Cosas de Reyna

Gobernar en los tiempos de las redes sociales

Fotografía tomada de Google.com



Una de las características del colectivo actual es su inmersión en redes sociales en las que cada ciudadano es potencialmente un medio de comunicación con un radio de influencia insospechado.  Este hecho  representa un desafío gubernamental no previsto con anterioridad y por ende exige acciones contundentes en materia de claridad, transparencia y conocimiento del quehacer público.

La duda está en qué tan bien utilizan los gobiernos las redes sociales, es decir, si acaso las consideran como una herramienta de comunicación o como un simple vehículo de noticias elaboradas de manera lineal y rígida.  Aunque la primera es indiscutiblemente mejor, no representa tampoco la realidad de la sociedad de hoy en día.  Nuevas estrategias de comunicación están apareciendo en el escenario virtual y una de ellas es la denominada 360 grados[1]  diseñada para captar escenarios reales en contextos reales, con necesidades específicas de las múltiples audiencias y/o grupos sociales, de tal forma que permita un diálogo constante con los diversos participantes.  Si bien este modelo originalmente apareció en el área del marketing, lo cierto es que su utilización dentro del sector público puede marcar la diferencia entre un gobierno tradicional, rígido, generador de información sin resonancia ni efectividad, a uno que sea moderno, actual, flexible, vigoroso, inmerso en una dinámica comunicacional tejida a manera de red en la que todos los participantes puedan preguntar, sugerir, criticar, elogiar o formular propuestas respecto al desempeño gubernamental.

La cuestión es que se requiere una actuación pública que transparente su ejercicio  de tal forma que todos los participantes posean completa información... Y esto ya no es una opción.

Otro aspecto para analizar es que tan modernos son los  gobernantes y que tanto están dispuestos a enfrentar estos desafíos.  Un gobierno bien comunicado no es el que más boletines de prensa emite, ni los que más comentarios sube a las redes detallando paso a paso la agenda del día de la autoridad. Menos aún es aquel que satura con cientos de fotografías el más mínimo evento.  Ese viejo esquema asfixia y entorpece.   La sociedad actual es más exigente porque tiene cada vez mayor conocimiento, lo que claramente indica que quienes ostentan cargos públicos deben ser mejores más allá de las palabras y más allá de los tweets y del abordaje de temas blandos como postear inauguraciones, viajes, eventos culturales o  bien los consabidos comentarios emocionales en Facebook.

 ¿Son capaces las autoridades de tolerar/considerar  la crítica de los internautas?

De una breve revisión a las redes sociales  se advierte que en materia de comunicación existen autoridades modernas pero con patrones de conducta tradicionales.   No permiten la crítica y optan por eliminar comentarios.  No se advierte que los ciudadanos participen en redes de información sobre diversa temática que propongan las autoridades.  Abundan los troles y se satura de alabanzas al gobernante. O al revés.  Según sea la encomienda.

Una sociedad entre más cultive su intelecto menos querrá contar con autoridades que se desempeñen con poca capacidad dentro del quehacer público porque sabrá que con ello está perdiendo el tiempo, que se está rezagando del progreso.    Una sociedad más comprometida es la que más enterada está del acontecer cotidiano, de las necesidades de su colonia o de su barrio.  La que exige un desarrollo sostenido, fincado en una planeación a corto, mediano y largo plazo con resultados medibles, con avances que se representen en numeralia, con resultados que se traduzcan en indicadores de calidad, no de discurso ni de altavoces o de imágenes seleccionadas para satisfacer la vista o el ego de unos cuantos.

Según un estudio realizado por comScore, empresa de medición y análisis de medios, los mexicanos pasan en promedio 23.9 minutos en cada visita a internet y cada usuario hace en promedio 32.4 visitas al mes[2], lo que representa un muy apetitoso mercado para gobernantes y partidos políticos en lo que al tema que nos ocupa se refiere.  Tan apetitoso como el ciudadano lo permita, ya que es de esperar que entre más conocimiento posea más selectivo será de la información con que se le satura.  Más crítico será de decisiones que no le parecen que sean de beneficio colectivo pero también más participativo será en cuanto a la cosa pública de la cual se sentirá parte activa y no un mero espectador de todo y receptor de nada.

Lo anterior representa una etapa de transición (deseablemente rápida) que el gobierno debe asumir con madurez, responsabilidad y humildad social  hacia una nueva forma de coordinar talentos, potencialidades y participación colectiva.   Se requiere mucha creatividad e innovación, mucha dinámica social y mayor colaboración para que se consideren y valoren  las aportaciones de los ciudadanos como actores fundamentales en la toma de decisiones en temas que son de interés común.

Es tiempo pues de dar una sacudida a las mentes que gobiernan con prácticas obsoletas y que pretenden convencer a través de vergonzosos actos de dádivas a los ciudadanos para dar paso a gobiernos profesionales que permitan generar confianza en gobiernos competitivos, con enfoque en instituciones y no en el culto a una persona por ser la autoridad en turno.

O las redes sociales castigarán sin misericordia ni piedad.











[1] http://www.redalyc.org/pdf/160/16009311.pdf
[2] http://www.publimetro.com.mx/tecno/revelan-cuanto-tiempo-pasan-los-mexicanos-en-internet/mpak!c50lnbUSO4qTw/

Los muchos rostros de México




Fotografía tomada de Google.com
La semana anterior fue turbulenta:  Entre la visita de Donald Trump,  las lentejuelas jotas y el informe del presidente Peña Nieto, los mexicanos estuvimos navegando entre la indignación, el coraje y el dolor que deja latente la idea de no saber a ciencia cierta hacia donde vamos como país.  Me resisto a pensar que transitamos en medio del caos rumbo a la nada o que somos simples piezas de un perverso juego político que avanza en funesta dirección.

Este México nuestro presenta muchos rostros, tantos que a veces desalienta la posibilidad de un verdadero cambio en pos de un desarrollo, de un progreso.  

Me pregunto,
¿Cuántos Méxicos conviven diario?
El México de los pobres, de los que nada tienen, con el México de la opulencia y el dispendio.
El México de la justicia descalza y el de los zapatos Ermenegildo Zegna.
El México de los que  trabajan con el México de los que simulan trabajar.
El México de la educación de calidad con el México de plazas que se heredan o se venden al mejor postor.
El México que se hunde en el pantano de la inseguridad y el que se esfuerza por mejorar el sistema planteando nuevos proyectos.
El México que reverencia a la Guadalupana y el que hiere de muerte a sus congéneres.
El México que combate la pobreza contra el México que destina miles de millones a una infame realidad que nunca acaba.

México, México de seda y de espinas.  De horrores y de alegrías.  De esperanza y de angustia.  De calamidades que se tejen con hilos de dolor y de  fe,  porque no tenerla sería acaso sofocante.

México que se cubre de ropajes de lentejuelas  -no las del tristemente célebre Nicolás Alvarado- sino las que arropan  la mexicana alegría de reir llorando.

El México de banderitas de colores y el México de luto.
El México de redobles de tambores y el de silencios que sangran.
El México del discurso político y el México que se declara todos los días en juzgados y tribunales.

El México que  amanece diariamente para seguir luchando con el México que espera el nuevo sol para denostar y destruir.
El México que asumen Mexicanos de honra, de palabra y de dignidad, con el que carece de valores.

Un México que año tras año celebra las fiestas patrias  con menos esperanza, con un significado que la realidad va haciendo hueca, con jóvenes que emigran en fila -como herida que desangra- porque esta no les responde.  O responde a unos cuantos privilegiados.


México de acentos y de cruces.