Cosas de Reyna

Violencia de género. Un menú en comida corrida.

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Primero con curiosidad y después con inquietud leí sobre la campaña No estás sola que busca que las mujeres no se sientan solas ante cualquier tipo de violencia y en caso de sentirse amenazadas puedan recurrir a negocios o empresas participantes quienes se supone, tienen un protocolo de actuación. 

La campaña es una iniciativa de empresarios de la Red Mexicana de Franquicias (RMF), a la que se están sumando negocios o empresas participantes que brindan su apoyo de  hacerlas llegar a casa o bien protegerlas y comunicarlas a seguridad pública o al 911, en búsqueda del apoyo institucional. Es una estrategia de tres ejes: trabajar con los tres niveles de gobierno en materia de estrategias de seguridad pública, el preventivo relativo a información para reaccionar en forma objetiva y la protección, que busca disuadir al delincuente y brindar apoyo, refugio y auxilio a las personas que se sientan en peligro.

Sin embargo me sigue causando ruido esta campaña. Lejos de hacerme sentir cómoda, o pensar que mujeres puedan sentirse de la misma forma, deja un amargo sabor de desprotección institucional de seguridad púbica y de prevención del delito auspiciado por una campaña de particulares.  Más aún cuando leo los tres ejes que manifiesta la campaña.  Es más, me aterroriza el contenido de cada uno por los alcances insospechados a que pueden conducir bajo un manejo inexperto. No es aquí el caso de someter a discusión las lapidarias y misóginas frases de "nada las conforma" " a todo le encuentran pero" o el clásico "les gusta escandalizar todo", frases muy socorridas por los incompetentes cuyos únicos argumentos son las descalificaciones profesionales y personales. 

Creo en la buena intención de la RMF, pero me parece que el mensaje que se percibe, tal vez sin intención de aquella, es que el gobierno no está haciendo gran cosa. Entre más carteles y empresas implicadas veamos ¿Es campaña exitosa o grado de emergencia?  Quiero imaginar a una mujer corriendo, asustada, angustiada. Observa a su derecha un restaurante que anuncia su participación en la campaña y que le ofrece el apoyo inmediato de protegerla, de respaldarla e incluso llevarla a su casa. Al momento se le acerca un policía que le ofrece lo mismo. ¿A quien escogerá nuestra mujer? 

Entonces, lejos de la posible respuesta -para algunos, predecible respuesta- es acaso una cuestión de escoger o de reconocer a una autoridad capaz de cuidar a los ciudadanos? 

La violencia hacia las mujeres es altamente preocupante.  La Organización de las Naciones Unidas indica que 7 mujeres son asesinadas cada día en México, que 2 de 3 mujeres han experimentado algún tipo de violencia en tanto que el 41% de mexicanas han sido víctima de violencia sexual en alguna etapa de su vida. La estadística es larga, la realidad es más cruda. Escasamente existen familias donde la violencia hacia la mujer no se haya hecho patente de alguna forma. Mi propia sangre lo vivió en el  2015, cuando manos criminales privaron de la vida a nuestra sobrina de apenas 22 años. Así que no se puede decir que el tema me es ajeno.

Creo que todas estas campañas que emergen y han emergido deben tener no solo un protocolo de actuación en el ámbito de su entorno sino de comunicación  con las autoridades gubernamentales que permita a los ciudadanos tener la confianza de estar trabajando juntos en situaciones generales y concretas. No son entes que funjan como enlaces porque ahí sí que perdemos piso.

La violencia de género es un plato que se sirve cotidianamente a las mujeres. No importa grado académico, cultural o económico. Es parte del menú en el rubro de comida corrida.

Violencia de género es cualquier acto violento o agresión  basado en una situación de desigualdad en el marco de un sistema de relaciones de dominación de los hombres sobre las mujeres que tenga o pueda tener un daño físico, sexual, psicológico o económico. Miles de ejemplos extraídos de la vida real pueden derivarse del concepto anterior. 

Por ejemplo, he escuchado cientos de historias de mujeres que en el pasado (y en el presente) se incorporaban al ámbito laboral superando con mucho las habilidades de sus superiores, hombres por supuesto. Cualquiera que fuera la historia el resultado era el mismo: mujeres que realizaban con inteligencia, con verdaderos conocimientos y habilidades el trabajo de aquellos, quienes sin pudor alguno se apropiaban del trabajo realizado, de los méritos y de los puestos. Así se acostumbraba, así era, así se hacía. Sin discusión alguna.

Si la violencia de género hacia las mujeres existe, también lo es que la violencia entre mujeres hace más difícil el camino. Las alianzas de misóginos y mujeres que odian a las mujeres son una bomba letal que destruye y aniquila a cualquier institución. Lo peor es permitirle acceso. Pero invade la ceguera de la conveniencia, de los  valores entendidos, de la laxitud y la pereza mental para hacerles frente, incluso hasta el cansancio. ¿Costará tanto dejar que las cosas fluyan de la manera que deben? ¿Cuesta tanto reconocer a cada cual sus capacidades y habilidades? ¿Hasta cuándo se seguirá el discurso como forma de actuación y no de ejecución? Simulación dijo hace poco Andrés Manuel López Obrador.

Soy una convencida de siempre y hoy es ya una feliz exigencia del deber de privilegiar capacidad, habilidades y conocimientos sin importar el género. Convencida estoy de que una persona seria no necesariamente es brillante o que una mujer risueña es escasa de cerebro. Conozco hombres geniales con un sentido del humor excelente y mujeres risueñas con cerebros de estrategas. Hay seriedades que ocultan limitaciones intelectuales y risas que envuelven carencias. Basta de estereotipos y prejuicios. 

Esto no es una lucha de hombres contra mujeres ni viceversa. Pensar de esta forma es acabar con la raza humana de a poquito y de adeveras.






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