Cosas de Reyna

Mitos y leyendas I


Si en algo destacamos los mexicanos respecto a la cultura, es en los mitos y leyendas. De todos tipos y cortes. En política –por ejemplo- existen una enormidad de hechos y circunstancias dignos de mencionarse. Mucho habría que decir de la Maliche, a la cual –por cierto- poca justicia se le ha hecho. Etiquetada y señalada como la favorita de Hernán Cortés, se le ha privado de su verdadero rol en el devenir histórico. Pero esa será otra historia.

Las leyendas son una muestra del enorme bagaje cultural que poseemos los mexicanos y que, pese a las nuevas tecnologías de la información, globalización y modernidad, debemos conservar, difundir y contribuir a no perder lo que nos une como mexicanos. No es el asunto considerar –como algunos señalan- que los mitos fueron hechos para contribuir a la ignorancia de la gente. De ninguna manera. Menos cuando se trata en todo caso de preservar la identidad, basada en muchas tradiciones populares que nos permiten crear un arraigo cultural.

En columna anterior –a la que titulé Octubre- hice referencia a una hermosa leyenda sobre el Sol y la Luna. Esta historia tiene un sentido muy especial, tanto como otras a las cuales deseo hacer referencia ahora:

Leyenda de los Volcanes
Es la historia de un apuesto guerrero y una hermosa doncella que murió de amor. Sucede que el joven fue puesto a prueba por el padre de la mujer llamada Iztaccihualt enviándolo a combatir en guerra para obtener así el visto bueno para contraer nupcias. Pasaron varios meses sin noticias del guerrero hasta que un día recibe ella un mensaje en el que le anuncian la muerte del amado.

La joven languideció de tristeza y se entregó al llanto: La vida se le escapó por las lágrimas y muere. Pero el guerrero regresa: La doncella había sido engañada para hacerla desistir del propósito de desposarse con el guerrero. Él, al enterarse del trágico destino de su amada, toma su cuerpo inerte y escala a lo alto de un cerro donde le da sepultura, permaneciendo junto a ella arrodillado, muriendo poco a poco dando gritos de coraje y desesperación, tanto así que hicieron eco por todo el Anáhuac.

Los Dioses advirtieron la tragedia y, llenos de compasión, los cubrieron con un manto de ramas y nieve pasando ambos a ser montañas: Una de ellas con silueta de mujer dormida y la otra como un hombre arrodillado.

Así nacieron el Popocatépetl y el Iztaccihualt: El Volcán y L a Mujer Dormida. O “Don Goyo” y “La mujer blanca”

Leyenda del maíz
Quetzalcóatl representa en sí mismo un bagaje cultural inagotable.
Los aztecas –antes de la llegada de Quetzalcóatl- tenían por dieta raíces y animales producto de la caza. Desconocían lo que era el maíz, pues éste permanecía lejos de su vista y de sus posibilidades. Las montañas eran tan grandes e inaccesibles que obtener el ansiado alimento era solo un sueño. Así que acudieron con Quetzalcóatl, quien, queriendo ayudar a su pueblo, les prometió conseguirlo.

El poderoso Dios se transformó en una enorme hormiga. Cruzó el camino lleno de dificultades superando obstáculos inenarrables. Su único pensamiento era satisfacer las necesidades del pueblo que había acudido ante él a solicitarle apoyo.

Llegó a los maizales y, como era una hormiga, tomó un grano maduro entre sus mandíbulas y regresó con el valioso tesoro, entregándoselo al pueblo.

Quetzalcóatl, La Serpiente Emplumada, el Dios amigo de los hombres.

No puedo dejar de anotar la falta que hacen hoy en dia gente como Quetzalcóatl, no por su condición de Deidad, sino por su fortaleza y solidaridad con las necesidades de su pueblo.

Este mes de octubre lo seguiré dedicando a mitos y leyendas mexicanas.

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