Cosas de Reyna

El precio del amor



Me refiero al amor que los ya casi candidatos y sus partidos políticos le profesan al voto ciudadano. Aquel que los encumbra y los coloca en espacios públicos sumamente deseados y anhelados. El precio es caro, pero ¡caramba! Para eso hay presupuesto. Este año por ejemplo, el IFE destinó tres mil ciento veinte millones de pesos para el sostenimiento de sus actividades ordinarias.



Y eso es solo el boleto de entrada al presupuesto mayor que son los distintos puestos de elección popular. Así, hasta se pudiera justificar el que la mayoría de los partidos políticos han iniciado en los hechos, la carrera presidencial. Declaraciones en todos sentidos hemos leído y escuchado. Los unos se descalifican a los otros sea por actuaciones del presente o del pasado. No importa. El asunto es invalidar, bloquear, cuestionar, exhibir, reducir, aniquilar.



Mal habla de un gobierno, y de una Nación- aquel presupuesto que se destina en enormes proporciones a la actividad partidista y escasamente considera rubros tan importantes como por ejemplo la asistencia social y de seguridad para aquellos trabajadores que han perdido su empleo o para quienes simplemente no encuentran ninguno. Programas de atención social van y vienen pero poco o nada se aborda sobre los avances reales y plausibles. Un país donde la pobreza no deja de serlo y donde el acceso a la educación sigue siendo cuestionable y cuestionada. Hasta ofensivo es la manera en que se dilapidan los recursos en medios de publicidad, eventos masivos, material promocional y una larga lista que al parecer, no tiene fin.



¿Qué nos espera a la vuelta de la esquina a los votantes? Un alud de discursos, una avalancha de promocionales mostrando cada cual su mejor cara: la que venda, la sonrisa que conquiste, la palabra que halague al oído. La ofensa dicho al adversario para obtener la simpatía de quien sea, con tal de que vote a favor. El apretón de manos que prometa empleo, salud, o lo que sea. El voto es la finalidad. Campañas que implican la danza de los millones, caminar, saludar, tostarse al sol, sudar, sonreír hasta que duela, pronunciar discursos melosos para los votantes con alta carga de agresividad para el rival. ¡Parafernalia pura! La intención es ganar a como dé lugar.



¿Cómo creer entonces en alguno si al final del dia todos persiguen lo mismo amparados en el mismo botín -llámese presupuesto- que les permite hacer y deshacer políticamente lo que mejor convenga?



Como ciudadanos, ¿Qué podemos hacer? Al menos tratar de protegernos y armarnos con una coraza que bien pudiéramos llamar madurez política nacida a partir del acontecer cotidiano que nos permita no entrar en esa vorágine que crean los partidos políticos en épocas electorales. Cuando la mafia partidista entra en su punto cumbre. La verdad y la realidad la tenemos ahora, aquí, en cada hogar, en cada persona: desempleo, falta de mejores condiciones de atención en educación, salud, seguridad, ente otros tantos. Analicemos lo que cada uno de nosotros y en el seno de cada familia hemos logrado a partir del esfuerzo que imprimimos a nuestras tareas y con esa misma madurez, salgamos a emitir nuestro voto razonado cuando asi lo marque el calendario electoral.



Eso sí, aprovechemos este tiempo para exigir a los partidos políticos a que generen compromiso efectivo y que soliciten reducción de sus presupuestos en el futuro, destinándose esas oprobiosas cantidades que hoy les asignan, al abatimiento de los renglones mas sentidos por la sociedad: pobreza, seguridad, empleo.



A ver si es cierto que tanto les duele y lacera la situación social actual.