Cosas de Reyna

¿Candidatos o cándidos?


Salgo de mi casa y lo primero que veo es un puñado de volantes tirados en la acera; el buzón repleto de ellos. Observo las casas vecinas iguales. Tomo uno de ellos y sin sorpresa leo que una persona solicita apoyo y simpatía pues aspira a la diputación local. Dos días atrás otro pintoresco volante topó en mi vista: Uno más – ¡más!- que desea ser presidente municipal. En el recorrido diario a mis labores, observo como van aumentando día a día las mantas y grandes desplegados con sendas sonrisas de quienes buscan, suspiran, desean, sueñan, piden y asumen merecer un cargo de elección popular.


Entro a Facebook y tengo correos por leer. El que no pide apoyo solicita que lo agregue a su página. Pregonan –cual si fuera botín- un caudal de contactos como si fueran votos efectivos que avalan su deseo ferviente de ser el elegido. Twiteer no es la excepción. Abunda cual competencia sangrienta frases elocuentes sobre lo que se debe hacer pero ninguno aterriza en nada.


Mensajes en volantes y redes sociales. Mensajes en mantas y en carteles. Anuncios disfrazados y otros no tanto. Sonrisas de oropel y poses mediáticas. Nos saturan con enormes, largas y cansinas currícula: Destacan desde sus estudios de primaria hasta lo que en este momento hacen. Incluyen lo que sea: padrinazgos de estudiantes, la conferencia aquella de 1980 que impartieron a 5 personas o el curso que llevaron de 3 horas. Aunque sea eclesiástico. El chiste es rascarle a lo que sea. Pareciera que el cúmulo de actividades que han desarrollado les es suficiente para merecer un cargo público. Claro está que eso de suficiencia para merecer entendido desde la perspectiva de estos seres. De otra manera difícilmente comprenderíamos algunos casos. Es la danza de los papeles en el mejor de los casos. Licenciaturas, maestrías y doctorados son cuestiones académicas que resaltan en negritas. Con letra más grande. Que se note. Que no pase desapercibido.


Y esto apenas empieza. A nadie parece importarle los tiempos electorales y de campaña. A ninguno le parece necesario cumplir con la normatividad que marca el Código Electoral. Surge la idea fatal - por lo muy posible- de que los partidos políticos están al si me delatas te delato. Se finge molestia pero se actúa igual. Eso sí, a la hora que sus intereses se vean afectados, los veremos rasgarse las vestiduras y exigir justicia y equidad con voces ahogadas, temblorosas, arengando dramáticamente con un micrófono ante sus simpatizantes y los no tanto, pero que acuden a ver qué sucede o tal vez porque no hay mejor cosa que hacer. Para el desenfado pues.


Los currículos no hacen buenos candidatos. No es la cantidad de puestos los que avalan a un buen presidente o un buen diputado. Habría que analizar como desarrollaron esa actividad y que hicieron en ese tiempo… Y por sobre todas las cosas, como salieron de ellos.


Si bien los grados académicos son importantes y necesarios, éstos no son garantía de sensibilidad social ante la problemática imperante ni es tampoco garante del sentido común que debe prevalecer en quienes ocupen un cargo.


No es la mejor sonrisa, ni el más pulido mensaje, ni la cantidad de contactos en las redes sociales, ni la manta más espectacular o la fiesta más nutrida la que definen a un buen candidato. Es el proyecto de trabajo que por cierto, en ninguno de ellos se ve ni se percibe. Un puñado de mensajes no hace un plan de trabajo. Ni definen rumbos. Ni avalan conceptos claros sobre gobernabilidad y políticas públicas que tanto requerimos. Con mucho, son vagas ideas que ayer leyeron en frasescelebres.net o en proverbia.net . Eso que nos los dejen a los simples mortales usuarios de las redes sociales, no a quienes se supone deben demostrar conocimiento político y de gobierno o al menos contar con asesores suficientemente preparados. La simulación no es el camino.


Seguimos con sed de proyectos que contengan ejes definidos que los ciudadanos podamos discutir, analizar y formular propuestas. Centrar el aquí y el ahora para desarrollar líneas de crecimiento común que nos permitan trabajar lejos del discurso y del oropel político. Y para esto no hay tiempo que esté prohibido por ley alguna. Es de marcaje social común.


