Cosas de Reyna

El México de mis espíritus. A los candidatos 2021

La novela La Casa de los Espíritus (1982) de Isabel Allende, hace tiempo fue llevada al cine en 1993 con las excelsas participaciones de Jeremy Irons, Meryl Srteep, Glenn Close, Winona Ryder y Antonio Banderas. En ambas ocasiones sentí la opresión chilena narrada a través de la familia Trueba, cuya historia relata acontecimientos políticos y sociales del período poscolonial Chile a inicios del siglo XX hasta los años 70.

Narra vivencias sobre las clases sociales, el amor, la familia, los rencores ancestrales y recientes, la muerte, los fantasmas, la revolución, los ideales, la opulencia económica y la pobreza. Pobreza y opulencia en todos los sentidos. Para unos más, para otros menos y el largo camino que hay que andar para llegar a ser uno mismo. Como toda novela, la trama se desenvuelve a su propio ritmo en la que hacen presentes los fantasmas y con mucho, los protagonistas aprendieron a vivir con ellos, para bien o para mal. 

El caso es que esta novela no ha dejado de revolotear en mi mente más allá de los influjos directos de la novela y las condiciones sentimentales que de ella derivan. En algún apartado de la obra, la burguesía nacional, apoyado por el partido conservador y el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, ocurre un golpe militar encabezado por el patriarca Esteban Trueba. La obra da para mucho más, pero no es el caso concreto de esta columna.

 Hoy, quiero referirme al Méxio de mis espíritus. Al México que soñé años atrás, desde mi gloriosa escuela Secudaria Mártires de 1906 de Cananea Sonora, en la que bebíamos con particular interés las clases de geografía. Historia, civismo, entre otras. Recuerdo que salía de clases apresurada por leer los “libros prohibidos en casa” como eran los de Carlos Marx, , Federico Engels, Nietzchie. Leer a Fidel Castro y de Ernesto Guevara significaba castigo. Pero, empecinada como soy, leía de noche o iba al fondo de la huerta de la abuela que pensaba tranquilamente que estaba leyendo a Archie y sus amigos. Todas estas eran suscripciones de mis tíos maternos que estudiaban en la ciudad de México quienes al regresar a Cananea de vacaciones, se solazaban preguntándome teorías y posturas. Era apenas una niña de escasos 14 años! Seguro que erré muchas veces. Pero lograba explicaciones.

 Hoy, siento que estoy viviendo en el México de mis espíritus. Del fantasma de Don Miguel Hidalgo y Costilla, del de Benito Juárez García, Allende,  Doroteo Arango, Emiliano Zapara, Josefa Ortiz de Dominguez y hasta la incomprendida Carlota, segunda y última emperatriz de México , esposada con Maximiliano de Hazburgo.

 Dejo en el tintero a muchos más. El México de mis espíritus se nutre de todos ellos y más:  encuentro vastos tramos abismales tanto en campañas electorales como en ejercicio del poder público. ¿A dónde se ha ido el genuino interés por llevar a la práctica auténticas medidas/proyectos/planes que verdaderamente  abatan el desempleo, las faltas de inversión con confianza o la esperanza de los egresados de escuelas superiores?

 La pandemia nos ha obligado a encerrar nuestros cuerpos pero no la mente. Ahora los espíritus ocupan un espacio en nuestros hogares. Así como en la Casa de los Espíritus, que se niegan a irse porque existe una misión que cumplir o deudas que saldar. Pienso en el tío/a que murió sin empleo o pensión digna, en el abuelo/a que o tuvo acceso oportuno a atención médica, en el amigo/a que vive en constante zozobra porque comer no tiene, o en la madre de familia que desesperada solicita apoyo para alimentar a sus hijos. 

El México de mis espíritus duele, lacera, lastima, sangra. Veo a tantos empresarios que arriesgan su patrimonio como empleados que arriesgan lo poco que tienen. Maestros que pese a las carencias de casa cada día se presentan con una sonrisa ante las cámaras para sus estudiantes. Pero igual veo gente incompetente, aprovechada de este espacio pandémico para vivir una solaz vacación de esfuerzo mínimo laboral si acaso. También la simulación campea. El México de mis espíritus ve a candidatos y pre candidatos afanosos por encabezar encuestas algunas de escasa credibilidad y es entonces cuando apuestan a la difusión mediática. Se advierte el nerviosismo por la asistencia del electorado a urnas. Por cierto, un padrón electoral que debe revisarse con lupa porque el Covid se encargó de borrar a muchos.

 Los muertos no votan. Esos son los espíritus que atraviesan la república, desde Quintana Roo hasta la Baja California Sur. Espíritus que claman justicia para los que quedan, para las familias que apenas subsisten, para los que cada día levantarse es un acto de heroísmo, de voluntad y de esperanza. El México de mis espíritus clama y exige respeto, dignidad, honestidad, transparencia, no candidatos de cartón, de frases hechas que pretenden endulzar oídos.

A todos ellos, candidatos y pre candidatos asuman con valentía, arrojo, verguenza y respeto, la estela de dolor que esta pandemia está dejando. Tanto como la corrupción ha hecho de las suyas. La otra pandemia de la que se guarda a veces, cómplice silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario