Cosas de Reyna

Pandemia o Infodemia

Imagen tomada de Google.com
Desde que inició lo del Covid-19 hemos estado inmersos en toda aquella noticia que se relacione con esta pandemia. El temor se manifiesta de diversas formas y calibres. 

Expertos hay muchos y nuevos expertos hay otro tanto por desgracia. Estos últimos son aquellos que de la noche a la mañana han resultado epidemiólogos (de escuela patito) pero que alzan su voz recia como científicos nivel nóbel. En fin, ha habido de todo al grado que la OMS (Organización Mundial de la Salud) alertó sobre la infodemia para referirse a la abundancia de información falsa que se genera sobre el COVID-19, como una epidemia nociva de rumores que se propaga entre las personas y los medios. 

El caso presenta muchas aristas porque si bien se puede establecer un marco masivo de comunicación en materia de salud que proporcione información fidedigna a la población,  lo cierto es que en lo que respecta a los rubros políticos y económicos -que normalmente van de la mano- las hipótesis sobre la aparición de este virus se desbocan.

¿Acaso se trata de un reacomodo poblacional? ¿Acaso es un freno que la naturaleza nos ha impuesto? ¿O tal vez habría que considerar las hipótesis que afirman que es un virus remoto o un arma biológica para reducir la población de ancianos y equilibrar el porcentaje de hombres y mujeres así como para deshacerse de una franja que ya no es productiva, pero que es necesario mantener por los altos costos de salud que representan? Parece película de terror ¿no es cierto?

Adentrarse en hipótesis conspirativas nos puede llevar al infinito en una mezcla de ficción y realidad. Pero ¿cuál es la verdadera?  Tendremos que dar paso al tiempo que paradójicamente es el oro invisible en estos momentos.

En estos días sigo pensando que alguna criatura humana, en sus noches de desvelo bajo una mortecina luz de lámpara, con harta imaginación y muchas horas-películas se dedica a escribir y escribir para lanzar al plano cibernético sus febriles pensamientos, los que de inmediato son leídos, tomados y reproducidos como ciertos por millones de personas.  

Contrario a esa irrealidad (¿?), en este justo momento pienso en Edward Snowden, el consultor tecnológico de USA, empleado de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y en particular de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) que reveló documentos clasificados como de alto secreto en materia de vigilancia masiva. El hombre ha estado brincando de país en país solicitando asilo político pero el gobierno no pudo negar la existencia de la red de vigilancia que puso al descubierto Snowden quien por cierto se comenta que se encuentra en Rusia.

¿O es que las hipótesis provienen de mentes enfermizas que buscan propalar el arma más mortal que es el pánico colectivo, provocando poner de rodillas a países económicamente más potentes? Al más puro estilo de los viejos filmes de inteligencia y contrainteligencia entre la organización rusa KGB (Comité para la seguridad del Estado) y su eterno pleito de pantalla cinematográfica con la correlativa norteamericana CIA (Agencia Central de Inteligencia). 

Por ejemplo, se acusa a Donald Trump de ser el autor intelectual para resquebrajar la estructura económica de China. De hecho lo ha estigmatizado como “el virus chino”. Funcionarios chinos han manifestado que el Covid-19 es una enfermedad estadounidense que se introdujo por miembros del ejército que fueron a Wuhan en octubre del año pasado. Estados Unidos respondió vía Tom Cotton (Senador) que el virus fue manufacturado por el gobierno chino como arma biológica en contra de EE. UU.  La defensiva de China ha sido autoetiquetarse como potencia responsable al enviar material y ayuda a otros países. Piensan con visión, actúan en consecuencia.

Declaraciones de ambas superpotencias han ido y venido estos días, en tanto el COVID-19 sigue su macabra danza. ¿En medio de qué estamos? 

Las películas de espionaje han sido mis favoritas de todos los tiempos. He disfrutado tramas excelentes, admirado a escritores y directores cinematográficos, a icónicas figuras interpretadas por Sean Connery, Roger Moore, Matt Damon, Tom Cruise, Alec Baldwin, Ben Affleck; Jude Law y otros tantos. También he leído una cantidad respetable de libros de este género. Pero esto no es como las películas y los libros, donde alguien arrebata -previa larga trama- un microchip de manos malignas que desean destruir al mundo. Ni es evitar que algún perverso aplaste el legendario botón rojo que acabará con la humanidad. 

China, el gigante asiático por excelencia ha tenido una caída significativa en su producción industrial y de inversiones, algo así como un 13,5% interanual. Están urgidos y en acción constante para recuperarse.  Les sobra inteligencia y al presentarse ante el mundo como una potencia responsable lanzan al mundo su otra cara en un afán de minimizar o lavar la percepción mundial de que ellos fueron los culpables y por ello están trabajando sin descanso para hallar la vacuna. Y EEUU también lo está haciendo. Cada declaración que surge de uno sobre los avances para la cura, el otro lanza información tratando de superar al primero. 

Es la guerra de dos superpotencias en tanto el COVID-19 hoy, como antes el SARS (Síndrome Respiratorio Agudo) y otros que habrán de venir, son utilizados como armas de combate en la lucha por la imagen pública y el liderazgo mundial.

Al final, la fantasía y la realidad han cruzado sus caminos.

A las madres y familias con hijos en el extranjero. COVID-19

Conciliar el sueño estos días ha sido difícil. No puedo sustraerme a la vorágine de noticias de diversas partes del mundo y obviamente de México, en las que las cifras sobre COVID-19 nos van indicando la forma en que asciende la curva de infectados. Ansiamos que se aplane y con ello empezar a tomar medidas sanitarias de otro nivel que nos permitan ir saliendo de esta pandemia.

Mi sueño es intermitente. Despierto asustada, a veces corro a tomar té o una copa de vino que mitigue mis temores. Lamento profundamente las miles de muertes que por descuido, falta de credibilidad, carencia de apoyos gubernamentales o que simplemente quisieron continuar sus vidas como si nada, como si todo. 

Hoy deseo abordar el tema de la familia que tenemos fuera de México, sea por cuestiones laborales o de estudios. Este es mi caso. Mi hija se encuentra trabajando en Nueva Zelanda (NZ) desde hace algunos años, después de haber tomado varios estudios en aquel lugar. Agradezco tanto a quienes se han comunicado y lo siguen haciendo para preguntar cómo está, que medidas sanitarias se están siguiendo el aquel lugar y que si se encuentra realizando home office o de plano está encerrada en su casa. Diariamente me comunico con ella en más ocasiones de las usuales. Ella, tan correcta como siempre, trata de no preocuparme pero sé que tiene sobre sus hombros una gran responsabilidad en la empresa donde presta sus servicios. Le ha tocado instrumentar y ejecutar todo un plan para que la gran cantidad de personas que laboran en ese lugar puedan realizar sus actividades desde casa. Sé que ha dormido poco y trabajado mucho. Tanto como sé que colabora en todo aquello que pueda apoyar mucho más allá de sus obligaciones dentro y fuera de la empresa, bajo los lineamientos sanitarios de aquel lugar. Aunque no me lo diga. 

Siguiendo las reglas de salud de NZ, a partir de este miércoles el gobierno de aquel lugar ha decretado el cierre de sus fronteras. Nadie entra nadie sale a excepción de aquellos que tengan ciudadanía o residencia, previos análisis exhaustivos de detección del COVID-19 y un confinamiento obligatorio por 14 días. Aquí en México, ya estarían algunos enarbolando la causa como privación ilegal de la libertad o algo por el estilo. Cabe señalar que NZ cuenta con 102 diagnosticados, cero muertos y cero recuperados.

Cifras aparte, miles de jóvenes mexicanos se encuentran actualmente residiendo en otros países y por ende, miles de familias están en suspenso, en angustia, con deseos de tenerlos en casa y cobijarlos bajo el manto del tantas veces replicado en memes y chistes que solo los nacionales podemos entender: el comportamiento mamá mexicana. Pero eso no es posible; se nos han apagado las risas sobre ello. Al menos por este tiempo tan difícil.
Las redes sociales (RRSS) han sido el vínculo que nos une a nuestros hijos y desde acá tratamos de dar órdenes (estilo mamá, of course), no importando la edad que tengan. 

Hoy escribo para esas familias y madres de hijos que se encuentran fuera del hogar, fuera de nuestro México. Porque si de algo debemos sentirnos orgullosos es que primero tuvieron el arrojo y la valentía de salir del país en búsqueda de mejores formas de vida. Porque les dimos alas para volar alto y fuerte. Porque se fueron persiguiendo sus sueños. Porque no les fue sencillo despegarse de sus raíces y de su gente. Porque donde se encuentren estarán cuidándose y tratando de colaborar con personas que ni siquiera conocen pero que los motiva porque guardan con singular cuidado el concepto de ser humano, la solidaridad y la responsabilidad que como tales han asumido desde que en casa les inculcamos esos valores. Lo mismo harían aquí. Estoy segura. 

