Cosas de Reyna

El Candidato, la serie

Fotografía tomada de Google.com
Dediqué una buena parte de este pasado fin de semana a ver la serie El Candidato (Netflix) que refiere los acontecimientos del magnicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta, aquel negro 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas en Tijuana B.C.

En tanto transcurrían los episodios, iba rememorando las condiciones sociales y gubernamentales que en aquel tiempo la sociedad vivía, en la que gobernaba Carlos Salinas de Gortari en su último año de ejercicio (1988-1994), un gobierno que él mismo identificaba de liberalismo social. Como suele suceder, el último año es la suma política de los otros cinco, es el resultado de lo que se hizo o se dejó de hacer aunado al esfuerzo oficial partidista por continuar ejerciendo el poder. 

Y Salinas no fue la excepción. Si bien gozó al inicio de su mandato una alta popularidad y credibilidad básicamente con la detención de Joaquín Hernández Galicia alias La Quina, líder sindical de los Trabajadores de Petróleos Mexicanos, lo cierto es que al final terminó lastimosamente su mandato con una alta crisis social, política y económica. Surge una rebelión insurgente en Chiapas el 1 de enero de 1994, hace crisis el enorme gasto gubernamental, los tesobonos se vienen abajo con una consecuente fuga de dólares ante la incertidumbre financiera, Raúl Salinas, su hermano incómodo, fue acusado de transacciones ilícitas y finalmente arrestado en 1995 por cargos de asesinato y enriquecimiento ilícito. Vaya, las elecciones presidenciales en que salió triunfante Carlos Salinas de Gortari pasaron a la historia como el mayor fraude electoral mediante la caída del sistema en 1988, supuesta estrategia fabricada en unión con Manuel Barlett. Mal termina lo que mal inicia.

En este vertiginoso sexenio se privatizó la Banca, se dio paso a la Reforma Agraria y al Tratado de Libre Comercio. 

Mención aparte merece el Programa Nacional de Solidaridad conocido como Solidaridad, proyecto Salinista que tenía como finalidad lograr mayor justicia social. Es aquí donde se dan visos de participación social organizada, lo que no exime el alto grado de corrupción que de ello derivó. Este programa inicia en la Secretaria de Desarrollo Urbano y Ecología y termina por constituirse como Secretaría de Desarrollo Social (enero de 1992) cuyo titular era Luis Donaldo Colosio Murrieta. Nacía un candidato, el delfín del presidente.

Pudiera seguir evocando cuestiones gubernamentales que caracterizaron este sexenio, pero no es el caso aquí. Más bien es realizar comentarios sobre la serie El Candidato y lo que como ciudadanos vimos, vivimos y sentimos hace 25 años. Paradójicamente, la serie es casi como ver otra vez la misma película en la que nuevamente somos partícipes pasivos. A partir del deceso de Colosio, todo fue ver y escuchar una trama que no terminaba de despejarse a los ojos y entendimiento de los mexicanos. ¿Qué clase de novela grotesca era esta? Actores políticos, de gobierno y de partido estaban involucrados en mayor o menor medida. ¡Voces descarnadas exigían justicia en tanto que otras se engolosinaban con material de discurso vuelto a su favor, Colosio vive! Como si cada uno enarbolara la bandera de la justicia, de la exigencia, de no sé qué, pero lo hacían airadamente. Voces que se volvieron susurros, susurros que terminaron en nada, en un silencio cómplice o institucional, velo con el que se pretendió cubrir el concepto comodidad, ¡vaya usted a saber!

La serie El Candidato deja ver el alto grado de corrupción dentro de la otrora Procuraduría General de Justicia, los juegos sucios debajo de la mesa, el complejo entramado jerárquico en los hechos o en lo material que trata de maquillarse al amparo del formal, porque aquí las formas son el fondo. 

Se presenta a un Colosio que sin ser aún ungido como presidente de la República se anticipa peligrosamente a la toma de decisiones en asuntos fundamentales tanto para el ejercicio del gobierno como para la existencia del partido oficial, el PRI, lo que finalmente le costó la vida, casi como si él hubiera tenido la culpa. Aparece un Colosio que quedó solo tanto como el asesino solitario. Dos soledades dudosas en grado sumo.

 El Candidato no refleja fielmente los hechos. Pero ¿Quién posee la verdad completa? Como intento de recuperar una parte de la historia deja mucho a deber sobre todo para quienes vivimos aquella época. Lamentable la forma en que se aborda la inquietud de Diana Laura Riojas por dilucidar quién o quienes fueron los autores materiales e intelectuales del magnicidio. En algún momento de la serie parecía que estábamos presenciando una película de acción con todo y fondo musical. La nota dramática la sostienen en casi toda la serie con la enfermedad de la viuda. Penosa las formas. Tache por ambas cosas. El director o la producción prefirió irse por la línea comercial, la que vende. Nuevamente a expensas de aquel suceso.

Al amparo del nombre Luis Donaldo se han cometido enorme cantidad de tropelías. Pronunciar y abrazar el apellido Colosio era pasaporte para acceder a puestos de poder. Y lo lograron. Se deconstruyó el caso al punto de que hoy persisten dudas profundas sobre la teoría del asesino solitario encarnado en Mario Aburto. No es que el pueblo sea incrédulo. Es que la actuación gubernamental fue obscura, errática - ¿a propósito? -, con una investigación manoseada al infinito.

La serie El Candidato queda como una intentona de relato histórico. Para los millennials será una serie más de acción, intriga y poder.



Desde el siglo XXI: Gracias Benito Juárez!

Fotografía tomada de Google.com
Calles, avenidas, parques, jardines, escuelas, teatros y una larga fila de espacios llevan por nombre Benito Juárez. La lista continua y a lo que se percibe, no se detendrá. Es la forma que tenemos de honrar a un gran mexicano, Benito Juárez García. ¿quien no recuerda aquella frase que iniciaba con En un pequeño pueblo de Oaxaca, en San Pablo Guelatao el 21 de marzo de 1833 nació un indito...? Indito, como si el diminutivo fuera un perdón por ser indígenaHijo de padres zapotecas, huérfano a los seis años.

Hoy, a la distancia de aquellos tiempos de primaria me pregunto qué hubiera sucedido si la historia y vida de tal personaje hubiera sido abordada en su real y exacto contexto y no como una anécdota para recrear lecciones en aula y matar el tiempo. Porque recuerdo que algunos profesores solo se constreñían a mencionarlo a manera de cuento e historieta. Y yo lo veía en las imágenes de los libros de texto. Tan serio, tan recto, tan penetrante su mirada. Materialmente me tiraba en el pupitre con los codos sobre la mesa para dar vuelo a mi imaginación. Buscaba afanosamente en las siguientes páginas del libro de historia para ver donde más había algo escrito sobre él, lo que difícilmente sucedía puesto que era común escuchar el grito del maestro o la maestra exigiendo que siguiera el ritmo de la clase. 

Entre más leía por aquí y por allá sobre la vida de él, más me molestaba el darme cuenta que la historia del niño huerfanito era la más socorrida, la que provocaba lágrimas y lástimas. En ese tiempo no alcanzaba a descifrar las razones de la molestia. Sabía que me fastidiaba el cariz dramático, novelesco que se imprimía en los libros y en clase, y no a lo que este hombre pensaba y hacía. El colmo era que se nos explicaba que debido a que Benito Juárez -quien laboraba como pastor en sus años de infancia- había perdido una oveja para evitar el castigo se fue a Oaxaca. O sea, todo se lo debemos a la tal oveja. Desconozco qué tan cierto sea este supuesto pasaje de su historia pero me inclino a pensar que fue el ansia de progresar, de leer y escribir, de estudiar, lo que lo encaminó hacia Oaxaca. He aquí un tema de enorme trascendencia aleccionadora para todos. Descifrar los porqués y los cómo, inculcar el ánimo de progreso a través del estudio, a través de las letras y no con historias fantasiosas, pueriles o irreales nacidas de la mente de algún secretario de educación pública sexenal. o tal vez fue  el temor institucional a que realmente se educaran mexicanos dispuestos a cuestionar y exigir el quehacer público, lo que hizo que las enseñanzas fueran materia exclusiva de cuatro paredes.

La discriminación por su condición indígena es toda una historia digna de ser analizada con lentes actuales no para asombrarnos, sino para ver, realmente ver lo que estamos haciendo hoy en día con nuestros hermanos mexicanos. La discriminación se disfraza de formas insospechadas a través de los siglos.

A veces pienso que Benito Pablo Juarez García quedó atrapado en su apotegma "Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz". No es justo. Esta brillante construcción de palabras no puede opacar la dimensión Juarista. No concibo a nuestro país sin las Leyes de Reforma pero tampoco sin la imposición francesa del emperador de México Maximiliano de Austria, movimiento que al final dio origen a aquella frase famosa que se encuentra inscrita también en diversos países a manera de honra de este gran mexicano. Hasta el dramaturgo francés Víctor Hugo (autor de Los Miserables) llegó a escribirle una carta en la que solicita el perdón al ex emperador Maximiliano, quien había sido detenido. Una magistral pieza hecha carta que no alcanzó a enviar puesto que el emperador caído fue fusilado en el Cerro de las Campanas, en Querétaro.

Admiro y admiraré por siempre a Benito Pablo Juarez García, al hombre de ideales y de virtudes, al hombre que cambió la historia de México, porque tampoco entendería a este país  sin su figura, aunque lejos estoy de loas fanáticas loas propias de quienes desean fomentar cultos con ánimos de tender velos que empañen la realidad para establecerla a modo. No.

