No recuerdo ya cuántas veces he
iniciado este párrafo. Escribo, borro,
lloro, vuelvo a escribir. Cada palabra me
remite a imágenes de dolor y de rabia. Busco mi catarsis al redactar, a sabiendas que
solo el tiempo y la oración harán lo suyo.
Por cosas de humanos y de la Fe –bendita-
la familia busca consuelo en hechos o eventos que revelan la presencia de
Dulce, nuestra sobrina a quien manos asesinas privaron de la vida junto a su
novio Mario. Es esa parte espiritual y
religiosa que cubre como un bálsamo
tanta tragedia. Tal vez fue un abrigo
que confeccionó el Creador para quienes viven etapas como la que estamos
pasando. Estoy segura que el lienzo para
hacerlo fue la enorme cantidad de personas
que nos brindaron su apoyo, sus oraciones y plegarias. Nuestro infinito agradecimiento.
Dulce y Mario fueron dos víctimas
de la violencia que nos está mermando -si no paralizando- las capacidades que como Sociedad debemos
cuidar y desarrollar: educación, cultura, progreso, armonía, paz y
seguridad. Dos que se suman a las de otras familias que han padecido lo mismo.
Paradójicamente este día 6 de
Abril se conmemoran 158 años de la
defensa del suelo nacional mexicano ante la invasión estadounidense
capitaneados por Henry Alexander Crabb (1857)[1]
y 67 años de distancia de haberse declarado por el Congreso del Estado que la
cabecera de este municipio se denominara Heroica Caborca[2]. Es acaso este un buen momento para
reflexionar en torno a lo que nuestros antepasados construyeron y lo que hoy por
hoy estamos edificando sobre las bases que nos legaron quienes ya se han ido físicamente.
Caborca fue un municipio ejemplar
y pujante a nivel nacional. Hoy somos referencia
en violencia, desempleo e inseguridad por
mencionar algunos rubros. ¿Qué nos
pasó? ¿En qué desdichado momento fueron sepultados los
nombres de grandes líderes que forjaron esta tierra y que eran modelo a seguir?
¿A qué hora nuestra memoria colectiva
arrojó al olvido la historia de grandeza, de sacrificios de hombres y mujeres
de temple que conquistaron el desierto?
Esto no es alarmismo. Los índices de escaso desarrollo son claros
pero la realidad los supera con mucho. Si bien los vecinos y habitantes tenemos
obligaciones que cumplir como tales, lo cierto es que la autoridad
municipal tiene un mucho que hacer,
ejercer, gestionar y brindar resultados al corto, mediano y largo plazo, según sean
los objetivos planteados. Por ejemplo,
una seguridad pública eficiente y eficaz debería dar resultados en el corto
plazo –dada la urgencia de ésta- en
tanto que una pavimentación adecuada y de calidad seguramente se podría
conseguir en un poco más de tiempo, considerando la situación caótica que
prevalece y que padecemos.
No es posible aquí soslayar que
un buen presidente municipal, rodeado de un buen equipo de regidores y
administradores de la cosa pública, dará por consecuencia excelentes
resultados. Se requiere autoridades
municipales que actúen desde sus propios cargos y no que defiendan o litiguen
a ultranza opiniones y comentarios en redes sociales; que en todo caso posea
la suficiente inteligencia para utilizarlas como herramienta de trabajo y como termómetro práctico para
medir el sentir popular sobre determinados temas que al colectivo le
interesa.
Se precisa una autoridad
municipal con la suficiente fuerza como para encabezar grandes proyectos de
crecimiento que a la postre se traduzcan en mejores empleos, mejor economía y
mejores espacios de vida comunitaria y familiar. Una autoridad que sepa serlo y de quien nos sintamos verdaderamente representados, incluso si no es del partido político de preferencia.
Se requiere una autoridad
municipal que respete las distintas instancias de gobierno pero que también sepa
ser respetado por ellas. Esto no es producto del puesto ni es un accesorio del mismo: se gana con trabajo, con rectitud,
con valor, con arrojo, con capacidad. Se precisan autoridades que
practiquen el compromiso social y lo porten como emblema. Se precisan funcionarios líderes.
Funcionarios íntegros, funcionarios que funcionen como tales.
Estamos en una época electoral que
bien puede ser el parteaguas en muchos aspectos que nos aquejan. No será aquí en esta columna donde se tome
una postura hacia uno u otro partido. Por razones obvias y de respeto a quienes
ya no están. Pero sí mencionaré que precisamos exigir cada día,
todos los días, que las autoridades
cumplan con sus cometidos. Que sea la demanda
cotidiana la marcha permanente, la manifestación constante, el grito colectivo, el reclamo fijo, la
consigna social inquebrantable de tener mejores espacios de vida y no de
muerte.