Cosas de Reyna


Amistades por siempre.

La semana pasada fue particularmente importante por varias razones.
Una de las más destacables es el haberme reencontrado con mi mejor amiga de la época universitaria. Fue a través de una muy conocida red social como nos volvimos a contactar y para mí ha sido tan satisfactorio como estimo que lo fue para ella.

Al día siguiente de habernos comunicado por escrito, estábamos ya colgadas materialmente del teléfono, tratando de alguna manera de actualizarnos a grandes rasgos y en todas las materias: familia, trabajo, amores, etcétera. Me dio mucho gusto darme cuenta que sigue siendo la persona sencilla, amable e inteligente que conocí.

Al colgar, vino a mi mente una serie de anécdotas que vivimos como universitarias como aquella vez que fuimos al cine en compañía de un amiguísimo de ambas y metimos de contrabando en nuestras mochilas algunas bebidas que no eran precisamente ni refrescos, ni limonada, ni té. O aquel dia que cerramos el aula e impedimos el paso a los maestros porque el aire acondicionado del lugar no funcionaba por días. O las ocasiones en que nos íbamos en su vocho amarillo o en el mío que también era otro vocho aunque bastante destartalado por cierto.

Segura estoy que ha de recordar perfectamente aquel examen que ambas presentamos injustamente por mero capricho de un profesor de ese tiempo y que por fortuna dejó de impartir clases hace muchos años.

Es clásica la historia de la limonada cuando bajo un terrible y agobiante calor, mi amiga acudió a clase con tremenda jarra y a todos repartió generosamente en vasitos. Incluso se quedó ella sin tomar un sorbo, cosa que nos extrañó. Al día siguiente se presentó con la misma jarra de riquísima limonada, solo que ahora tenía precio el líquido y con cubos de hielo, aumentaba costo. Huelga decir que pagamos sin chistar. Nos había atrapado con la exquisitez de la limonada anterior. A la distancia veo su actuar como una incipiente incursión en el mundo empresarial, donde ahora se desempeña. Seguro es que lo hace muy bien.

Las dos compartimos la experiencia de ser mamás-estudiantes, tarea nada fácil pero que de alguna manera supimos sacar adelante apoyadas por las respectivas familias. Hoy por hoy, las hijas de las dos son estudiantes universitarias y tanto ella como yo, estamos desarrollándonos de la mejor manera que nos es posible.

La universidad es un espacio que marca y deja huellas indelebles en la vida de los que pasamos por el Alma Mater. Además de ser un sitio académico, es el lugar donde se establecen y fomentan amistades que duran toda la vida a pesar de que por razones de diversa índole, nos perdamos de vista por meses o incluso años. Cuando se tiene la fortuna de contar con amistades tan fuertes como la de ella o la del mutuo amigo que las dos tenemos, no queda más que decir ¡Que bueno que así fue! Que bien que fueron precisamente estos amigos los que estuvieron a mi lado cuando era justamente necesario tener esos pilares como apoyo y que suceda lo que suceda, estarán ahí por siempre, al igual que estoy para ellos, y lo saben.

Recordar la universidad va implícito con las amistades: con las amigas y amigos que se forman en las aulas durante esos años y que cada vez que se encuentran, constatan que siguen siendo las mismas.

Para el final

Sonora está en una situación lamentable y deplorable en seguridad pública. Lo peor es que nos estamos acostumbrando –si no es que ya- a esa violencia, a los crímenes, a las desapariciones de personas, a los ejecutados, etcétera. ¿Qué tiene que pasar para que volvamos a ser el Sonora de antes? No es con discursos ni con frases que suenen bonito como saldremos de este bache de inseguridad e intranquilidad social. Tampoco será con patrullas nuevas ni con distintos modelitos y colores de uniformes de quienes forman las corporaciones policiacas. Se percibe una desarticulación entre federación-estado-municipio, que acaso deriva de la desorganización y falta de rumbo en estrategias conjuntas, suponiendo que las tengan.

Los índices de delincuencia solo sirven como ilustraciones baratas de lo que la autoridad nos quiere vender.

Peligrosamente estamos “justificando” muchas muertes bajo el argumento de que “andaban en malos pasos”, como si fuera suficiente para no investigar al menos los delitos. Es más, ni siquiera nos molestamos en saber si es cierto o no. Las páginas principales de los distintos diarios locales y estatales cubren la nota roja que antaño tenía un lugar en interiores. ¿Será que es mas vendible o es lo más frecuente como noticia?

No necesitamos nuevas leyes ni reformas de leyes: Requerimos que se aplique y se ejecuten las normas con el rigor que se debe, no con el que se quiera o se dice tener. El tema de seguridad pública debe salir del discurso y ubicarse ya, en la realidad social.

Jean-Jacques Rousseau decía que el gobierno se originó con el propósito de encontrar una forma de asociación que defendiera y protegiera a las personas y la propiedad de cada uno, con la fuerza común de todos.

Le faltó agregar que para ello era necesario que existieran líderes competentes y comprometidos como tales, sin que esto signifique que sean los únicos responsables. ¡Ah pero como cuenta y hace la diferencia!
No soy feminista.

No soy feminista, jamás lo he sido. Espero también que nunca tenga esta absurda por cuanto irracional postura. No me gusta ni me satisface. El término feminista está lleno de connotaciones tales como mujer ruda, inflexible, de ciega competencia con los hombres, y lo más aunque indebidamente conceptuado: lesbiana, cosa que con el respeto a quien tenga esta preferencia sexual, difiero en absoluto. ¡Los hombres siempre serán los hombres, y en síntesis, son insustituibles! A veces quisiéramos matarlos y como les he dicho a mis amigas abogadas: en caso de que algún día lo intente, abogar por mí les será fácil basándose en que fue en defensa de mi persona como causa excluyente de delito. Anuncio mi liberación inmediata desde ahora.

Bromas aparte, no abordaré el tema en términos de realización de mujer/hombre, atención a la familia, sacrificio personal por los hijos, y ese largo etcétera que precede a esto. No. Hay kilómetros de tinta y papel sobre el tema. Hagamos esto más fácil: Hablemos de mujeres y hombres. De los dos y sin revolver, que no es mezcolanza.

Mujeres. Tengo la fortuna de contar con amigas que se desempeñan en distintos ámbitos laborales/profesionales y no deja nunca de llamar mi atención la forma en que se organizan para conducir su vida y la de sus familias de la mejor manera posible. Ni que decir de mi madre, que es maestra de primaria y es un claro ejemplo de cómo ajustarse a lo que la vida le ha dado y salir adelante en la tarea, que por cierto es admirable la forma en que lo hizo. Estoy segura que cada familia tiene sus propias historias de esfuerzo, de trabajo y de ejemplos a seguir: madres, amigas, hermanas, vecinas.

A veces nos perdemos en la cotidianeidad. Por lo mismo no nos percatamos de las vivencias que cada una de ellas tiene y carga y que resultan determinantes en sus comportamientos actuales. Lo que distingue a unas mujeres y a otras es el garbo, la dignidad y el grado de madurez que asumen en la conducción de su vida: con ello se ganan una medida de respeto colectivo y en la mayor parte de las veces, callado reconocimiento por la tarea que realizan. A lo mejor deberíamos ser más expresivas y decir cuánto las admiramos. Cuando convivo con mis compañeras de trabajo o con la simpática chica que me arregla las uñas, con la funcionaria pública, con mi excelente estilista, con la despachadora de gasolina o bien con la señora que atiende un negocio, todas tienen un sentido y una dirección en sus quehaceres. Se organizan meticulosamente para ir por sus hijos a la escuela, atender su negocio y cumplir sus compromisos. Son grandes administradoras. Innumerables ocasiones hemos compartido tips, experiencias y preocupaciones domésticas referentes a la familia y el hogar. Es ley entre solteras que no nos falte el número telefónico del plomero, el electricista y el gasero. Impensable no contar con esos datos. Sin embargo no nos extraviamos para solucionar un desperfecto en el lavabo, con alguna lámpara o en el jardín. Sabemos usar la llave stilson, distinguimos entre desarmador estrella y de paleta. Equipo indispensable para todas: martillo, pinzas y cinta adhesiva negra. Total, en última instancia hablamos al plomero o electricista para que nos auxilie. Llegan y con paciencia nos preguntan primero que fue lo que hicimos. Damos detalladísimas explicaciones. Para cuando concluimos el reporte, ellos ya solucionaron el problema.

Con esto quiero decir que cada quien en lo suyo. Los hombres a lo suyo y nosotras a lo nuestro. Esto no es competencia, es asumir roles y cuando existe la fortuna de encontrarse (hombre y mujer), nace por así decirlo una tercera persona que se llama pareja. Así se crea sinergia. Por eso al principio mencioné que no soy feminista. No me gusta competir con los hombres, me gusta que me traten por como soy: mujer, no contrincante de nada ni de nadie. No estoy dispuesta a renunciar jamás a la caballerosidad ni a sus gestos de cortesía: A que abran la puerta, cedan el paso, me brinden su mano para que me sostenga al bajar de un automóvil o bien abran una cerveza, entre otras tantos gestos de amabilidad que tienen. No es comodidad. También hay correspondencia a las atenciones. Es como una danza donde cada uno representa su papel para que el baile fluya con armonía y cadencia. ¿No es esto maravilloso? ¿Porqué renunciar? No tiene sentido.

Hombres. Cada vez que alguien comenta que tal trabajo o actividad se hizo mejor porque una mujer estuvo a cargo, en lo particular me inquieta y muchas veces causa molestia. No me parece correcta esta aseveración. No por restarle méritos a la mujer, que sin duda los tiene. ¿Pero acaso no es devaluar con ello a los hombres? ¿Que no es lo que hemos tratado de evitar las mujeres respecto a nuestro género? ¿Ahora será al revés? ¿Esto es "ganar" el eterno problema? ¿Acaso han disminuido las capacidades de ellos? ¿Será que se están volviendo irresponsables? ¿Están en algún estado de confort porque ya no son los que siempre están dirigiendo? Me resisto a pensar así. Tal vez sea porque mis apreciaciones son de igualdad: La diferencia será el grado de dedicación, capacidad, responsabilidad y actitud. Estos conceptos no tienen sexo de pertenencia.

Conozco muchos hombres que al igual que mis amigas mujeres están trabajando por sus logros profesionales y de familia. Los veo aplicarse día a día en sus tareas de hacer y construir. Conversar con ellos es distinto por cuanto que asumen con menos vehemencia los asuntos a como lo hacemos nosotras. ¿Eso es malo? No. Solo son formas distintas. Dis-tin-to no equivale a contrario. En alguna ocasión leí Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus. Aunque ese libro aborda ciertos puntos interesantes, al final no creo que pertenezcamos a planetas distintos. Esto es establecer distancia entre el uno y la otra y por ende, hacer irreconciliable el acercamiento, situación indispensable para conocerse, tratarse, buscar soluciones y asumirlas. Los hombres tienen sus propios códigos de comportamiento y me admira la forma en que los han elaborado al través del tiempo. Desde niños. Pero las mujeres también tenemos códigos. Desde niñas. ¿Acaso es problema esto? No. Al final, también cada pareja tiene sus propias normas. Así nos unimos. El asunto es respetar. No seremos menos mujeres ni menos hombres con esto. Entendimiento es la palabra adecuada.

Acaso los hombres no lloren al ver una película. No significa que no sientan.
Acaso los hombres no detallen los aconteceres del día. No significa que no quieran conversar.
Acaso los hombres no recuerden una fecha. No significa que no nos quieran. Aunque nos moleste.
Acaso los hombres vean futbol. No importa: se acabará a los 90 minutos. ¿O a los 120?

Amigas, no me vayan a crucificar: No se trata de defender a los hombres. Defender implica luchar y no es el caso. Los hombres no son mejores o peores que las mujeres. Igual jugamos el juego de la vida: Queremos y nos quieren. O nos olvidan y olvidamos. En el orden que sea. Nos desesperan y los desesperamos. Nos entendemos y desentendemos. Damos y recibimos amor, confianza, traición, desamor, llanto, alegrías. Lo que debe por necesidad ser aplicado por ambas partes es la lealtad. A pesar de lo que sea. De lo que sea. Sin compás.

Por fortuna, también somos capaces de ser amigos del alma. ¡Esto es tan agradable! La amistad entre hombre y mujer tiene connotaciones especiales. Me refiero a la amistad, amistad. No a la que termina siendo un romance. Desde luego, no estamos destinados precisamente a ser amigos. Estamos hechos para ser pareja. Las amistades hombre-mujer son como respiros conjuntos que damos ambos sexos para tranquilidad de los géneros, porque en ese espacio también aprendemos a conocernos a partir de las percepciones del otro, despojados de las poses o del quedar bien.

