Cosas de Reyna

Pita Amor 2014


(Para leer  un día nublado y lluvioso)
Hace unos días, en amena charla con un apreciado amigo, conversábamos sobre Pita Amor de quien no conocía él su obra.  ¿Quién es esa Pita Amor? –Me preguntó-.  De inmediato procedí a mencionar el trabajo que esta poetisa mexicana realizó en vida.  Le conté sobre su personalidad y carácter.  Amistad  de Maria Félix y Frida Kahlo. De Picasso, Rulfo, Gabriela Mistral y una larga lista de personajes de la época de los cincuenta. Amiga del alma de Salvador Dalí lo cual no era ni sencillo ni común. Eran dos locuras en una que estallaban en mil haceres y deshaceres.
-En alguna ocasión escribí sobre ella- Le dije.     -Tampoco  leí eso- Me contestó.   
Pensé en mi Pita Amor y lo olvidada que está. Pensé en la Pita polémica, en la Pita graciosa, irreverente, culta, atrevida.  A ella, con los honores máximos a esta musa y poetisa mexicana y para mi amigo que ahora sí está completo –le dije en tono de broma-culturalmente hablando, dedico esta columna publicada hace algunos años en este mismo blog:
El recuerdo es difuso.  No ubico con exactitud  en el tiempo cuando fue que me topé con ella y su obra.  En algún momento de los tantos en que no hacía más que leer y leer. Porque en algún momento de mi vida solo hacia eso. No como ahora, por desgracia.  Sí en cambio, tengo ubicada la estación del año en que fue: invierno.  Esto me sucede con frecuencia: Ubico ciertos sucesos  por estaciones y no por fechas. Quien sabe porqué.  También sé que fue en Cananea. 
Una de esas noches largas en que la nieve nos impedía salir a cualquier lugar, tomé un libro de los estantes en la casa de la hermana de mi madre, donde yo vivía. Adoraba el aroma a libros viejos.  Todavía.  Me gusta ese olor tan peculiar que tienen. No sabría explicarlo.  Es una combinación de olores y sensaciones. Esa vez, por enfado y tratando de hacer algo distinto, decidí que fuera mi olfato el que me ayudara a escoger  un libro: Claro, fue  el de Pita Amor. Así fue mi encuentro con ella.
La conocí a través de su poesía; la admiré por su vida y me subyugó por su esencia. Así de simple.
Pita Amor es conocida como la Onceava Musa. Fue también modelo de Diego Rivera y Soriano que fueron dos de los pintores más destacados de la época.  En mi opinión, vivió una época que para su espíritu era atrasado. ¡Provocaba cada escándalo!  Se acostumbró a ser el centro de atención desde pequeña. Se llamaba a sí misma “Reina de la Noche” porque tenía por costumbre recorrer el Paseo de la Reforma de la Cd. De México. La leyenda urbana dice que las prostitutas y gays de la Zona Rosa le otorgaron el título de La Abuelita de Batman: Se vestía con capas y mantas.  Nada de ropa interior. Bueno, esto fue casi al final de su vida.  Me refiero a lo del título, no a lo de la ropa interior, que eso fue cuando joven.
Su vida fue intensa, llena de placeres, de amores y de amarguras.  Leer su poesía es conocerla. O pensar que se le conoce. Sus temas eran sobre el miedo, la soledad y la angustia. Desde la noche que la encontré, la he leído muchas veces misma cantidad que he disfrutado sus lecturas. Pero conocerla fue distinto.  La vi por televisión en alguna entrevista.   Ya muy mayor, se maquillaba con singular acento: boca roja o rosa encendido.  Con algún exagerado adorno  en su cabello. Con una lucidez increíble y personalidad avasalladora.  Se dice que quien la conocía jamás podía ya olvidarla.  ¡Ay Pita! Nos hubieras dejado de perdida tus secretillos a manera de consejas. Mira que ahora solo nos atiborran con supuestos best seller donde nos recetan una serie de máximas sobre como seducir, tratar, tolerar, comprender, convivir, soportar, entender, comunicar, compartir, cautivar, atraer y encantar a los hombres. Francamente pura literatura barata que si trata uno de llevar a la práctica, los resultados pueden ser desastrosos.  Lo más cercano a la realidad que hasta ahora he leído es  Los hombres son de Marte y las Mujeres son de Venus.  Y aún le tengo ciertas reservas.
En fin.  Pita Amor no se dejaba dominar por nadie. Jamás pasó inadvertida.  Bella, inteligente, libre. Única e irrepetible. Muchos escándalos rodean su vida.  Otros dicen que su historia se construye a partir  de escándalos. Yo prefiero pensar que su vida se formó de eventos que la ayudaron a construir –a veces con sangre- su  obra literaria.  Tuvo aventuras, romances, relaciones trágicas; perdió  un hijo al cual había dado a su hermana para que lo criara.  Tal vez su mayor tragedia es que se quería a ella misma más que a nada en la vida.   Tanto que no pudo hallar el amor fuera de ella misma.
En alguna ocasión declaró: “He sido joven, soy joven porque tengo la edad que quiero tener; soy bonita cuando quiero y fea cuando debo”
“La angustia hace mucho que la abolí. La abolí por haberla consumido”.
Bella, subyugante, eterna Pita Amor.

