Cosas de Reyna

Muchedumbre vs Pueblo


Según la visión Aristotélica una de las tres formas específicas de degeneración de las formas puras de gobierno, es la oclocracia. Tal vez tendremos que retomar este concepto y lastimosamente familiarizarnos en su ejercicio.

Si bien la democracia es el gobierno del pueblo, en contraposición encontramos que oclocracia es el gobierno de la muchedumbre entendida como una masa de gente que a la hora de tomar decisiones en la vida política de las comunidades, su voluntad se encuentra de origen viciada, confusa, fuera de la realidad. En suma, carente de capacidad para tomar libremente y sin coacción de ninguna naturaleza, decisiones fundamentales para la vida en común. Polibio denominó oclocracia al fruto de la acción demagógica y la conceptuó como “el ejercicio de la tiranía por las mayorías incultas”.

La oclocracia es el peor de los sistemas políticos, el último estado de la degeneración del poder, de la degeneración de la democracia derivada de la desnaturalización de la voluntad general por cuanto que presenta vicios al responder a cuestiones meramente particulares –de unos cuantos- con manto engañoso presentado como voluntad de las mayorías. Nada nuevo.

Es la muchedumbre contra el pueblo. Pueblo conceptuado como un conjunto de ciudadanos cuya voluntad se genera en el razonamiento y la responsabilidad en el ejercicio de sus derechos ciudadanos.

Dados los resultados electorales que se dieron a lo largo y ancho del país: ¿Votó la muchedumbre o se manifestó el pueblo?

Desde el pasado 1 de julio hemos escuchado y leído un sinfín de quejas y señalamientos sobre la obtención de votos en múltiples modalidades y costos. Unos y otros –candidatos y partidos políticos- se señalan con índice flamígero y se gritan cantidades de votos comprados. Lo cierto es que vocifera  el que pierde y, de haber obtenido éste el triunfo, el otro gritaría voz en cuello lo mismo.  Las prácticas corruptas son las mismas y solo los actores cambian. Por eso es que tendremos que voltear a otra parte, al sector de los votantes.

Proliferan gobernantes vestidos de demócratas pero con corazón de oclócratas: falsos seres que ejercen el poder, que lo manipulan y presentan propagandísticamente una imagen a modo para que la muchedumbre se manifieste a su favor. No se dirigen al pueblo porque el pueblo es pensante. Por eso el discurso barato, superfluo, sensiblero, sin fondo, retórico, cursi, lagrimero.

Pero en el triunfo dudoso, en la victoria forzada está la derrota misma: Esos gobernantes saben que convencer verdaderamente no es fácil, que se requiere inteligencia. Llegan a la muchedumbre pero no al pueblo. A este ser latente que piensa, opina y ejerce su derecho a opinar y lo hace. Que vota razonadamente. Es el ejercicio de una voluntad con conciencia, con sentido común y no bajo el artilugio del plato de comida o de los pesos que luego pesan.

¿Tendremos un gobierno digno de una muchedumbre o de un pueblo?

Como siempre, el tiempo lo dirá. Sólo que como siempre, será demasiado tarde para corregir. El momento lo fue al cruzar la boleta electoral y ese ya pasó.

La historia se repitirá la cantidad de veces que se imponga la muchedumbre sobre el Pueblo.
No hay truco.




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