Cosas de Reyna

Photoshop político


¡Y sobrevivimos las campañas electorales! Ya escuchamos, presenciamos y padecimos discursos, declaraciones y arrebatos de todos los candidatos a diversos puestos de elección popular. Nos armamos de paciencia y vimos como vertiginosamente avanzaba la contaminación visual: pendones, espectaculares y demás linduras producto de la mercadotecnia política, de los dineros gastados en exceso; Rostros con sonrisas falsas, francas o grotescas. Las percepciones varían. Miradas tiernas, perdidas en lontananza, como queriendo convencer.

Aprendimos que el photoshop fue la medida que sin piedad utilizaron los candidatos. Muchos quedaron francamente irreconocibles. ¿Será eso el preludio de su desempeño? ¿Será un anticipo velado donde el discurso es uno y el ejercicio del deber otro lastimosamente distinto? Francamente algun@s cayeron en el exceso por no decir ridículo.

En los últimos meses el copete de Peña, las canas de López Obrador, los lentes de Quadri y sus rizos rebeldes así como la melodramática Josefina fue lo último que vieron cada noche mis ojos antes de dormir. Jamás les perdonaré eso. Que les valga que sea demócrata convencida pero -aclaro- no zombi-votante. Ejerceré sin duda mi derecho al voto y cruzaré el emblema escogido con mucho tiempo de anticipación.

En ese sagrado momento: ¿Sentiré acaso el sabor de la incertidumbre? ¿Estaré votando adecuadamente? ¿No me habrán hecho algún artilugio mental de esos del subconsciente donde te programan para que votes por tal o cual partido? Como sea, no aceptaré ir a desayunos gratis el día de la votación ni me acercaré a ninguna casa amiga, centro de reunión o como se llame. No correré el riesgo de que me sometan a un sopor colectivo para después ir en fila cual zombi a la casilla previamente instalada desde las ocho, donde seguramente los funcionarios electorales ni se percatarán de mi estado catatónico, envueltos como estarán en sus tareas encomendadas por el IFE.

El síndrome de persecución electoral lo traemos latente de mil maneras. El punto es hasta qué grado vamos a permitir que sea una persecución consentida (me sigues y me dejo seguir, me ofreces y acepto lo que sea) y hasta qué punto se traducirá en acudir a cruzar la boleta no por cansancio del bombardeo electoral o de la tal persecución que permitimos de muchas maneras, sino convencidos verdaderamente que votamos por quien haya presentado un verdadero plan de trabajo con objetivos, metas y estrategias de corto, mediano y largo plazo. En suma, que tenga rumbo y sentido el desarrollo social que proponga y que no sea en todo caso, sólo un puñado de hojas con ideas aisladas y abstractas, sin ejes ni concordancia, todo envuelto con hermosa y engañosa portada con el veleidoso nombre de Plan de Desarrollo.  Nuestra elección debe ser razonada.

Abraham Lincoln afirmó que se puede engañar a todos poco tiempo, a algunos todo el tiempo, pero no a todos todo el tiempo. ¡Enorme compromiso para quienes sean electos este próximo 1 de julio! 

Ya los candidatos nos expusieron lo que traen consigo para ejercer el gobierno de la manera que tanto ansiamos.   Que no se nos olvide ni uno solo de sus compromisos. Que ninguna palabra haya sido dicha al viento o sin respaldo suficiente para cumplirla.

Toca ahora a nosotros los ciudadanos acudir a votar libre y responsablemente por los candidatos (as) de nuestra preferencia. No porque sea mujer, hombre, guapo o fea. Alto ni chaparro. Blanco o moreno. No votemos por sonrisas ni pendones… porque entonces corremos el riesgo de que el único triunfador sea… el photoshop.