 

 

 

El Siervo de la Nación y el Grito de Dolores.


José María Teclo Morelos Pérez y Pavón, a quien conocemos como Morelos, discípulo de Miguel Hidalgo, fue sacerdote, militar insurgente y patriota mexicano que planeó, organizó y ejecutó la segunda etapa de la guerra de independencia de México.  Fue arriero y vaquero.  Agricultor y ganadero.  Estudió gramática y gustaba de fiestas, las que eran aprovechadas por los conspiradores -del movimiento de independencia- con el pretexto de celebrar tertulias literarias.  La vida de Morelos fue intensa, tanto como lo fue este hombre atractivo y enigmático.  El mes de septiembre es justificación suficiente para abordar la independencia de México y con ello a los grandes hombres que protagonizaron esta etapa.   Tema tan lejano en la historia como cercano en los hechos.  Tal vez porque independientes no somos en la vida real o no al menos como lo concibió este prócer.
Morelos poseía una personalidad única.    El Congreso de Anáhuac (1813), primer Congreso independiente legislativo  convocado por Morelos,  decidió nombrarlo con el cargo de Generalísimo y acordó tratarlo como Alteza Serenísima.  El caudillo, al ser notificado de ello, guardó silencio para después, con voz serena y firme optó por declinar aceptar tal acuerdo.  Pidió ser llamado simplemente Siervo de la Nación.
Doscientos un años han transcurrido desde que José María Morelos  pronunció su ya legendario discurso Sentimientos de la Nación ante el congreso de referencia.   Un documento de valor histórico y político inigualable donde se destaca la importancia de los Derechos Humanos y de la Libertad.   De lectura obligada para los abogados.   Entre otras cuestiones relevantes para el momento aquel, se declara la independencia de América de España,  se cambia la forma de gobierno de monarquía a liberal,  se proscribe la esclavitud,  se afirma  que la soberanía dimana del pueblo, se establece que el gobierno se dividiría en tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.  Nuevos vientos envolvían a la nación.  Con un mucho de esperanza y con un mucho de liderazgos portadores de valores y lealtades.
La visión de Morelos por tener una patria justa e igualitaria  se hace presente con mayor énfasis al declarar que se deben dictar leyes para moderar la opulencia y la pobreza.
Moderar la opulencia y la pobreza, como consecuencias fatídicas del mal gobierno donde pocos se enriquecían mucho y los muchos carecían cada vez más hasta de lo mínimo indispensable.  A  más de dos siglos de distancia ambos conceptos siguen vigentes desafortunadamente.
 La  guerra de independencia tuvo su antecedente en la invasión de Francia a España (1808) y se extendió desde el 16 de septiembre hasta su consumación el 27 de septiembre de 1821 con la entrada del Ejercito Trigarante a la Ciudad de México.   Trece años de lucha como consecuencia de un proceso político y social resuelto por la vía de las armas que puso fin al dominio español en la Nueva España.  Como quien dice dos sexenios.
No es desde luego el caso afirmar o pretender siquiera establecer una postura bélica para que el mal gobierno deje de serlo y que la pobreza desaparezca –o  al menos que disminuya-.   Pero sí posicionar nuestro particular criterio  en que las mejores armas que tenemos hoy en día son  las redes sociales como medio para revolucionar pensamientos, opiniones, conocimiento ciudadano y en suma, utilizar esta herramienta como el arma  más poderosa que jamás ninguna persona tuvo, sin soslayar que la pobreza es el principal elemento de privación de este avance tecnológico para muchos.  Las necesidades sociales no tienen fronteras pero tampoco lo tiene el conocimiento. Y a esto hay que apostarle.
Abolir el dominio perverso, maquiavélico, tendencioso, voraz e insaciable de los gobernantes es tarea de todos, de  personas  que se expresan, opinan y exigen resultados.   
No permitamos que  el Grito de Dolores que las autoridades realizan cada año, sea un acto meramente protocolario o  lleno de colorido como  diversión de una noche.  Tampoco  es la fecha del puente.   Es y debe ser motivo de análisis y reflexión en torno a lo que hoy concebimos en su más amplio concepto como independencia;  reconociendo sí, la valía y patriotismo de los héroes que nos dieron patria y a su vez, calificando a  los líderes de hoy en día –si los hay-  si acaso  reproducen como gobernantes los altos valores de aquellos grandes hombres.  La calificación popular es sabia: La rechifla para el reprobado o el aplauso que reconoce el desempeño.
Dar el Grito de Dolores es un serio compromiso con la historia y con el presente: debe ser sinónimo de orgullo por el desempeño y trabajo de gobierno del que lo  da.  Es un grito cuya génesis se encuentra en la satisfacción del deber cumplido, sea Presidente de la República, Gobernador o Presidente Municipal.  Debe ser la voz alzada de quien está cumpliendo, del que está haciendo su trabajo como debe hacerlo, como le es exigido.  De otra manera, solo es un triste retumbo como eco perdido en un callejón obscuro de barrio maloliente y  desconocido.

 

 

 

El camino que lleva de una coalición electoral a una coalición de gobierno. A propósito de la reforma electoral y política.



Conviene revisar tanto la nueva Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIP) como la también nueva  Ley General de Partidos Políticos (LGPP)[1], ambas del 23 de mayo de 2014.   Seguramente nos encontraremos con algunas cuestiones que sin ser novedades, sí resultan ser de nuestro ser de interés.

Los dos documentos abordan el tema de la coalición como derecho de los partidos políticos dentro de los procesos electorales. Coalición entendida como una forma de participación electoral  de dos o más partidos políticos que se unen previo convenido debidamente registrado ante el Instituto Nacional Electoral.   

Es posible una coalición total donde los partidos políticos coaligados postulan en un mismo proceso federal o local a la totalidad de sus candidatos bajo una plataforma electoral.  Pero, si se coaligan para las elecciones de senadores o diputados, entonces tienen que hacerlo para la elección de Presidente.  Si se coaligan para elección de diputados locales, entonces deberán hacerlo para la elección de Gobernador.
La coalición parcial es –en cambio-  cuando en un mismo proceso federal (al menos el 50%) los candidatos a cargos de elección popular lo sean bajo una misma plataforma electoral. La coalición flexible  es cuando se postula al menos a un 25% de los candidatos.
Tanto la LGIPE como la LGPP establecen en su articulado una serie de requisitos, obligaciones, tiempos, formas y procedimientos para los partidos políticos que pretendan coaligarse.  Se señalan topes de gasto de campaña, acceso a radio y televisión, propaganda electoral, entre otros.
Pero veamos la coalición de gobierno, que de suyo es aún más interesante.
A raíz de las últimas elecciones federales donde el margen de  resultados ha sido muy cerrado y considerando que la representación legislativa es también muy similar entre los partidos políticos, se ha provocado que la polarización política sea materialmente la que gobierne.  Las fragmentaciones partidistas y partidarias han provocado –con mucho- inestabilidad social y precario rendimiento en cuestiones gubernamentales. El caso es que hasta ahora las coaliciones electorales solo han servido para garantizar un mínimo para continuar siendo partido y acaso para colocar a uno u otro funcionario nunca en puestos de primer nivel.
Uno de los aspectos relevantes de la reforma política, es transitar de una coalición electoral a una coalición de gobierno: coalición para gobernar con el objetivo –se dice- de llegar a acuerdos político-gubernamentales de relevancia con los diversos partidos políticos.  Veamos:
El artículo 89 de la Constitución Política Mexicana en su nueva fracción XVII establece que el Presidente de la República tiene facultades para:
En cualquier momento, optar por un gobierno de coalición con uno o varios de los partidos políticos representados en el Congreso de la Unión.