¿O será tan difícil esta tarea?


Irónicamente cada uno de los ¿candidatos? Asume que aún no es tiempo de proyectos de esa naturaleza. Pero sí lo son para destacar y rendir culto a sus personas.

Memoria selectiva


Sucede con tanta frecuencia que pareciera común, ordinario y simple.


Los mexicanos tendemos a olvidar el pasado reciente y traer el más distante al presente. Todavía seguimos sancionando a Pancho Villa, Emiliano Zapata, Benito Juárez o Porfirio Díaz. Es más, aun es tema de debate Malintizin, más conocida como Malinche en cuanto a que si verdaderamente nos vendió al conquistador Hernán Cortés o simplemente actuó por amor. Pero esa es otra historia de la cual –por cierto- se tiene teoría propia.


El asunto es que en materia política es peor. Se señala con índice de fuego fechas como octubre del 68 o el error de diciembre del ´94 pero día a día se nos olvidan los crímenes cometidos ayer. Laxa es la ley y la justicia respecto a los niños de la Guardería ABC o las Muertas de Juárez o las madres que claman llorosas justicia por sus hijos desaparecidos. Pareciera que la nota roja de hoy sustituye a la anterior, cual si fueran páginas que van pasando sin marcar precedente.


Partidos políticos se desgarran señalando al otro como al causante de todas las desgracias nacionales, pero a casi doce años de distancia de la alternancia en el poder, no se advierten cambios sustanciales que den rumbo a la nación. La generación de empleos es escasa y si no, basta ver a miles de egresados de las universidades sumidos en la desesperación que terminan subempleándose porque lo principal es sobrevivir. Médicos, arquitectos, abogados, contadores, administradores y demás, laborando como recepcionistas, cajeros, secretarias, auxiliares de oficina, etcétera. Empleos honrosos por supuesto, pero no acordes a su preparación.


Creo que el discurso aquel de que es poco tiempo para resarcir daños ya no alcanza para justificarse. Las estructuras administrativas y de gobierno son mas engorrosas que nunca, muchas de ellas en manos de personas que ni siquiera poseen un título universitario en aquellos puestos que así demandan. La mayor de las incongruencias e ineptitudes de gobierno.


La memoria colectiva es delgada y selectiva: Ya se nos olvidó la opulencia de Martha Sahagún y los actos ilícitos de sus hijos. Ya no recordamos el rosario de ilegalidades de Vicente Fox o las escandalosas asignaciones de obra pública federal, estatal y municipal. O las irregularidades de los tribunales y consejos electorales en las elecciones inmediatas anteriores.


El que un solo partido político haya ocupado largo tiempo el poder derivó en irregularidades de todo tipo. Tipos que al parecer, han sido sustituidos por otros. Entonces, ¿Dónde está el cambio?. Tal vez fueron demasiado altas las expectativas o muy corto el merecimiento. Lo cierto es que no vemos un proyecto que defina una visión de país a veinte o treinta años. Sobre todo en los municipios: Caminamos erráticos, bajo inercias provocadas por una disgregación social resultado en mucho por la falta de líderes reales y auténticos.


En fin. Recordar el pasado solo para justificar conductas actuales y/o enardecer a las masas con discursos amañados no tiene sentido, pero hacerlo para evolucionar y ser un real motor de cambio que ayude a reconstruir el tejido social en tantos temas que a todos nos interesa, eso sería otra historia.

En otras columnas he mencionado y lo seguiré haciendo: Somos los municipios los que debemos por necesidad y por subsistencia contar con planes de desarrollo local y regional más allá de los tres años o de los seis o de los doce. Requerimos rumbo pero también requerimos analizar y evaluar los avances que tenemos como comunidad en rubros como educación, seguridad pública, economía, etcétera.


En épocas electorales seguramente observaremos algún o varios debates entre los pomposamente denominados líderes de cada partido político. Lideres durmientes porque en los tres años difícilmente destacan. Son Líderes de época, circunstanciales, temporales. Con fecha de caducidad.


De continuar así, no nos sigamos quejando de lo que hemos hecho hasta este momento ni nos asombremos que en 20 o 30 años más, sigamos exactamente igual…. O peor.