Juárez fue un hombre de su tiempo que le tocó vivir momentos históricos específicos. Veamos: alguien puede sobrevivir la jungla de lo político si no es con habilidades y uso de influencias y toma de decisiones cuestionables? Juárez tampoco. Estoy segura que no fue un dechado de virtudes ni de absolutas buenas intenciones, aunque estoy cierta que su perseverancia, constancia y disciplina aunado a sus ambiciones personales y profesionales lo catapultaron a ocupar diversos puestos hasta llegar a ser presidente de México y ganarse a pulso un lugar en la historia. Ah! Pero en México la palabra ambición suele tener un significado negativo. Entonces vale más tacharla y decir que fue una persona esforzada y que quede así, con libertad de interpretación para el imaginario colectivo.

Me gusta recordar a Juárez particularmente estos días. 




Enseñar a creer



fotografía tomada de Google.com

Columna dedicada a las mujeres que les han arrebatado la vida.
A las que luchan y siguen. A las que construyen. A las que vienen.

El mes de marzo presenta algunas particularidades como es el natalicio del benemérito de las Américas, Benito Juárez, el aniversario luctuoso de Josefa Ortiz de Domínguez y el Día de la mujer, aunque este último evento es de carácter internacional y surge a finales del siglo XIX. Mucho ha pasado desde entonces a favor de los derechos de la mujer entre los que destaca el sufragio femenino universal, mejores y mayores derechos laborales, protestas por las guerras, por solidaridad, por la búsqueda constante de la paz y del desarrollo de los pueblos. Ningún país, pueblo o territorio que se precie de serlo puede escribir su historia, presente o futuro sin la decidida intervención de las mujeres. 

Pero no es a eso a lo que deseo referirme en esta columna en específico.

Más bien es al hecho de que considero que cada 8 de marzo es materialmente secuestrado por la mercadotecnia a tal punto que se espera que los restaurantes estén llenos, que las flores desfilen por hogares, escuelas y centros de trabajo. Se espera que las mujeres sean felicitadas, que los abrazos fluyan, que las frases corran en largos ríos en redes sociales durante todo el día.  ¿Qué nos está pasando?

El día de la mujer no es un día para celebrar ni festejar. No tenemos motivos para hacerlo, es más bien conmemorar los hechos históricos que nos rodean, brindar el mejor homenaje a aquellas congéneres que lucharon en otras épocas y actuar en consecuencia. Y esto hay que repetirlo y reproducirlo mil veces. No podemos celebrar y danzar sobre los cadáveres de cientos de mujeres asesinadas, masacradas, violadas o desaparecidas. No debemos festejar sobre mujeres violentadas física y emocionalmente, o sobre aquellas que carecen de lo más indispensable para sobrevivir, o de las que ni siquiera son visibles en sus hogares. 

¿Qué hay que celebrar o festejar este 8 de marzo? Veamos algunas cifras: según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en nuestro país al menos 6 de cada 10 mujeres han enfrentado un incidente de violencia. El 42% ha sido víctima de violencia sexual en tanto 9 son asesinadas al día por razones de género. Según cifras oficiales, el 2018 contabilizó 786 víctimas de feminicidios en toda la nación, lo que significa que al menos fueron dos por día. Para enero de 2019 ya van 304 de nosotras. Hijas, madres, amigas, vecinas. Ellas. Así, de enero de 2015 a enero de 2019 son 12 mil 193 mujeres asesinadas en el país. Algo así como 8 por día.

El Estado de México, Colima, Guerrero, Michoacán Zacatecas, Chihuahua y Morelos son las entidades más peligrosas para las mujeres, se tiene el registro de que el 60% de los casos de feminicidio queda impune. Feminicidios, homicidios, secuestros, desapariciones forzadas, violencia de género, trata de mujeres,  son los encabezados recurrentes en la prensa y en las redes sociales.

 Así que nada que celebrar o festejar. 

Conmemorar sí, a las mujeres que han encabezado luchas, a las que continúan haciéndolo y a las que le siguen. ONU Mujeres maneja para este 8 de marzo de 2019 el tema “Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio”.  En una forma sencilla, fácil y creativa ONU-Mujeres propone algunos pequeños actos simbólicos para conmemorar el día: compartir en redes sociales una moneda en la que aparezca el rostro de una mujer, compartir el nombre de una calle con el nombre de una mujer, cambiar la imagen de cubierta de Facebook y twitter con alguna imagen alusiva, entre otras interesantes opciones. Se trata pues de crear y fomentar conciencia a través de la tecnología en uso inteligente e inclusivo.

Basta ya del grotesco desfile en redes sociales con felicitaciones a modo de frases alusivas a “mujeres guerreras” “mujeres cuatro por cuatro”, “mujeres todo terreno” El mundo está en una vorágine de cambios en el que debemos ser partícipes activos, dejar a un lado la laxitud y las frases huecas cuyo peligro radica en la repetición generacional para terminar siendo un hueco en el calendario... y hoyos en los cementerios.

Siempre tengo presente a Oprah Winfrey, famosa conductora y empresaria que en muchas ocasiones ha afirmado “Me enseñaron a creer que la excelencia es la mejor forma de derrotar al racismo o el sexismo. Y es como conduzco mi vida”

Enseñar a creer. En esto no hay trucos ni salidas fáciles.