El gobierno de coalición se regulará por el convenio y el programa respectivos, los cuales deberán ser aprobados por mayoría de los miembros presentes de la Cámara de Senadores. El convenio establecerá las causas de la disolución del gobierno de coalición.  
 
Así, la reforma política presenta alcances insospechados.  Se argumenta que la reforma antes dicha es con el fin de fortalecer al Estado Mexicano.  La pluralidad de partidos políticos y el acceso a cargos de elección popular –por diversas vías-  han disminuido notablemente la capacidad para obtener mayoría en las cámaras de senadores y diputados.   Lo anterior derivó  en una  parálisis legislativa que con mucho, impidió avanzar en la construcción de una plataforma jurídica que diera sustento a los grandes cambios que requiere la Nación. 
Con esta reforma, a la coalición electoral se le suma la coalición de gobierno donde el Ejecutivo, si así lo considera y previo  convenio  entre uno o más partidos políticos –adicionales a aquel que está en el poder-  puede, con aprobación del Senado, optar por un gobierno de coalición.  Finalmente la coalición electoral era un tema que se diluía con el proceso mismo.
El Presidente tiene con esta reforma la posibilidad de integrar en su gabinete personas cuyo origen partidista no sea necesariamente el suyo  y cuyos cargos deberán ser aprobados por el Senado suponiendo que el Ejecutivo opte en cualquier momento por un gobierno de coalición.  Actualmente todos los Secretarios de Estado son nombrados y/o removidos libremente por el Ejecutivo.
El espíritu de la coalición en términos del artículo 89 fracción XVII de la Carta Magna, es que el Ejecutivo tome acuerdos centrales de administración pública  con otro u otros partidos políticos que convengan en la coalición  y con ello, se dará en los hechos un co-gobierno  entre  ambos órganos –Ejecutivo y Legislativo- dado que tendrán los coaligados partidos políticos injerencia (a virtud de la citada coalición) en la toma de decisiones tanto en uno como en otro de los poderes del Estado.   Quienes impulsaron esta reforma afirman que no atenta a la División de Poderes y en efecto, formalmente es así.  En los hechos es donde persiste la duda.
Esperamos que esta reforma sea al menos  un avance  para transparentar la actividad que típicamente conocemos como  acuerdos en lo oscurito y  pactos tras bambalinas. 
Lo cierto es que será hasta que suceda en la realidad un gobierno de coalición, estaremos en condiciones de juzgar si es o no esta medida suficiente para evitar el colapso gubernamental derivado de la parálisis legislativa donde la mayoría simplemente se pierde por la fragmentación de representaciones políticas.
Confieso que no estoy muy segura de querer vivir como ciudadana un gobierno de coalición, tras tantos años que tenemos como mexicanos siendo conejillos de indias de gobiernos de todo tipo.
Habrá que ver.






[1] Consultar: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/index.htm