Tenemos
un problema pero definitivamente no es el mismo problema. Usted, en su ambición por ser presidente de
Estados Unidos, ha mostrado escasas luces
intelectuales hacia mi país,
México. Así lo evidenció en pocos
minutos al pronunciar un discurso que pretendió ser grandilocuente pero que
definitivamente tuvo una aparatosa caída bufonesca al anunciar su intención de
convertirse en candidato presidencial del Partido Republicano de aquel país al que respeto profundamente.
Ha llamado a mis hermanos de sangre y de
suelo, violadores y criminales. ¿Quién
se está creyendo que es usted? Sé que
acostumbra ser protagónico, que le gusta ser controvertido y con ello ganar
reflectores. Pero no le permito que sea
a costa de pretender humillar a mi raza.
Y no es cuestión de un patriotismo mal entendido ni de una mexicanidad a
ultranza.
¿Conque
usted asume que porque habló con guardias
fronterizos[1] supo que los mexicanos llevan droga, crimen y
son violadores? Vaya forma de realizar un análisis profundo. No quiero imaginar cómo le iría a su país, en
el remotísimo caso de ser POTUS[2] si sus
decisiones gubernamentales las tomara a partir del dicho de tal o cual persona.
Usted
indica que México manda a su gente pero no manda a la mejor. Está enviando a gente
con un montón de problemas. Y, en un acto de suma bondad pretende hacer ver
que hay algunos que son buenos. ¿A qué obedece señor esta xenofobia? A sus setenta años, ¿todavía la vida no le ha
enseñado que a las personas ni a los países se les debe etiquetar a la
ligera? Tengo entendido que profesa el
presbiterianismo. La de Juan Calvino[3], John Knox, entre
otros. Religión que está basada -entre otros conceptos- en el arrepentimiento,
la justificación por la fe. Por cierto, una de las frases que se atribuye
a Juan Calvino refiere: Los que
prematuramente se colocan para erradicar con todo lo que es desagradable para
ellos, aplastan el juicio de Dios y ligeramente se entrometen en la oficina de
los ángeles. ¿Le queda claro?
Debo
decirle que desde hace muchos años sigo su carrera y su trayectoria como
líder. Le he admirado, leído, visto, y
en muchas ocasiones, lo he puesto de ejemplo con mis estudiantes
universitarios. Hoy usted me ha
decepcionado en extremo pero a la vez me hace reflexionar sobre lo que es un
verdadero líder. Los que tienen como premisa respetar a sus
semejantes. Los que tienen sus pies puestos sobre la tierra. Los que no se asumen Dioses ni redentores.
Así
como su padre trabajó como obrero -estoy
segura que lo hizo denodadamente- habemos millones de mexicanos que todos los
días estudiamos y/o laboramos intensamente para mantener a
nuestras familias y tener mejores comunidades donde vivir. Luchamos
por un país con mejores espacios de
desarrollo, de crecimiento, de oportunidades.
Y ¿sabe? No nos ha sido
fácil. Hemos tenido/padecido gobiernos corruptos,
gobernantes sin escrúpulos, políticos sin moral. Pero eso no nos define como
mexicanos. Nada nos ha sido obsequiado y
tampoco nos conforma ni nos somete.
Somos más los compatriotas honrados, los que exigimos mejores
gobernantes, los que pugnamos porque la ley se cumpla. Somos más los que trabajamos y lo hacemos
bien. Somos respetuosos con nuestros vecinos
y con nuestro entorno porque sabemos que esto es parte de la calidad de vida
que estamos construyendo.
No
señor Trump. No es que en México nos
quedemos los buenos[4] como lo dijo con
desparpajo. Los que han cruzado la
frontera son aquellos que afanosamente buscaron empleo y no lo
encontraron. O con pagas tan pequeñas
que la desesperación les ganó. No
abandonaron a sus familias. Se
desprendieron con dolor. Usted afirma
que escuchó a los guardias fronterizos.
Pues bien, lo invito a que vaya a cualquiera de las fronteras y escuche
a los que emigran a Estados Unidos. Si
tiene corazón, terminará llorando. Si
tiene sentimientos, terminará respetando el valor y el arrojo de los que se
van. Escuchará historias que lastimarán sus oídos
pero que tocarán su alma.
No dudo que entre tanto emigrante vayan personas con escaso o nulo valor. No defenderé lo indefendible.
En
su desacertado discurso afirmó que se
habría de levantar un gran muro en la frontera entre Estados Unidoss y
remató afirmando que México no es nuestro amigo. Ante tal afirmación, no queda más que verlo
con misericordia como quien escucha al desatinado del pueblo. Su diatriba no merece más.
No
anduvo usted por las ramas en esto de pronunciar el más disparatado discurso
pero siento decirle que es usted quien no tiene amigos.
Porque si un amigo le ayudó a elaborar su discurso, es entonces su más
férreo enemigo. Si fue un empleado,
siento decirle que le está pagando para que lo destruya.
En
suma señor Donald Trump, el pretendido arranque y discurso por la contienda a la
Presidencia de EEUU fueron su propio freno. En mi
país, coloquialmente se dice que se
atascó y quedó embancado.
.