Según
Wikipedia, el sustantivo trol viene
de la palabra del nórdico antiguo para describir a un monstruo mitológico. [1] En los cuentos infantiles
son criaturas empeñadas en hacer travesuras y malicias. En el el idioma inglés, el verbo troll es una técnica de pesca. La
expresión trolling for newbies
significa pescando novatos. Los chinos usan un término alternativo, bái Ián que significa literalmente putrefacción
blanca para referir a una publicación absurda y sin sentido, con el ánimo de
fastidiar a otros. En japonés,tsuri se refiere a publicaciones
intencionalmente engañosas.
Hay
troles que son anónimos y otros que
son pseudónimos. De los primeros se tiene un origen desconocido. Los segundos
son encubiertos pero se conoce de donde proviene o quien o quienes son sus
autores; se caracterizan por
comportarse con una doble cara/doble
moral. En público aparecen como personas
honorables, respetuosas y simpáticas incluso.
Tal vez hasta se conviva con ellos y ni nos percatamos. Son habilidosos. Anónimos o pseudónimos, en la oscuridad de la cobardía y en lo oculto
se transforman en aves de rapiña, en entes que carecen de valores, seres
amargados, frustrados. Como la novela de
El extraño caso del doctor Jekyll y el
señor Hide, cuyo tema central es el trastorno psiquiátrico de una persona
que tiene dos identidades con características opuestas entre sí.
Pudiéramos continuar con una serie de interpretaciones que se generan en el mundo para describir a esta figura virtual y, sin temor a equivocarnos, coincidirán en que representa el engaño, la falsedad, la mentira, la difamación y la más putrefacta de la condición humana: la miseria intelectual de daño y destrucción.
Un trol percibe al ser humano no como tal, sino como un simple blanco en el cual descargar su ira, su escasa autoestima, su amargura, su pobreza intelectual. Busca sembrar caos emocional, político, social, a costa de cualquier bajeza. Pretende provocar controversia y jamás razona con nadie por eso no vale la pena responderle. Algunos quieren disfrazarlo como libertad de expresión pero esta se presenta solo cuando es perfectamente indentificable su emisor. De otra manera no se entiende. Un trol es en esencia un ser perturbado cuyo parque de diversión es internet.
Pudiéramos continuar con una serie de interpretaciones que se generan en el mundo para describir a esta figura virtual y, sin temor a equivocarnos, coincidirán en que representa el engaño, la falsedad, la mentira, la difamación y la más putrefacta de la condición humana: la miseria intelectual de daño y destrucción.
Un trol percibe al ser humano no como tal, sino como un simple blanco en el cual descargar su ira, su escasa autoestima, su amargura, su pobreza intelectual. Busca sembrar caos emocional, político, social, a costa de cualquier bajeza. Pretende provocar controversia y jamás razona con nadie por eso no vale la pena responderle. Algunos quieren disfrazarlo como libertad de expresión pero esta se presenta solo cuando es perfectamente indentificable su emisor. De otra manera no se entiende. Un trol es en esencia un ser perturbado cuyo parque de diversión es internet.
La
figura del trol es el disfraz que utilizan quienes al amparo
de la cobardía tienen como finalidad denostar,
castigar, humillar, tergiversar información, decir verdades a medias o mentiras
absolutas. Todo bajo nombres ficticios,
-of course- porque no conocen ni el
honor ni la honra ni la valentía ni el deber cívico como personas de bien.
Peligrosamente se está volviendo cotidiano ver desfilar día a día troles por todas las redes sociales. Particularmente en épocas electorales donde los ánimos se encienden y aparecen como desfile de cerebros descarnados, vomitando neuronas fallidas.
Peligrosamente se está volviendo cotidiano ver desfilar día a día troles por todas las redes sociales. Particularmente en épocas electorales donde los ánimos se encienden y aparecen como desfile de cerebros descarnados, vomitando neuronas fallidas.
Utilizan
diversas tácticas de convencimiento: Unos buscan la palabra que agrade al
lector para después lanzar dardos envenenados en contra de tal o cual persona o
candidato a cargo de elección popular. Otros argumentan poseer la verdad absoluta,
hacen alarde de cifras y estadísticas como evidencia plena de sus decires. Muchos de ellos prefieren la palabra obscena
para señalar con índice de fuego al que identifican como enemigo.
También existen troles bipolares, de múltiple
personalidad que hoy atacan a uno y al rato los entronizan como dioses del
olimpo, dechados de virtudes, no dignos de este espacio terrenal.
La
vida de los troles depende con mucho de
los propios usuarios de redes
sociales. Está en nosotros detectar y
aniquilarlos con un simple clic.
Ignorarlos es el antídoto perfecto, porque contestar sus actos de
provocación es seguir alimentándolos. En
internet existe la frase Don´t feed the
troll que significa no alimentar al
trol. Algo que todos podemos hacer
fácilmente. Al detectar uno, podemos
seguir estos dos fáciles pasos: 1.
Ubicar el mensaje como trol y alertar a los demás. 2. No contestar sus
actos de provocaciones, cualquiera que éstos sean. Que muera de inanición y de
desprecio.
La
importancia de la vida de los troles no es cosa menor, dados los efectos
dañinos que puede acarrear a las comunidades, a la sociedad.
En épocas de elecciones como la que estamos viviendo, darle cabida a estas ratas de internet significa darles espacio para que sean ellos quienes –de alguna manera- participen activamente en un proceso electoral que nos corresponde como ciudadanos. Somos nosotros, con rostro, con cara, nombre y apellido quienes debemos opinar, decir, hablar, argumentar, proponer y criticar, todo bajo la luz de una sana construcción de mejores espacios de vida colectiva. A un trol no le interesa si existe buena o mala calidad de pavimentación, de seguridad pública, educación, empleo, industria, producción, nivel de vida, etcétera. Su existencia está dedicada única y exclusivamente a destruir lo que sea, a quien sea y como sea. Porque esa es la consigna personal o porque así dice el contrato que firma al mejor postor.
En épocas de elecciones como la que estamos viviendo, darle cabida a estas ratas de internet significa darles espacio para que sean ellos quienes –de alguna manera- participen activamente en un proceso electoral que nos corresponde como ciudadanos. Somos nosotros, con rostro, con cara, nombre y apellido quienes debemos opinar, decir, hablar, argumentar, proponer y criticar, todo bajo la luz de una sana construcción de mejores espacios de vida colectiva. A un trol no le interesa si existe buena o mala calidad de pavimentación, de seguridad pública, educación, empleo, industria, producción, nivel de vida, etcétera. Su existencia está dedicada única y exclusivamente a destruir lo que sea, a quien sea y como sea. Porque esa es la consigna personal o porque así dice el contrato que firma al mejor postor.
Buscando
documentarme más en internet, encontré este interesante epitafio a un trol:
Estás
tan lejos de ser capaz de entender algo de lo que cualquiera dice aquí que esto
sólo lleva a la inutilidad. Lo verdaderamente triste es que de verdad crees que
estás ganando. Eres un terrible despilfarro de recursos naturales – por favor
reintégrate en la cadena alimenticia... estúpido trol flatulento.