José María Teclo Morelos Pérez y
Pavón, a quien conocemos como Morelos, discípulo de Miguel Hidalgo, fue sacerdote,
militar insurgente y patriota mexicano que planeó, organizó y ejecutó la
segunda etapa de la guerra de independencia de México. Fue arriero y vaquero. Agricultor y ganadero. Estudió gramática y gustaba de fiestas, las
que eran aprovechadas por los conspiradores -del movimiento de independencia- con
el pretexto de celebrar tertulias literarias.
La vida de Morelos fue intensa, tanto como lo fue este hombre atractivo
y enigmático. El mes de septiembre es justificación
suficiente para abordar la independencia de México y con ello a los grandes
hombres que protagonizaron esta etapa. Tema tan lejano en la historia como cercano en
los hechos. Tal vez porque
independientes no somos en la vida real o no al menos como lo concibió este
prócer.
Morelos poseía una personalidad
única. El Congreso de Anáhuac (1813), primer
Congreso independiente legislativo convocado por Morelos, decidió nombrarlo con el cargo de
Generalísimo y acordó tratarlo como Alteza Serenísima. El caudillo, al ser notificado de ello,
guardó silencio para después, con voz serena y firme optó por declinar aceptar tal acuerdo. Pidió ser llamado simplemente Siervo de la
Nación.
Doscientos un años han
transcurrido desde que José María Morelos
pronunció su ya legendario discurso Sentimientos de la Nación ante el congreso de
referencia. Un documento de valor histórico y político inigualable
donde se destaca la importancia de los Derechos Humanos y de la Libertad. De lectura obligada para los abogados. Entre otras cuestiones relevantes para el momento aquel, se declara la independencia de América de España,
se cambia la forma de gobierno de
monarquía a liberal, se proscribe la
esclavitud, se afirma que la soberanía dimana del pueblo, se
establece que el gobierno se dividiría en tres poderes: ejecutivo, legislativo
y judicial. Nuevos vientos envolvían a
la nación. Con un mucho de esperanza y
con un mucho de liderazgos portadores de valores y lealtades.
La visión de Morelos por tener una patria justa e
igualitaria se hace presente con mayor
énfasis al declarar que se deben dictar leyes para moderar la opulencia y la
pobreza.
Moderar la opulencia y la pobreza, como consecuencias
fatídicas del mal gobierno donde pocos se enriquecían mucho y los muchos
carecían cada vez más hasta de lo mínimo indispensable. A más
de dos siglos de distancia ambos conceptos siguen vigentes desafortunadamente.
La guerra de independencia tuvo su antecedente en
la invasión de Francia a España (1808) y se extendió desde el 16 de septiembre
hasta su consumación el 27 de septiembre de 1821 con la entrada del Ejercito
Trigarante a la Ciudad de México. Trece años de lucha como consecuencia de un
proceso político y social resuelto por la vía de las armas que puso fin al
dominio español en la Nueva España. Como
quien dice dos sexenios.
No es desde luego el caso afirmar
o pretender siquiera establecer una postura bélica para que el mal gobierno
deje de serlo y que la pobreza desaparezca –o al menos que disminuya-. Pero sí posicionar nuestro particular
criterio en que las mejores armas que
tenemos hoy en día son las redes
sociales como medio para revolucionar pensamientos, opiniones, conocimiento
ciudadano y en suma, utilizar esta herramienta
como el arma más poderosa que jamás ninguna persona tuvo, sin soslayar que la pobreza es el principal elemento de privación de este avance tecnológico para muchos. Las necesidades sociales no tienen fronteras pero tampoco lo tiene el conocimiento. Y a esto hay que apostarle.
Abolir el dominio perverso, maquiavélico,
tendencioso, voraz e insaciable de los gobernantes es tarea de todos, de personas que se expresan, opinan y exigen resultados.
No permitamos que el Grito de Dolores que las autoridades
realizan cada año, sea un acto meramente protocolario o lleno de colorido como diversión de una noche. Tampoco es la
fecha del puente. Es y debe ser
motivo de análisis y reflexión en torno a lo que hoy concebimos en su más amplio
concepto como independencia; reconociendo
sí, la valía y patriotismo de los héroes que nos dieron patria y a su vez,
calificando a los líderes de hoy en día –si
los hay- si acaso reproducen como gobernantes los altos valores de
aquellos grandes hombres. La
calificación popular es sabia: La rechifla para el reprobado o el aplauso que
reconoce el desempeño.
Dar el Grito de Dolores es un
serio compromiso con la historia y con el presente: debe ser sinónimo de
orgullo por el desempeño y trabajo de gobierno del que lo da. Es un grito cuya génesis se encuentra en la satisfacción del deber cumplido, sea Presidente de la República, Gobernador
o Presidente Municipal. Debe ser la voz
alzada de quien está cumpliendo, del que está haciendo su trabajo como debe
hacerlo, como le es exigido. De otra
manera, solo es un triste retumbo como eco perdido en un callejón obscuro de
barrio maloliente y desconocido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario