Es cosa ya común los
enfrentamientos mediáticos de quienes ostentan un cargo público de elección
popular: Si no es por la reforma hacendaria, es por la reforma energética o la
laboral o la política. O es por actos de corrupción de partidos
políticos, prebendas, actos sin transparencia, etcétera. Los temas sobran, tanto como políticos
existen. Y los hay de todos tipos: Desde el que abraza el discurso cual si fuera espada
que blande al aire para combatir a sus detractores, o el que con frases
lapidarias avienta al ciberespacio su mordacidad con claros tintes de
denostación dirigida a quien sabe que político o funcionario público.
El fenómeno que se está
presentando entre muchos de los actuales políticos es por demás curioso: Parece que escuchan a sus
interlocutores. Pero sus ojos y sus
oídos están en cualquier otra parte. Al
presidir actos toman nota. Ven a su
público, toman nota otra vez. Y envían
papelitos por aquí y por allá. Parece
que sancionan, que juzgan, que toman lista.
¿Qué les pasa? Lo peor es que no
escuchan a quien tiene el turno de la voz.
Hablan y hablan con sus vecinos, sin mayor respeto. Se delatan en sus propias acciones egoístas
que pretenden vender como actitudes campechanas, populares. De pueblo pues.
Malas señas.
En esta carrera política que se
ha desatado en Sonora, existe una doble vía: Denigrar
al contrario –bajo el obscuro manto de
la dudosa candidez- , y de vuelta
posicionarse para obtener la simpatía de los electores. Como un combo. Todo con miras al 2015. Casi seguro es que el 2014 será el año de
mayor guerra mediática, discursiva, atacante, de señalar con índice de fuego al
contrario, de eventos cansinos en el que cada cual relate lo tanto que ha hecho por
su comunidad y sus regiones. Donde cada cual destaque a gritos lo magníficamente
gestor que ha sido. Lo sublimemente relacionado que está con los altos jerarcas,
como si eso fuera garantía de ser mejor administrador de la cosa pública.
¿Y el pueblo donde? ¿Aplaudiendo desde el hambre los discursos?
¿Festejando desde el desempleo el anuncio de grandes proyectos? ¿Vitoreando al
gran candidato desde las injusticias ya cotidianas?
No. Como ciudadanos debemos
comprometernos a crear un bloque de conciencia, de madurez política que
nos permita tomar decisiones basadas en el conocimiento y no en la parafernalia
que nos brindan cada día. Quienes hemos
tenido la fortuna de recibir educación académica, estamos infinitamente
obligados a participar en esa creación de conciencia social. Sea a través de opiniones en casa, en foros
de consulta, en charlas y mesas de café, en columnas periodísticas o
blogs. O utilizando las redes sociales. El asunto es ser partícipe en la formación
y/o consolidación del deber ciudadano basado en conocimiento, en realidades
vistas a partir de nosotros mismos.
Tenemos poco más de un año para
que podamos de nueva cuenta votar por ayuntamientos, diputados, senadores y
gobernador. Empecemos desde ya a
reflexionar: ¿conocemos los planes de desarrollo municipal y estatal? ¿Existen
cifras reales de desarrollo que nos indiquen dónde estamos y -lo más importante- hacia donde vamos? ¿Hemos realmente
avanzado en el desarrollo social y económico?
Más allá de los informes y estadísticas: ¿Tenemos mayor y mejor seguridad en nuestras colonias?
Nuestros hijos… ¿tienen mejores profesores? ¿La calidad educativa es mejor?
Es pues en lo cotidiano donde podemos percibir -básicamente-
el buen o mal gobierno.
Para que la Casa –la Sociedad-
gane, se requiere avanzar en una serie de satisfactores que alcancen a las
grandes mayorías. Establecer políticas
públicas, de gobierno y de administración que permitan tener cada vez menos
pobres y particularmente menos –muchísimo menos- nuevos ricos, que abundan cada
trienio o sexenio.
Así como los políticos de
temporada, los de moda, los nacidos al amparo del compadrazgo o los de casualidad han empezado con sus
labores de proselitismo desde ya, de esa misma manera demos inicio cuanto antes
a la sana reflexión sobre actividades de gobierno, las de los partidos políticos y las de los
que pretenden ser ungidos en las próximas contiendas electorales. Hagamos cuentas, analicemos a cada actor
público en su decir y en su hacer. Que
no nos sorprenda el desconocimiento ni nos aniquile la memoria. Compartamos
ideas públicamente. Que la medida sea enriquecer nuestro conocimiento. El de todos. Que la consigna sea acudir a las urnas con votos seguros y firmes. Nacidos de la razón y no del precio. O del aturdimiento.
Que toda actuación política
cuente y que cuente bien. O la Casa
pierde.