Las mujeres se hacen presentes en todo lugar de Grecia. Menos en la cama, claro. Para que no se siga financiando más la guerra, toman la Acrópolis donde se encuentra el dinero de la ciudad. Sacarlas del lugar es el gran reto.


La humillación de los hombres es mayúscula: varones educados como guerreros que con esta acción de sus mujeres no saben cómo actuar. Mujeres educadas como madres y esposas que se unen para buscar la paz en toda Grecia. La abstinencia sexual es el recurso. La guerra deriva en un choque entre hombres y mujeres, argumentando los primeros que el amor conyugal es prioritario y que la función de ellas es quedarse en silencio, con el propósito de sacar a las féminas de la Acrópolis, mediante la fuerza. De ahí que Lisístrata pronuncia en la obra su frase memorable: Lo que aquí se necesita no son palancas, sino sentido común.

Total que la obra concluye en que los hombres deciden claudicar ya que la abstinencia los ha mermado más que la guerra misma, argumentando que no hay cosa más indomable que una mujer. La reconciliación va en un doble sentido: la sexual y la paz.

Desde luego que el personaje de Lisístrata actuó bajo determinadas circunstancias de tiempo y lugar, de ninguna manera aplicables aquellos recursos a la actualidad. Sin embargo, dado que el 8 de marzo discursos van y discursos vienen en torno a la mujer, estimo que deberíamos empezar por entendernos como seres humanos (hombres y mujeres) en pro de un proyecto presente y futuro hacia la paz social y al desarrollo sostenido que tanta falta nos hace. Carecer de un rumbo planeado y consensado es privarnos del derecho inalienable que tenemos de ser partícipes activos del cambio en materia de seguridad pública, económico, de atención a la niñez y adultos mayores, de migración, educación, salud y tantos otros rubros que siguen estando en el apartado de deudas sociales. La paradoja es que según las autoridades el mayor recurso económico se destina presupuestariamente a esos renglones, en tanto que la tasa de natalidad disminuye cada año. Entonces, ¿Cómo se explica que no disminuya la pobreza, o el índice de analfabetas o el de población sin seguridad social por ejemplo?

A lo mejor Lisístrata no andaba tan errada. ¿ Acaso sería buena idea que hoy en dia se les privara igual a los (as) políticos (as) de altos vuelos que deciden a su conveniencia los destinos de la nación, los estados y los municipios sin importarles el bien común?

Dejo a la imaginación del lector la respuesta… y las consecuencias de aquel veto en los personajes protagónicos de la política mexicana.