Me duele ver a mi hija fuera de casa en momentos tan complicados. Sí. En este justo momento estoy escribiendo desde su habitación, rodeada de sus gatos Pablo y Matilda que me los dejó sin yo pedirlo pero que como he comentado en alguna otra columna, terminó por convencerme. No sé a que hora, por cierto.  No puedo dejar de sonreír al verlos, pese a que ni uno ni otra entiende que la pandemia nos obliga a racionar alimentos. Exigen como siempre. No valen los largos discursos que diariamente les formulo, acaso producto de este encerramiento obligado.

Bromas aparte, ¿Cuántas madres, padres y familias estarán sintiendo lo mismo? Miles. Miles. Igual hay otro tanto de jóvenes que radican en el extranjero y que se vieron forzados a permanecer este tiempo en México porque simplemente se cerraron las fronteras de los lugares donde han decidido vivir. ¿Qué les espera al regresar allá? Estudios, trabajos cancelados, suspendidos, no sé a ciencia cierta pero trato de comprender la angustia que estarán viviendo junto a sus familias. 

Me dirijo entonces a ellos también. Porque dentro de todas las pruebas de crecimiento personal y profesional les ha tocado una de las más duras en su tiempo. Y la superarán con creces.

Por mi Ely, que donde está, sé que está haciendo lo mejor posible para vivir un mundo mejor sin importar fronteras ni países, ni razas ni colores. 




El folclor mexicano y el COVID-19



En 1971 la película The Andromeda Stain, luego Estallido y Epidemia en 1995, Carriers (Infectados), Zona Peligrosa en 1996, en 2009, Contagio, en 2011, Virus en 2013, Cordon en 2014, The hot zone en 2019, Pandemic en 2020, en fin, la historia fílmica es extensa tratándose de contagios, virus y pandemias que trataban de acabar con el mundo pero que, gracias a los directores, escritores y libretistas, nos salvábamos de forma milagrosa. El terror concluía con la palabra Fin. Nos levantábamos silenciosamente de las butacas de los cines y tras acaso una pequeña reflexión o comentario, calificábamos la película al amparo de una rica hamburguesa o de un buen vino.
Fotografía tomada de Google.com

Hoy las escenas son de la vida real. Apenas si alcanzamos a percatarnos de la rapidez con la que se expandió el COVID-19, pariente cercano del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo). El comentario obligado era preguntar cómo se había desarrollado el tal virus y a renglón seguido lanzar algún vituperio en contra de los chinos. ¡Ajá! Con que ellos fueron, igual que con el SARS, afirmábamos sin mayores datos. Pocos saben que el primer ensayo de vacuna ocurrió apenas 60 días después de que China comunicara la secuencia genética del virus para que los países desarrollaran kits de diagnóstico. Algo realmente increíble.

La información fluye y fluye. El asunto es que no toda la información es verídica. En el más absoluto folclor mexicano en redes sociales (RRSS) han desfilado miles de memes sobre el particular. El ingenio nacional no tiene límites. Se fue dando por etapas. Primero los clásicos chistes de la impenetrabilidad de virus porque nuestra genética está hecha a partir de la raza de bronce, porque sobrevivimos a sexenios nefastos y corruptos a la máxima expresión, porque el chupacabras no nos hizo nada, porque con ajos, limones y aspirinas estamos protegidos, porque los remedios de las abuelas son insuperables. La segunda etapa fue un poco menos jocosa. Las cifras empezaban a asustarnos y a preguntarnos cuales eran las acciones de gobierno y en qué carambas consistían los protocolos de salud para estos casos.

Luego, nuestro presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador en sus conferencias matutinas empezó a presumir de su escudo protector contra el coronavirus: honestidad y no corrupción, dijo. Además, mostró sus amuletos con la oración “detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”, un billete de dos dólares y un trébol de cuatro hojas. Díganme si no tenemos un México surreal. Temo que Salvador Dalí tenía razón cuando afirmó que nunca volvería a México porque no soportaba estar en un país más surrealista que sus pinturas.

Pero en algo tiene razón AMLO. Un presidente no es un todólogo ni puede ser experto en todo y quiero pensar que por eso no aborda el tema con profundidad, lo que reserva para el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell. Estoy cierta, porque la historia así lo demuestra, que en otras épocas gubernamentales se hubieran instrumentado grandes  y aparatosos programas cuyo presupuesto hubiera dado a parar a las bolsas de unos cuantos. Hoy el presidente pide confianza. Las cuentas finales tendrán la última palabra y esperamos que sean francamente halagüeñas.

Sin embargo, escuchar a Ángela Merkel, canciller alemana, Justin Trudeau de Canadá e incluso Pedro Sánchez de España, me provocan la necesidad de escuchar a mi presidente con un discurso más serio e institucional sobre esta pandemia. Afortunadamente está Hugo López-Gatell, Subsecretario de Prevención y promoción de la Salud, que diariamente da cátedra sobre sus conocimientos en la materia y lo que se está haciendo en torno al tema.

Por lo pronto, nos toca obedecer las instrucciones sanitarias mínimas. Además, el lunes 23 de marzo y hasta el 19 de abril se llevará a cabo la Jornada Nacional de Sana Distancia. Mucho del éxito dependerá de guardarnos en nuestras casas, lo que sabemos que no es fácil, pero es necesario. 

El 18 de marzo de este año, el director general de la Organización Mundial de la Salud envió un mensaje en el que recomendaba que no supongamos que no nos infectaremos. Antes bien, que nos preparáramos como si fuéramos a infectarnos. Se refería a los países y las medidas preventivas que como tales debían implementar todos los gobiernos del mundo, recomendando un enfoque integral con el fin de frenar la transmisión y aplanar la curva, lo que permitiría salvar vidas y permitir ganar tiempo para desarrollar vacunas y tratamientos.

Los mexicanos no podemos sustraernos a nuestra cultura tan sui géneris, acostumbrados a reírnos de la muerte, cantarle a ella y entregarle ofrendas. No podemos dejar de buscar el lado chusco de cuanto tema nos ocupe, porque es algo que traemos en el magma mexicano. Lo que no debemos hacer es ser superfluos ante problemas como esta pandemia que nos puede arrebatar lo más preciado que tenemos:  la vida.  

He aquí algunos datos del comportamiento del COVID-19 en algunos países. Las cifras corresponden al 20 de marzo a las 00:30 am

País
Diagnosticados
Muertos
Recuperados
China
81,250
3,253
71,266
EE. UU.
14,250
      12
      121
Canadá
923
      12
          9
España
21,571
1,093
1,588
Alemania
18,361
52
180
Francia
12,612
450
12
Italia
47,021
4,032
5,129
Irán
19,644
1,433
5,979
Australia
681
6
26
Corea del Sur
8,652
94

Nueva Zelanda
39
0
0
Brasil
904
11
2
Japón
1675
40
516
México
164
1
4

En suma, seamos socialmente responsables de atender disposiciones sanitarias para evitar el contagio. Al fin de cuentas ni somos invencibles, ni nos protegen amuletos ni nos salvará una aspirina o un té de manzanilla. 





1827 días sin Dulce

Recuerdo ese fatídico 15 de marzo del 2015.  Me levanté como cualquier otro domingo. Después de tomar un baño y disponerme a escribir para esta columna cosasdereyna.blogspot.com, recibí la llamada telefónica que derrumbó toda tranquilidad y paz familiar.  En mi cerebro aun retumba la frase que pronunció la persona que se comunicó: ¿Has visto a Dulce este día?  Se refería a mi sobrina Dulce Gabriela. El tono de su voz lo decía todo.

Fotografía tomada de google.com
De ahí en más solo recuerdo que el mundo, nuestro mundo familiar se volvió caótico. Empezó la búsqueda. Ver fotografías de un asiento de vehículo lleno de sangre que se aseguraba era de Dulce y/o de su novio Mario. Videos que circularon profusamente en redes sociales en las que se apreciaba que ambos habían sido subidos a un carro. Y de ahí, nada. Buscar y buscar. Recorrer parajes desconocidos, asistir a búsquedas y cateos de ciertos domicilios, vigilar, cuidar que la autoridad estuviera haciendo lo conducente y  que no se durmiera en sus laureles o que aventara el expediente con actitud burocrática. El tiempo apremiaba. Y ahí estaba. Acompañada por abogadas amigas, por amistades que brindaban apoyo moral y lo que en sus manos estuviera. Con nada se paga esto.

