Cosas de Reyna

Adelitas


Primer tiempo

Convivir con la tropa no era precisamente la esencia de las Adelitas, -figura emblemática de la Revolución Mexicana (1910)- pero el sentir popular está arraigado en ese aspecto. Tal vez han influido películas de antaño donde las caracterizaron como soldaderas pasadas de copas y desaliñadas. Vulgares pues. La verdad es otra.

Dicen que Adela Velarde Pérez (enfermera de Cd. Juárez Chih) fue quien inspiró el famoso corrido Adelita. Otros dicen que fue Altagracia Martínez, a la cual mi general Villa bautizó con aquel nombre. Algunos más la conocen como Marieta Martínez quien fue asesinada en el periodo de Pascual Orozco.

El caso es que con este nombre se identificó a las soldaderas que participaron en los contingentes militares de los grupos revolucionarios. Sus labores consistían en ser cocineras, enfermeras o ayudantes. Mujeres que igual preparaban los fusiles o remendaban ropa, hacían las veces de correo, enlace, telegrafista y combatiente. Mordiendo siempre el polvo. Eso sí, comprometida con la causa hasta la muerte. Me pregunto cuántas de estas mujeres ocultas en el anonimato que arropa la historia, habrán perdido la vida en medio de las refriegas y las balas. No existe estadística al respecto.

Cada año, miles si no millones de niñas en todo el país se visten como las célebres Adelitas que tanto aportaron a la revolución y a la causa. Faldas y blusas ligeras con cananas, pistolas y fusiles. Ahí es donde, tal vez sin ellas saberlo, rinden justo homenaje a aquellas mujeres de temple y de acero.

Popular entre la tropa era Adelita, la mujer que el sargento idolatraba, que además de ser valiente era bonita, que hasta el mismo coronel la respetaba. (Corrido Adelita)

Pues sí, a través del famoso corrido pasaron a la posteridad estas bravías mujeres que participaban en los regimientos de Pancho Villa, Emiliano Zapata o Madero. Mujeres de raza indígena o mestiza que vivieron a sangre y fuego; que fieles a sus hombres o a su Juan como se les nombraba a sus compañeros de ventura y desventura, los seguían a donde marcara el rumbo la revolución… y el corazón.

Segundo tiempo

Mientras escribo la primer parte de este post, mi mente se traslada a aquella época. No me imagino vestida de Adelita. Dudo mucho que sepa como portar cananas y menos un fusil. De seguro hubiera caído a la primer batalla y no por alguna bala que me atravesara de lado a lado, sino por los traspiés que diera con la falda larga mientras buscaba algún refugio y jalaba a uno, dos o sabrá Dios cuántos hijos. Tampoco me visualizo haciendo corretajes de entrega de correos secretos y menos aún remendando la ropa de algún soldado de la revolución. O cargando un chilpayate a mis espaldas, envuelto previamente en algún roído rebozo. De verdad que era ardua la vida de estas mujeres. Admirable para la época e incomparable para la historia. En definitiva, tuvo que existir mucha pasión en los ideales y mucho corazón de soldadera seguidora de su hombre. Eso sí, la pasión subsiste y el corazón también. ;)

Tercer tiempo

En realidad, las Adelitas solo variaron de ropaje y de escenario. Continúan con las múltiples funciones de antaño, cambiando los fusiles y las cananas por lavadoras y hogares que atender. Los corretajes son a la escuela, actividades de los hijos o a su propio trabajo. Ahora son mujeres que encuentran distintas realizaciones personales: madres, esposas, mujeres y su incorporación al mercado laboral. Las luchas en todos sus roles son sin cuartel. Como tambien lo son las satisfacciones que se tienen.

Sin embargo no debemos olvidar a las menos favorecidas, las que todavía visten con falda larga y rebozo cargando en sus espaldas un hijo desnutrido, las que no conocen ni siquiera lo que es tener un techo donde dormir, las Adelitas a quienes cien años ha sido el mismo año repetido cien veces. Las hermanas indígenas que sufren y que precariamente sobreviven sumidas en el abandono y la miseria. Son parte del mosaico policromático de este México nuestro.

Cada día encuentro a mi paso otras Adelitas, mujeres que destacan también por su gran valía y arrojo, como aquellas Adelitas de la revolución. Mujeres que laboran como empleadas o funcionarias, jornaleras, obreras o empresarias, el caso es igual: asumen sus distintos roles con entrega y pasión digna de reconocer en todo momento.

Son mujeres comprometidas con lo que hacen. Adelitas modernas que combaten sus propias luchas: la búsqueda de empleo y de un salario que devengar. Adelitas sedientas de justicia como las madres de las muertas de Cd. Juárez, de los niños de la Guardería ABC o las mamás de tantos y tantos inocentes caídos. Mujeres que –entíendase- jamás se cansarán de pedir justicia.

Adelitas que estudian y trabajan. Guerreras y esposas. Soldaderas de sus hogares y de su prole. Revolucionarias que se crecen ante los problemas. Buscadoras constantes de su desarrollo. Perseverantes y leales a su causa.

Adelitas de todos los tiempos. Seres comprometidos en lo que hacen y dicen; leales y patriotas. Perseverantes y hacedoras de sueños. Creadoras de mejores espacios de vida. Soldaderas que han comprendido que la mejor batalla es la que no se hace: la que evita absurdas comparaciones con los hombres y, en todo caso, se asume como compañera.

Revolucionarias que libran mil luchas diariamente por sus preocupaciones legítimas y responsabilidades claras. Mujeres de colores y de sombras, pero siempre vigentes.

Adelitas que se reproducen y siguen con mayor fuerza. Silenciosas o que alzan su voz. Valientes y frágiles, que caen y se levantan. Que siguen a su Juan o que lo dejan… o se les va.

El caso es que Adelita siempre será Adelita, la guerrera, la incansable, la eterna luchadora y revolucionaria. Aunque pasen otros cien años.

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