Esperé un tiempo para escribir sobre la incursión que tuve dentro del
proceso de selección del Comité de Participación Ciudadana del SEA-Sonora. Si
lo hubiera hecho durante aquel sorpresivo maremágnum de acontecimientos y señalamientos
que se originaron a mi persona a partir de la publicación de los nombres de los
cinco integrantes del CPC, hubiera sido abonarle a una situación de por sí
incómoda.
Tampoco era cuestión de escribir tuits y a través de ellos hacer
declaraciones o señalamientos cual émula del Sr. Trump. Los valiosos 140
caracteres –estimo- representan una alta responsabilidad que puede subyugar a
cualquiera sobre todo por la inmediatez de difusión del comentario, opinión o
postura. El caso ameritaba suma prudencia. Presumo ser mujer de palabra, sé
cuando hablar y qué hablar con el mismo énfasis que lo hago con el silencio.
Sin rodeos y de frente.
A raíz de la convocatoria que lanzó la Comisión de Selección del Comité de
Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción (CS-CPC del SEA), apoyada
por un grupo de personas, por mi firme convicción ciudadana y por los más de 20
años que como maestra universitaria he dedicado a participar en la formación de
profesionistas, aunado a que estoy convencida de que se debe predicar con el
ejemplo (es relativamente fácil hablar y opinar desde el aula o desde la -a veces- comodidad de una columna), es que decidí participar en aquella. Como
muchos ciudadanos, mi credibilidad en algunos procesos no es halagüeña. La experiencia afirma que no necesariamente se
privilegia la competencia y la capacidad de las personas. Con frecuencia se
opta por escoger/seleccionar a personas afines a determinados proyectos incluso
si la incapacidad salta a todas luces. O a quien no cause ruido, o al que no
mueva el agua, o a quien muestra sumisión rayana en el entreguismo vergonzoso.
Pero en esta ocasión me movió el alto nivel profesional y ético de la mayoría
los integrantes del Comité de Selección del CPC-SEA. Para efectos de esta
crónica, divido mis percepciones sobre el trabajo del Comité en tres
vertientes: 1) La calidad moral y cívica de cada uno de los integrantes 2) El
trabajo del Comité como órgano colegiado en sí y 3) El desempeño del presidente
del Comité de Selección, a posteriori de la emisión de resultados.
Una de las exigencias de la convocatoria fue no ser militante de partido
político. Como lo afirmé durante la entrevista del Comité de Selección, hace
muchos años dejé de participar en un PP. Fue en Partido Revolucionario Institucional. Los
Estatutos de este PP establecen que son militantes “los afiliados que
desempeñen en forma sistemática y reglamentada las obligaciones partidarias”[1]
Y no. Absolutamente es no. Ni sistemática ni reglamentada mi otrora participación. Ni siquiera recuerdo haber tomado protesta a algún
cargo dentro de dicho partido, a reserva de aquel que como dirigente
juvenil tuve hace más de 30 años. Vaya, jamás cubrí alguna cuota económica como
exigen los indicados Estatutos. Así que más bien debo haber sido candidata a la
expulsión inmediata, suponiendo sin conceder que estuviera incluso en alguna lista
desconocida para mi persona. Cualquier cosa se puede esperar.
Pero eso es en cuanto a formalidades legales. En lo ético, no me visualizo
de ninguna manera como infiltrada –término ruin usado por algunos- en un
CPC-SEA tratando de cubrir, impedir, soslayar, minimizar o defender cuestiones
de funcionarios públicos priistas que mi formación, principios y valores
personales y profesionales lo impiden. Menciono priistas por ser el señalamiento. Pero igual sucedería con respecto a cualquier otro PP. He hecho
varios ejercicios mentales respecto a mi comportamiento y actuar en algún
hipotético asunto sobre corrupción que se detectara. ¿Cómo le haría? ¿Qué
diría? ¿Alguien me hablaría para decirme has esto o aquello? ¿Sería citada en
algún obscuro rincón de sabrá Dios qué lugar? No me imagino en tales trances. ¿De
que forma violentar la confianza del CS-CPC-SEA, de mis alumnos de más de 25
generaciones en las que he sido incisiva en ser justos, correctos y legales,
sin sentir un mínimo de vergüenza por una actuación fuera de la legalidad? La
seriedad del asunto movía mi risa ante imaginarias situaciones ridículas y
cantinflescas. Quienes me conocen saben a lo que me refiero.