Aparece el cuerpo de Mario medio cubierto entre un montón de basura. Yo completa me derrumbé y ahí mismo hube de sacar la fuerza necesaria para continuar con ese calvario. Al fin de cuentas la abogada de la familia era yo y tenía que responder/actuar a como pudiera, en tanto todos en casa estaban en shock. Nada nos era claro. Todo era confusión, lamentos y llantos.

Acompañada invariablemente por una querida amiga abogada, recuerdo que pasamos días y horas sin tregua. Exigiendo a la autoridad y a través de radiodifusoras y medios de comunicación que nos entregaran a Dulce, que la queríamos viva. ¿Qué había hecho esta universitaria sana, tranquila, que no tenía en su haber más que ilusiones de vivir y de llevar una vida digna? Hasta ahora no lo entendemos. Su estilo de vida era honesto y sencillo.  Su novio era un profesionista serio y educado. Ella casi por culminar estudios de licenciatura, analizaba la posibilidad de estudiar maestría. 

Ante los hechos, la población de Caborca se volcó en una multitudinaria marcha que agradeceremos de por vida. La exigencia era clara. Dulce viva. 

Cualquier cosa que pudiera aquí escribir no reflejaría ni mínimamente aquella pesadilla. Muchas amigas y funcionarias colaboraron de distintas formas. No sé que hubiera hecho de no haber sido así.

Mi amiga abogada y yo perseguimos y fuimos sombra literalmente del ministerio público y toda autoridad involucrada. No dimos tregua ni respiro. Fue de esa forma que pudimos estar presentes en el momento justo en que encontraron el cuerpo de nuestra Dulce.  Tirado a la orilla de una carretera y con ello viene una debacle mayor. Ahogarse en llanto y al momento contenerlo porque había que pensar en cómo comunicarlo a la familia, la que al saber la noticia, simplemente cayó en un cuadro imposible, de verdad imposible de describir. 

Como resultado de la exigencia de justicia, a altas horas de la madrugada fui citada por autoridades ministeriales que en una pequeña oficina estaba reunida, incluidos altos funcionarios de la otrora Procuraduría de Justicia de Sonora  que se habían trasladado de Hermosillo a Caborca precisamente por el caso. Todos los allí presentes eran del sexo masculino. Pretendían en grupo convencerme -sin pruebas ni evidencias- de algo que definitivamente no era. Lo hicieron en grupo para presionarme o infundir miedo, no sé.  Lo que sí se es que no es ni será así. Fueron horas de discusiones. Hoy, personas que fueron encontradas culpables compurgan penas privativas de libertad por largos años.

¿Porqué escribo esto? Porque me he dado a la tarea de que cada aniversario del homicidio de Dulce y de Mario quede latente. Porque hay muchas Dulces por ahí que han sido víctimas de homicidio o de feminicidio y siguen esperando al menos justicia. Porque existen miles de familias que están pasando o pasaron por lo mismo si no es que por peores momentos. Porque es muy fácil para algunas autoridades argumentar cualquier cantidad de absurdos para con esto desvirtuar y/o restar importancia a los hechos. Como si esas tonterías o argumentos que provienen de personas sin cerebro fueran suficientes para justificar el delito cometido y con ello la absolución de los delincuentes.

Si bien muchos medios de comunicación fueron comprensivos al dolor y estaban a la espera de información fidedigna, no faltaron otros que se regoderaron en escribir con irresponsable pluma historias que reflejaban su mediocridad interna y el afan de obtener audiencia a cualquier precio. Jamás entenderé esto último. Al final, la historia habla por sí misma.

Escribo también por quienes están pasando por situaciones similares. Por quienes tienen hijas, hermanas, amigas, primas, madres desaparecidas, y que se ven obligadas a ser parte de procesos complicados,  de revictimización familiar, de presiones de los victimarios y un largo etcétera.

Escribo por ti, Dulce, a 1827 días sin tu presencia  y sin escuchar tu ya consabida frase Sonríe, es gratis.





¿Y qué con la violencia de la mujer hacia el hombre?



Busco afanosamente en internet artículos que den señales sobre qué hace la mujer para erradicar la violencia de género. Me refiero concretamente respecto a aquellas mujeres que han tenido acceso a la educación, nacidas en el seno de familias más o menos funcionales y con cierto grado de cultura. Pienso que es en este segmento donde existe una fuerte carga y responsabilidad social para generar cambios plausibles.  Es claro que  la carga no se puede dejar solo al gobierno y a las organizaciones civiles. 

