Cosas de Reyna

Cuarenta y uno


¿Cuantas referencias ha Usted escuchado sobre el cuarenta y uno? Infinidad seguramente. En el México nuestro, con este mosaico cultural que tenemos, no se acepta el numero ni de chiste: ni en placas, ni en casas, ni en listas de clase ni ninguna otra lista que incluya el se supone tan fatídico numero. Ningún hombre cumple 41 años. De los 40 pasan a 42. ¿Cuándo se ha visto que alguna prenda masculina tenga precio de cuarenta y uno? (41, 141, 241, etc.) Nunca. Como si por obra y gracia de ese número se transitara de hombre a gay. Esto claro está, al estilo macho.


La versión no oficial relata que en 1901, durante el período de Porfirio Díaz, había una casa donde continuamente se daban reuniones de solo hombres y los rumores entre vecinos era que algunos vestían de mujer. Al caer la noche, llegaban al lugar altos personajes de la política y de la elite de aquel entonces. Las fiestas se prolongaban hasta el amanecer. En alguna ocasión se organizó una redada y 42 personas fueron aprehendidas. Al enterarse el Presidente Díaz que entre los detenidos se encontraba Ignacio de la Torre y Mier, esposo de su hija Amadita gritó colérico: ¡No Señores! ¡El número exacto de detenidos es 41!

Incluso un estribillo de la época reza: “Ahí van los 41 maricones, tan chulos y coquetones…”

A propósito, algunas versiones refieren que cuando llegó a la Cd, de México, Emiliano Zapata era algo más que caballerango de Nacho de la Torre. De cariño le ha de haber llamado Emily. Claro que este –digamos- matiz del caudillo sureño no le quita ni le arrebata su lugar en la historia, suponiendo que la versión de su preferencia sexual fuera cierta. El cineasta Alfonso Arau en su película Zapata, lo sugiere gay. Debo agregar con sumo pesar que el protagonista del desventurado filme es Alejandro Fernandez.

Otra versión es que los hombres, al llegar a esta edad, empiezan a tener temor por los años y les llega la crisis de los 40: Empiezan a actuar como adolescentes, cambian su forma de vestir, su look y algunos hasta compran carro deportivo, ¿Será? Algunos han de variar en eso del carro deportivo, sustituyéndolo por otro gustito menos costoso.

La homofobia cultural no tiene fin. El 41 se ha convertido en el número escarlata y de manera ofensiva se utiliza como sinónimo de maricón, joto o gay. La diversidad sexual implica respeto de ida y vuelta. Es ir mas allá del open mind.

Todo esto reflexionaba –a ratos- cuando la semana pasada caminaba por Paseo de la Reforma en la Ciudad de México. Entrar a la zona rosa es conocer otro pedazo de historia, de las tantas que se viven cotidianamente en aquel lugar. La comunidad gay tiene muchos afiliados. De todos colores, estaturas y peinados. Abundan los que tomados de la mano caminan o se besan, o se abrazan. O las tres cosas al mismo tiempo. Pienso que acaso su santo patrono será San Marcelo Ebrard., principal promotor y defensor de las reformas al Código civil para el D.F, donde se permitirá el matrimonio entre personas del mismo sexo y la posibilidad de adopción de menores. Aunque la PGR interpuso recurso ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Aun no se ha dicho la última palabra.

Marcelo los ha “empoderado”, según el sentir de muchos defeños. Los que están en contra de la diversidad sexual indican que no falta mucho para que el jefe de gobierno extienda a los homosexuales carnets de descuento en el metro y vales de despensa. Lo intolerable dicen, es que la comunidad gay exige respeto pero no lo practican: En cualquier lugar dan rienda a sus escenitas amorosas. Pareciera que retan a los transeúntes.

¿Qué tan necesario era permitir que la comunidad gay tuviera la posibilidad de contraer matrimonio y más aun adoptar? No es el caso abordar aquí jurídicamente el tema e indicar que el principio de igualdad es el imperante. Me refiero más bien a la cuestión social, que es antecedente natural para contar con legislación en tal o cual rubro.

De entrada, creo que tenemos mucho que debatir sobre el tema y al igual que tantas personas, aún continúo pensando sobre el particular. Tal vez nos están llegando las leyes más rápido que la demanda social. ¿Creamos la necesidad o la necesidad obliga a crear?

Pudiera ser que estemos regulando antes situaciones que pudieran tener otras alternativas y dejar que estas maduren, como es el caso de la Ley de Sociedad de Convivencia en el D.F. apenas de noviembre de 2006. Ni siquiera contamos con elementos suficientes para analizar resultados. Vamos apenas por el cuarto año de vigencia.
¿Que tanto obedece esta legislación a intereses meramente políticos? El PRD abraza la causa con singular pasión.

Mucho tiempo ha pasado desde la época prehispánica donde los indígenas mesoamericanos no tenían una codificación específica sobre el matrimonio pero que invariablemente protegía a la familia integrada por hombre-mujer. Ha sido un proceso de evolución. ¿Estamos en esa etapa? ¿Ya evolucionamos tanto? ¿Estamos preparados cultural y socialmente? No es fácil contestar estas cuestiones. Tarea difícil.

Ayer por la tarde pregunté a mi sobrina Angelina de trece años, su opinión sobre el hecho de que dos personas del mismo sexo contrajeran matrimonio y que además pudieran adoptar hijos.

Me contestó que no le parecía correcto. ¡Vaya! – me dije- he aquí una puberta del siglo XXI que es conservadora. Le cuestiono sobre su respuesta y alegremente me contesta: Nomás porque no estoy acostumbrada a eso.
He ahí el futuro.

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