Así que cuando se dijo que yo era militante del PRI, y que por tal razón
debía renunciar al cargo para el que
había sido electa (4 años como integrante del CPC), la primera asombrada fui
yo. Y no por la supuesta militancia. Tengo la impresión que a veces las
situaciones se desbordan y polarizan hasta extremos irrazonables. El tema sobre
ciudadanía y militancia será objeto de otro análisis en diverso momento en esta
misma columna.
Volviendo al asunto, mi asombro por el
incorrecto señalamiento como militante se tradujo en tranquilidad cuando salió un boletín del CS-CPC (27 de julio
de 2017) en el que definía su posicionamiento: En la búsqueda de datos ante el Instituto Nacional Electoral (INE) no aparezco –obviamente- como militante del
PRI y que por ende era elegible mi persona para ocupar dicho cargo. Algún
columnista, creyendo encontrar el hilo negro de la situación, sacó a flote una
fotografía en la que aparezco con el Sr. Andrés Manuel López Obrador. Solo me
resta decir que las cortesías se atienden y como tal respondí. El principio y fin de ese evento fue el
suficiente para el saludo y la toma de la placa. Punto.
Otros más se atrevieron a afirmar con fuerte voz que yo había laborado en
administraciones panistas del municipio de Caborca. Falso. Guardo sumo respeto
a los ciudadanos que participan en los distintos partidos políticos. Tengo
amistades en algunos de ellos en lo local, estatal y nacional. Me honro en
afirmarlo. Así que ¿De donde salió tanta mentira? ¿De donde salió tanta
imputación falsa?. Otro columnista se refirió a mí como “esta polémica mujer”. Reí con la misma risa de la que mi abuela
materna tanto se quejaba: desparpajadamente.
Lo absurdo es exponencial.
El mismo día de emisión del boletín indicado, a escasas horas de
diferencia, el presidente de la CS-CPC del SEA, vía Twitter, en un acto de
increíble falta de seriedad y profesionalismo solicita mi renuncia inmediata. Aunque
actuó en Twitter, su voz es la del Presidente del Órgano Colegiado y
debió previamente convocar a junta del CS, convocar a mi persona, permitirme exponer
razones y pruebas, deliberar como colegiado, resolver y publicar. El camino
usual de un acto administrativo.
No renuncié porque no era posible hacerlo dado que aun no había tomado
protesta. Declinar es la palabra técnica correcta. Durante la entrevista que el
CS-CPC del SEA Sonora realizó a mi persona, afirmé que quienes integraran el
CPC no debían percibir ningún tipo de prestación económica debido a que con
ello se pierde la virtuosidad de ser un órgano ciudadano. Llámesele como sea:
honorarios, sueldo, salario, dieta, total, todos los caminos llevan a Roma y en
este caso, todos llevan a la subordinación, lo que rompe con el espíritu de
conformación de un colectivo de esta naturaleza. Indiqué que la participación
ciudadana en un órgano como el CPC no debe sujetarse a la dinámica
gubernamental pues terminará siendo más temprano que tarde una oficina
burocrática más, con el consecuente peso económico a cargo de la ciudadanía, la
que sobrada y justificadamente está cansada de ello. La entrevista está
disponible en: https://www.youtube.com/channel/UCqyctA-OkJPMtI3WfrUrtUQ.
Es evidente que el ánimo de mi participación no fue en ningún momento con
el deseo de percibir remuneración económica alguna. Que pena que ningún medio
de comunicación haya considerado esto. Insistí en repetidas ocasiones la
pertinencia del no pago a los integrantes del CPC. Aseveré que sí era posible
que el CPC pudiera realizar sus
funciones desde sus propios espacios ciudadanos, que debía utilizar las nuevas
tecnologías de la información para sus labores y que periódicamente se
reunieran como colegiado para la toma de decisiones. Agregué que sería un reto
pero que con creatividad, innovación y voluntad se podía lograr. El CS fue duro, incisivo en las preguntas,
tenaz en las observaciones, exigente.
Era claro su decidido interés en cumplir con la encomienda. Francamente
me sentí cómoda. Sentí que estaba participando en un proceso histórico, que
realmente valía la pena el esfuerzo que cada quien estaba realizando. Ellos
como colegiado, nosotros como exponentes.
El CS-CPC me evaluó con una de las dos más altas calificaciones: 96.63%.
Al final fui tratada como mentirosa, corrupta y manzana podrida por parte
del presidente del Comité de Selección del CPC quien se erigió materialmente
como juez de sentencia. Así, la actuación del Presidente del CPC fue
la de un “agresor” según se define en los artículos 3, fracción II, 4, 5 y 12
de la Ley de acceso a las mujeres a una vida libre de violencia para el Estado
de Sonora. Sobradas
evidencias en redes sociales existen al respecto y peor aún, tuvieron repercusión a nivel nacional. No lo merezco. Nadie lo
merece. Ahora entiendo que la violencia de género tiene insospechados caminos.
Si la participación ciudadana de una mujer va a pasar por situaciones
similares, resulta comprensible que se genere en forma escasa. A contrario,
debo decirlo, otros integrantes del CS mostraron altura de talentos, de
educación y respeto.
En reunión del CS-CPC del 29 de julio se acordó brindar a mi persona una
disculpa pública. A la fecha no se ha formalizado aunque tampoco espero que se
materialice. A la distancia analizo los
acontecimientos y pienso que si acaso el propio presidente del CS fue objeto de
presiones ajenas pero bien conocidas. No asimilo la falta de pulso y
experiencia política, de manejo de situaciones que pudieron haberlo catapultado
como excelente líder y no al contrario como sucedió. En algún libro leí que es en aguas
turbulentas cuando se ponen a prueba las habilidades del capitán del barco.
Ninguna persona de dentro o fuera del Comité de Selección pidió de frente y
directamente mi declinación. Fui yo quien voluntariamente consideró que la
menor duda hacia un integrante del CPC sea de un pasado ejercicio público con
dudoso comportamiento incluso la conducta del laissez faire, laissez
passer o de
militancia en algún PP por ejemplo, eran causas suficiente para declinar. Y lo
hice. Mi único compromiso era y es una auténtica participación ciudadana. Ni
cargos, ni emolumentos ni poder es lo que me guía.
Esta columna-crónica se la debía a los cientos de personas que me
manifestaron su apoyo a través de redes sociales, mensajes de WhatsApp,
celular, correos electrónicos y/o de forma personal. Muchos alumnos y ex
alumnos que tomaron conmigo materias en la Universidad de Sonora se hicieron
presentes por diversos medios. Ellos más que nadie conocen mi postura ciudadana
y no de apoyo partidista a ultranza. Amigos, funcionarios, ex funcionarios,
militantes de diversos partidos políticos. A todos ellos les agradezco su
gesto, sus palabras de aliento y de apoyo.
Esta columna también me la debía a mí misma. Más de 30 años de trabajo
honesto, de dedicar mi vida a la construcción de mejores espacios de existencia
colectiva, a mejorar desde mi propia actividad personal y profesional la
calidad de vida actual y la que heredaremos a las nuevas generaciones a través
de la participación que edifica y no que destruye, no pueden quedar al arbitrio de nadie.
De nadie.
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