Entonces ¿Cuál ha sido el problema? Seguro es que en este blog no se descubrirá el hilo negro. La autora no es tan arriesgada no por desconocimiento, sino por temor a que me respondan con otros cientos de hilos. Tanto hombres como mujeres. Así que prefiero continuar descubriendo ese mundo. No queda otra cosa más que la práctica y convivencia a la que me sujeto con particular agrado.











Carmen Alicia por siempre

Apenas desperté el sábado y los recuerdos se agolparon en mi mente. Tal vez porque el día anterior caí en cuenta que hace ya 6 años tengo este hueco en el alma: Carmen Alicia Espinosa (con dos “eses” como a ella le gustaba) fue una gran mujer y mejor amiga, infinita, imperecedera.

La conocí hace muchos años por motivos de trabajo. Era simplemente impactante su personalidad. Físicamente parecía más cubana que mexicana. Escritora, periodista, artista de teatro y empresaria. Su hablar provocaba controversias. Los políticos o la adoraban o la odiaban pero jamás pasaba desapercibida para ninguno.

Platicar sobre política significaba todo un aprendizaje aunque aseguraba que no entendía nada de la materia y a sus entenderes aquella era sucia por definición pero había que aprender a convivir con ese mundo. En amores era sencillamente terrible: Ejercía tremenda fascinación en los hombres. Afirmaba que no poseía una belleza significativa pero si una actitud que hacía la diferencia. Muchas veces presencié ese hechizo que sabía manejar tan bien. Llegábamos a algún lugar y todas las personas volteaban a verla y saludarla. Siempre había algún caballero insistente en acompañarla. El halago era la constante. Creo que su inteligencia constituía un reto para los hombres que me tocó conocer como sus galanes. Agudeza que a otros espantaba, por supuesto. Era sagaz, refinada, alegre, espontánea.

Nuestra amistad nació con el trabajo y se fortaleció en el trato continuo. A pesar de la diferencia de edades pudimos conciliar la brecha generacional de una manera que a mi parecer ambas supimos manejar sin darnos cuenta: Le contaba mis vivencias y se encantaba en aconsejar. Por mi parte, le escuchaba relatos y pasajes de su vida presente y pasada los que matizaba con comentarios chuscos, ocurrentes y pícaros.
Las personas inteligentes saben reírse de sí mismos y lo disfrutan. Los torpes y tontos, se ofenden. A través de los años voy valorando más sus consejos y me doy cuenta con el paso de la vida, que en muchos aspectos tenía razón.

Carmen Alicia me decía que ella no era ejemplo de nada y que no aspiraba a ser recordada como una beata, situación por cierto distante. Aquí viene a mi memoria su risa e incluso la oigo: Prefiero ser recordada con escándalo, decía. Así era ella y estoy segura que si leyera esta columna, me reclamaría algunos renglones no por la demasía en el comentario, sino por la falta de exceso, aunque suene paradójico.

En el ejercicio de su profesión le fue otorgado el premio nacional de periodismo por un excelente trabajo que realizó en la Ciudad de México, donde para abordar el tema motivo de dicho reconocimiento, le fue necesario caracterizarse de mujer de la calle y meterse en las entrañas del bajo mundo. Ese día por la mañana su padre habló con ella por teléfono y sin más ni más le dijo que esa noche se iba de prostituta. Fueron necesarias una serie de explicaciones familiares para aclarar la situación. ¡Se deleitaba tanto al platicar este pasaje!

Cada vez que tenía estreno de alguna obra de teatro era yo invitada a su presentación y regularmente la acompañaba. En el escenario se desplazaba con tal naturalidad que en cierta ocasión que me preguntó que como consideraba que actuaba, le respondí que no actuaba, sino que simplemente subía al escenario y desarrollaba un papel el cual siempre era el idóneo para ella. Con esto le indicaba que era una artista natural, criterio que muchas de sus amistades compartíamos.

Se adentraba tanto en el personaje que en la vida cotidiana asumía conductas propias de él. ¿O el personaje entraba al mundo de Carmen Alicia? Ya no lo sé. La línea divisoria entre uno y otro se pierden.

Mi amiga Carmen Alicia tenía un detalle curioso: Era posible que durante semanas no nos comunicaramos y de repente sonaba el teléfono a altas horas de la madrugada solo para hacerme depositaria de alguna confidencia o preguntar que había pasado con tal o cual situación que le había platicado con anterioridad. Era lapidaria en las observaciones. Certera en el mensaje. Pero siempre dispuesta a escuchar.

Como las verdaderas amistades, estaba ahí cuando sabía que había que hacerlo o bien callaba cuando estimaba que así era conveniente. Era de esas invaluables amigas que igual podíamos hablar sobre determinado tema horas y horas o bien callar y no abordar el asunto. Según fuera el caso.

Carmen Alicia se fue apagando poco a poco, como las grandes estrellas. Una enfermedad terminal dolorosa la apresó. En ese tiempo, nuestras conversaciones telefónicas eran tan continuas como le permitía la salud. A pesar de su estado crítico, siempre me motivaba a que le platicara mis asuntos. A veces reía quedito y en otras con un hilo de voz daba el consejo o la observación. Nunca perdió su estilo.

Recuerdo la última ocasión que hablamos por teléfono. Su hija me dijo que Carmen Alicia pedía hablar conmigo pero que deseaba que no supiera que estaba ya muy mal. Habló de su vida, sus aciertos y errores. Recordamos su etapa de artista, de periodista, escritora y de empresaria, pero sobre todo hablamos de nuestra amistad. Depositó en mí grandes enseñanzas de vida aun cuando estaba ya al borde de la muerte. Su voz era un susurro y se despidió con optimismo, como si al día siguiente fuéramos a conversar de nuevo.

Carmen Alicia Espinosa se fue antes de tiempo. A pesar de los años que han pasado sigue haciendo falta la amiga y la confidente. Los huecos que dejan amigas como ella no se llenan con otra amiga: Con las grandes amistades no hay niveles ni lugares distintos en el corazón.

Hay espacios que cada una va llenando. Al menos así lo entiendo.



Anotar puntos o resolver problemas.

Recientemente el Presidente declaró que la población no necesita políticos que estén más interesados en anotar puntos que en resolver problemas; que en todo caso se requieren líderes que estén interesados en mover al país hacia delante. Bueno, esto fue en New Yersey y dicho para los estadounidenses por Barack Obama.

Quedé reflexionando el mensaje del Presidente Obama. Desde hace muchas columnas y otros tantos escritos en diversas publicaciones, he estado escribiendo sobre la falta de líderes en México. Líderes de a deveras, comprometidos con el cambio social, económico y político. Hoy por hoy, no advierto ninguno. Veo eso sí, pseudo políticos que se destrozan ahora en pandillas denominadas “bancada” y desde la simple óptica ciudadana, pareciera que la política se ha convertido en un juego perverso donde el que anota puntos corre a los medios de información para ventilar el logro alcanzado. Los líderes de barro y de papel son la constante. En honor a la verdad, hay alguno que otro apenas rescatable. Y seguimos buscando…

Ahora tenemos que pagar 16% de impuesto sobre la renta (por referirme a uno) y con ello se verá una cascada de alzas de espanto. Millones de familias mexicanas apenas subsisten con lo que ganan. ¿Estarán ahora saltando de gusto porque por fin les alcanzará la distribución de la riqueza como se ha afirmado?

No dudo que los aumentos en los impuestos, particularmente al IVA sean una exigencia del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para garantizar futuros empréstitos, pero ¿eso justifica el lacerar aun más la economía de los mexicanos? ¿Cómo entender esos aumentos si por otra parte tenemos gobernantes que perciben cifras insultantes de sueldos? ¿Cómo asimilar que los simples mortales habremos de pagar más impuestos con un menor sueldo cuando existen magistrados, diputados, senadores, gobernadores, presidentes municipales etcétera que han tomado esos cargos como botín político-económico? Muchos de ellos sin recato alguno se han dedicado a festinar sus triunfos y como los nuevos ricos, lo primero que hicieron es ir al extranjero a renovar guardarropa… en su automóvil nuevo of course. Y esto para los locales. Los otros se trasladan en aviones. No, no lo entendemos y por eso el alud de protestas. No se predica con el ejemplo.

Si los políticos carecen de conciencia y de responsabilidad social, los ciudadanos no podemos ni debemos darnos ese lujo. Por eso insisto en que seamos críticos acérrimos de cada peso que gaste o invierta el gobierno federal, estatal y municipal. Exigir que sean no buenos administradores, sino excelentes administradores. Haber como le hacen los que son torpes o incapaces para el desempeño de la función pública. Bien harían en todo caso hacer como dijo el Sr. Alejandro Martí, si no pueden, renuncien. Aunque eso será difícil, casi imposible debido a que ya han saboreado las mieles del dinero ganado sin esfuerzo. Solo a los incompetentes les aterroriza saberse fuera del presupuesto o trabajar como hacemos la mayoría de los mexicanos. Son esclavos del dinero fácil.

No. Ya no es posible que los ciudadanos tengamos una actitud pasiva o del ya ni modo. A mayores desatinos de los gobernantes, mas imperiosa es la necesidad de tener mejor desempeño cívico nosotros, los simples mortales. Nos ha costado y nos costará aun más el ejercicio del dinero público. Dinero que nosotros generamos. ¿Acaso no es absolutamente lógico que entonces seamos seguidores fieles de su óptima aplicación?

En cierta ocasión, conversando con un empresario sobre el tema de la educación en México, me hacia la observación de que la educación pública universitaria – a su parecer- toda debería ser a cargo del Estado: alimentación, vestido y sustento para que el estudiante únicamente se dedicara al alto aprendizaje, el de calidad, siendo único requisito para el alumno el obtener altos promedios basados en su desempeño. Los países más desarrollados poseen elevados estándares de educación superior y no se pierden en la medianía. Tiene razón. ¿Porqué el Estado debe invertir tanto en ciertas universidades públicas para que al final egresen personas con tan escaso bagaje académico y por ende mediocre desempeño profesional? ¿Fue un mal estudiante? ¿Su capacidad no estuvo a la altura requerida? ¿Fueron malos maestros? ¿Acaso aplicación inadecuada de programas educativos? ¿No funcionó el esquema universitario? ¿No se detectaron las capacidades reales del estudiante? Si bien este tema es de tratamiento aparte, sirva de ejemplo para indicar como es que tenemos la obligación de analizar la aplicación del gasto público por una parte, y por la otra la eficiencia y eficacia tanto del que aplica el recurso como del que lo ejerce en su etapa final sea administrador o beneficiario.
Tenemos que iniciar ya la cultura de medir el desempeño público con base a resultados, no a discursos baratos, tediosos y falsos. Demasiado caro ha salido votar sólo por simpatías: Ni las siglas de tal o cual partido, ni los discursos de oropel de sus políticos, ni los colores defendidos a veces a ultranza, son los que nos llevarán a mejores estadios de vida colectiva.

En las aulas universitarias mis alumnos constantemente cuestionan el quehacer público y lo analizamos. Me gusta ver como en clase debaten y exponen sus ideas. Una de sus inquietudes es de qué manera pueden contribuir al mejoramiento social y político. Se comenta que el mejor aprendizaje para ser y hacer mejor política es inversamente proporcional al que se realiza ahora. ¿Cómo ser críticos y seguidores del desempeño de la función pública? Esa es la pregunta que salta una y otra vez. Les digo que siendo un privilegio ocupar el espacio universitario de hoy, resulta impostergable el compromiso con la sociedad por eso se debe exigir rendición de cuentas transparentes, alzar la voz cuando se deba hacer sea en lo personal o bien a través de organizaciones ciudadanas; señalar lo indebido con índice de fuego porque el daño social es mayor cuando se calla o se consiente bajo el ropaje de la pasividad.

Quienes participamos en el sector educativo somos los primeros obligados a formar personas cívicas de alto valor. No es sembrar en sus cerebros nuestra experiencia. Es que ellos planten sus propias semillas. Nuestra aportación será acaso formativa más no impositiva. Tal vez en un futuro tengamos entonces funcionarios y gobernantes sensibles, creados al amparo de la conciencia colectiva, capaces de velar por un desarrollo colectivo y no personal. Capaces de saber y entender que el desarrollo social, económico, político y cultural, no es un juego de ganar o perder ni de quien es el que más anota, sino para el que mejor resultados presente.

Para el final:
Noviembre es un mes importante dentro de las tradiciones mexicanas. Veneramos a la muerte tanto como nos reímos de ella. Es parte de nuestra cultura, la que queremos conservar por los tantos matices que contiene. Para no romper las tradiciones, ahí va mi calavera:

Pasaba la parca fea por los rumbos de San Lázaro
Ah que caray –dijo- aquí estan todos juntos, los que traen tanto relajo
A todos me los llevo por gandallas y gachos
Mira que aumentar los impuestos estando el país tan abajo.
Diputados y senadores, no respetó la calaca
Al fin que ellos ni al caso -dijo la muy caraja-