Cosas de Reyna

¿Se siente perdido y desesperado políticamente?

A propósito de las declaraciones del Dirigente del PAN en Sonora


Desde muy pequeña me interesó la política. Como muchos a quienes nos apasiona este rubro, mis pininos fueron en oratoria y concursos estudiantiles locales, regionales y estatales. Era mi línea de desarrollo, apoyada siempre por mis maestros, quienes veían en mí a una persona bastante inquieta. Ahora pienso que a lo mejor buscaban que me distrajera en algo para así dejar de sembrar ideas en mis compañeros.


En ese camino fue como topé primero con el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) para escándalo de mi familia. ¡Como que Reyna es de izquierda!, ¡Como que la están entrenando para hablar en público! ¡No, imposible!! Tuve que hacer acopio de mi paciencia –que era poca- y de mi tolerancia –que era menos- y escuchar cansadas letanías sobre lo nefasto del comunismo, donde los medios de producción deben ser propiedad social y no privilegio de unos cuantos. Nada de eso –me decían- son utopías para los flojos, haraganes. Asesinaban mis ideas comunistas con frases contundentes como: ¡Que se pongan a trabajar, haber si así quieren compartir lo de ellos!!


Yo juraba no tener la culpa. En casa de mi Nini – en Cananea- topé con literatura de Karl Marx, Lenin, Mao, y otros, los cuales leía a escondidas. Abundaban libros, revistas, periódicos y folletos que algún tío materno estudiaba con particular ahínco. Así que, de entrada, ni me echen culpa de nada, -decía en mi muy discutible defensa. Me daba flojera tener que discutir sobre algo que estaba decidida a hacer.


Tan efímero como fue ese partido político lo fue mi participación en él. El asunto remató en un jalón definitivo y contundente de mi madre que me obligó a regresar a Caborca y alejarme así de mi Cananea querido y aquella incipiente actividad. O sea, fui perseguida política materna. Ni dudarlo.


Al poquísimo tiempo de llegar a Caborca incursioné en el Partido Revolucionario Institucional, a través del Movimiento Juvenil Revolucionario y de ahí en más, sigo y seguiré siendo priista.


Con mis altas y mis bajas, como cualquier ser humano, con mis defectos y con mis virtudes, con los errores y los aciertos que en mi haber tenga. Sin pretender nada más que el participar con mi grano de arena en lo que así sea posible y desde mi trinchera. Sin ansias pasadas ni presentes de cargo de elección popular. Así que esta columna no tiene mayor interés que el plasmar aquí y ahora que el ser priista, panista, perredista o lo que sea, no impide que cada cual realicemos la labor que nos toca de la mejor manera posible. Con convencimiento y convicción. Que la rendición de cuentas hable por cada cual y de cada quien.


No es la denostación ni la descalificación de las personas ni el trabajo que hayan hecho administraciones anteriores como se pueden fincar gobiernos exitosos o campañas políticas que garanticen posiciones públicas al corto plazo.


No me parece justo ni correcto que se tilde a los priistas como personas que se sienten impotentes, desesperadas y perdidas ante el gobierno estatal y municipal. Es más, me parece irresponsable y poco pensada esa temeraria afirmación.


En principio porque generaliza. Ya es tiempo que ante ese tipo de declaraciones, se den nombres y apellidos. Ya basta de escudarse en el plural para evadir el compromiso singular.


No es pues, el que un partido político sea mejor o peor que otro. Experiencia es la pincelada que cambia el cristal con que se mira y se materializa el ejercicio de la actividad pública. Autoridad y poder no son conceptos sencillos ni domésticos.


¿Impotencia ante qué? La única que se puede sentir es la de ver pasar el tiempo y que la autoridad no actúe en pro de una sociedad demandante de empleo, salud y educación. Ávida de seguridad pública y de tranquilidad. Ansiosos de justicia en incontables casos.


Sí, nos sentimos desesperados por ver que el salario no alcanza y que la atención médica sigue siendo deficiente y altamente burocratizada. Desesperados también por tener que pagar enormes tarifas de energía eléctrica, aumentos constantes a la gasolina o por carecer muchos de lo más elemental para subsistir. La pobreza extrema es una realidad lacerante. Y, ante la falta de rumbo, sentirnos perdidos es un sentimiento natural.


El servicio público va más allá de la pertenencia a un partido u otro. Es cuestión de actitud, de responsabilidad y sobre todo de experiencia en el hacer y quehacer público.

Aplaudo los aciertos de gobiernos panistas pero también critico las muy graves acciones en perjuicio de la comunidad, o la permisión de actividades de sus funcionarios públicos en cuestiones partidistas durante horas de oficina, o el irregular proceder de ellos escudándose en el cargo. La función pública es eso: pública. Y esté quien esté en el poder/gobierno estará sujeto al escrutinio social. Del partido que sea.


Priistas connotados han dejado una huella indeleble en sus comunidades como la nuestra . Y no dudo que habrá otros de diversos partidos políticos que también. De estos últimos, tengo la fortuna de conocer algunos con verdadera vocación de servicio que a la hora de trabajar son verdaderos servidores públicos, conocedores de la responsabilidad que implica el ejercicio de su función.


El Dirigente del PAN en el Estado flaco favor le hizo al Gobernador con las lamentables declaraciones que formuló en días pasados en contra de Los Priistas. Y ni que decir respecto a sus compañeros de partido. Se le olvidó que eso de priistas no son dos o tres personas sino miles que verdaderamente trabajamos con vocación de servicio esté quien esté en el poder. No es eso lo que nos guía ni es eso lo que marca nuestro deber ciudadano.


Y sí, estamos comprometidos hasta la médula en el trabajo que realizamos, donde por cierto, no importa la preferencia partidista sino los resultados que podamos alcanzar.


Que se entienda de una vez: Los partidos políticos no deben derivar en bandos ni pandillas provocadoras de pleitos. Son y deben ser espacios de reflexión, análisis y debate de ideas que permitan integrar proyectos sociales de corto, mediano y largo alcance que les permitan a la postre ofertar a los votantes sus mejores opciones tanto en proyectos como personas para ocupar cargos públicos.


Provocar al pleito, afirmando que no debe haberlo, es verdaderamente inadmisible y reprobable.

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