Por otro lado, me resulta a veces incómodo el bombardeo de información sobre la violencia de género que existe hacia la mujer sin que se manifieste nada respecto a la violencia que esta ejerce sobre los hombres e incluso sobre su familia. Y para esto no se requiere contar con grandes títulos académicos. Insisto, sin desconocer que es hacia ella el mayor grado de violencia nacido de la realidad.

No es común leer o escuchar sobre la violencia en hombres ejercida por mujeres. Incluso es posible que la misma frase parezca chocante o absurda habida cuenta que el hombre se encuentra identificado con fuerza física y machismo. Así, respecto a la mujer se le denomina violencia de género. Pero si recae en un hombre la tal violencia cambia y se le denomina hombres maltratados. ¿Qué razones fundamentadas existen para ello?

Cifras del Instituto Nacional de Geografía e Informática indican que, en 2015, del total de denuncias interpuestas, el 25% corresponde a hombres maltratados por sus parejas. Del total de 5,632 personas denunciadas por violencia doméstica, el 76,2% fueron hombres y un 23,8% mujeres. Si bien los datos registrados corresponden al año 2011, son los que oficialmente se reportan hasta hoy en México. En la Ciudad de México en el año 2019 el Centro de Atención a Riesgos Victimales y Adicciones (CARIVA)atendió a mil 743 hombres víctimas de violencia de pareja o en el seno familiar por parte de hijos o padres. La asociación civil Colectivo Hombres sin violencia, indica que el 40% de los mexicanos sufren algún tipo de maltrato pero que solo el 4% de ellos denuncia formalmente frenados por el machismo o la vergüenza.

Pero los datos oficiales pueden distar de la realidad. El mismo machismo y la condición fijada por estereotipos sociales provoca que los hombres no denuncien a sus parejas. A la par de sentirse avergonzados si lo hacen, es muy probable que sean sujetos de burla socialmente hablando así que optan por callar. Al igual que la que se ejerce en la mujer, la violencia hacia los hombres puede ser agresión física, psicológica, patrimonial, y sexual entre otras variantes. Y de esto pueden hablar mucho los hombres… pero no se atreven. Sienten que el miedo al ridículo, el mostrarse sometido o débil puede llevarlos a la humillación. Nuevamente los estereotipos y sanciones sociales nacidas de una inadecuada percepción de roles conllevan a sostener relaciones de pareja no saludables ni armónicas incluso de por vida, puesto que es más fácil que una mujer denuncie la violencia de pareja y se separe de él, a que un varón lo haga.

Hay un algo de falta de apoyos jurídico-administrativos en materia de protección a hombres víctimas de violencia, a más de problemas de credibilidad iniciando en la misma familia. Muchas mujeres cuentan con armas letales y no se encuentran precisamente en los códigos penales como instrumentos de delito o en leyes administrativas para ser sancionables. 

En efecto, la peor violencia que una mujer puede realizar a un hombre es la violencia psicológica. En esta modalidad no existen instrumentos tangibles como sucede con un cuchillo, un revólver o una agresión física donde quedan evidencias más o menos claras. La palabra puede ser la espada más filosa, dañina, inmisericorde, que sobaja, lastima, rompe límites del respeto, humilla y afecta permanentemente la autoestima. Y lo saben. Si la agresividad con la palabra tiene alcances insospechados, el silencio deliberado, consciente, el que se utiliza para querer castigar, los mensajes indirectos para provocar e infligir lesiones mentales no se quedan atrás. El chantaje sentimental, familiar, social, económico y patrimonial pueden ser también formas de violencia que dejan marcas emocionales profundas. Ni que decir de la autovictimización a la que algunas mujeres recurren en aras de mantener a cualquier costo a su pareja.

No son pocos los casos que terminan en una penosa aceptación del comportamiento violento de la pareja. Todo por llevar la fiesta en paz. Aunque ni sea fiesta ni sea en paz. 

Como seres humanos, tanto el hombre como la mujer poseen cierta cuota de agresividad. El asunto es qué estamos haciendo para erradicar la violencia de género (mujeres y hombres), cómo nos estamos educando para que esa cuota de agresividad se lleve al plano de la comunicación abierta en la pareja para llevar relaciones sanas, honestas, respetuosas en un plano de igualdad y armonía.