Cosas de Reyna

Municipio de dos caras



Recientemente acudí como cada año desde hace algún tiempo, a asamblea nacional anual de desarrollo regional que reúne a académicos, expertos, profesionales y funcionarios de los tres órdenes de gobierno. En esta ocasión fue en la bella ciudad de Puebla.

Cuatro días no fueron suficientes -como siempre- para agotar la agenda pero sí para exponer y presenciar otras exposiciones sobre temas de interés municipal y regional. Es una buena oportunidad para saber qué se está realizando en el territorio nacional sobre esta figura que cada día adquiere una mayor dimensión y agregaría a la que finalmente se está reconociendo en los hechos, la verdadera importancia que reviste. 

La reunión en Puebla motiva a una serie de reflexiones que decididamente caen en el ámbito por una parte, de las obligaciones que establece el 115 Constitucional referentes al municipio y por la otra es la lectura obligada acerca de qué  hacen los municipios en desarrollo, lo que no es lo mismo.

Todo municipio debe por exigencia constitucional fincar su actividad en el ejercicio de las obligaciones de agua potable, alumbrado público, recolección de  basura, calles, parques, jardines y su equipamiento, seguridad pública, entre otros. Cada uno de estos rubros presenta una serie de acciones que van desde el establecimiento, mantenimiento, conservación y preservación hasta una larga lista de subtemas que obliga cada uno y que bien conocen quienes han estado o están al frente de las dependencias encargadas de ellas. Entonces es común que los ayuntamientos se concentren en atender -pensando con optimismo- tales cuestiones hasta convertirlo en una rutina por tres años. Otro tanto del tiempo de una administración municipal lo absorben los asuntos de presupuesto. Una enorme cantidad de él se aplica en gestiones, informes, reportes y relaciones sindicales internas.

Si establecemos una línea del tiempo anotando debajo de ella las actividades que un ayuntamiento realiza  en aspectos presupuestales, administrativos y de gestión en el curso de tres años, veremos que se reserva poco espacio para sembrar con visión de futuro pero con beneficios a presente, proyectos que nos indiquen un progreso efectivo.

Pensando en retrospectiva, ¿Desde cuándo tenemos problemas con la recolección de basura, pavimentación, semáforos, agua potable, etcétera?  En los más dramáticos casos algunos responderán que son los mismos problemas desde siempre pero lo cierto es que distintas administraciones han realizado acciones con ánimo de solucionar. Vaya, hasta este momento no conozco a ningún presidente municipal que no haya deseado trascender en la historia positivamente. Unos le han apostado a construcciones, otros a pavimentación, algunos a cuestiones más técnicas como es la recuperación de cartera de prediales o saneamiento de las finanzas. Por mínimo, algo han hecho.

Sin embargo no salimos de lo mismo, amén de ralos avances. Cada administración municipal presenta su propia concepción de los problemas municipales y su propia forma de abordarlos. Pero no rebasamos ni subimos de escalón a pesar de las buenas intenciones que pudieran existir.  Parece que damos vuelta a los mismos asuntos, los mismos problemas, las mismas críticas y las misma actividad gubernamental solo que cada vez con nombres distintos de funcionarios. Claro, la realidad es abrumadora a la hora de sentarse al escritorio. 

Las tareas cotidianas son para todo ayuntamiento una verdad insoslayable, por lo que bien harían las administraciones municipales en reservar un espacio para proyectar con visión de futuro su quehacer de tal forma que a la par de cumplir con sus obligaciones estén atendiendo un eje transversal obligatorio encaminado a avanzar efectivamente hacia mejores espacios de vida comunitaria. 

Un claro ejemplo es la agenda del presidente municipal, que además es líder de cabildo y superior jerárquico de la administración pública. Tres tareas que se concentran en una persona solo puede ser efectivo en tanto que -como establecimos al inicio-, el tiempo sea el recurso más preciado y por ende mejor administrado. Un equipo de trabajo sólido lo será siempre y cuando la primera autoridad tenga claro que lo que hay de ejecutar es una planeación cuyo origen sea la participación ciudadana, que esté bien difundida entre la comunidad y que toca a él concentrarse en la gestión, control, seguimiento y evaluación de aquellas. Las meras ideas no son bienvenidas. Ocurrencias derivadas del mareo del poder, menos.

No se trata de que el presidente esté presente en todas las ceremonias tradicionales de una comunidad. Eso no significa que esté trabajando en sus encomiendas. Y menos aún si se hace acompañar por dos o tres o más funcionarios. Uno no puede evitar pensar en el valioso tiempo que se está desperdiciando en esos casos. Claro, sin demeritar el tema de la asistencia y representaciones a eventos, bien se pudiera establecer una fórmula que permita cumplir unas y otras. Bien comunicado el rubro, la comunidad misma lo reconocería.

De esta forma el presidente o la presidenta se concentra en ser el líder del motor de cambio y de desarrollo al que se aspira. Es la autoridad que gestiona, se engancha a programas estatales y federales, proyecta, prevé escenarios mejores para la comunidad, traduce las inquietudes de los distintos sectores municipales en proyectos de largo alcance con metas plausibles durante su período gubernamental con la finalidad de establecer estrategias de desarrollo local de tal forma que se provoque el interés de inversores y se generen fuentes de empleo.

Promover un gobierno participativo genera muchos y variados dividendos. Agricultores, ganaderos, empresarios, comerciantes, profesionistas, educadores, todos tienen algo que decir y que aportar a su municipio. Un error frecuente es agrupar estos liderazgos en comités municipales que terminan siendo dirigidos en la práctica por algún funcionario de segundo nivel, opacando sus voces y reduciendo sus participaciones en firmas que se asientan en algún papel a manera de requisito administrativo. Se logra justo lo contrario a lo deseado. O al menos a lo que auténticamente se desearía.

Los municipios mejoran en la medida en que la planificación sea a presente y a futuro con resultados tangibles y sostenidos que generen confianza y resten incertidumbre tanto a la comunidad como a inversionistas o empresarios. Se trata de tener municipios competitivos y no estructuras anquilosadas en el pasado, con prácticas añejas. 

Aquí entra además el uso de las redes sociales. Una utilización efectiva de ellas logrará establecer puentes de comunicación reales y directas con la ciudadanía en la medida en que la comunicación sea en dos vías y no la simple retahíla de un boletín de prensa con redacción setentera. Hoy por hoy, la sociedad reclama de sus autoridades un lenguaje sencillo, directo, sin empalagos ni rigideces. 

Habrá quien manifieste que los ayuntamientos apenas si alcanzan a realizar medianamente sus actividades como para andar pensando en otras de largo alcance. Nadie dijo que fuera fácil el reto. Y el reto no es que se lleven a cabo las típicas tareas a que está obligado un ayuntamiento, lo que de por sí es una obligación.

El reto es trabajar por municipios sanos, competitivos y productivos; el reto es establecer un nuevo modelo de vida gubernamental que nos permita vivir un desarrollo efectivo y no solo escucharlo en discursos a modo de ilusión.