Este domingo 5 de junio habrá elecciones en 12 estados del
país: Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Oaxaca, Hidalgo, Quintana Roo,
Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala y Zacatecas. En Veracruz y Puebla el gobierno será hasta el año 2018.
De ida y vuelta se han generado amenazas abiertas, veladas o
inventadas. Estrategias, artimañas y
tácticas de reconocida popularidad y/o algunas novedosas pero no menos indecorosas. Alardes, gritos, mantas, pancartas, y un
sinnúmero de elementos que van tiñendo incluso con sangre estas tan mencionadas
elecciones. En el caso de la Ciudad de México habrá una sola votación para la elección de 60 diputados que formarán
parte de la Asamblea Constituyente de esa entidad. En realidad serán 100 asambleístas solo que los restantes
40 serán designados por el presidente de la república, diputados, senadores y
jefe de gobierno[1]
Las entidades
federativas que no tienen procesos electorales más que despreocuparse o
desvincularse de esta actividad debieran
poner suma atención. No es que se
pretenda adelantar en los hechos el calendario electoral, pero caramba, el 2018
llegará en un suspiro para aquellos estados que deban renovar
ayuntamientos, diputaciones y/o gubernaturas.
Por otro lado no es el caso analizar perfiles probables porque además de
eso hay cansancio y la mar de tinta o, digamos, espacios virtuales se han
llenado de ello.
Hoy como nunca la
ciudadanía se encuentra atenta, expectante, analítica del quehacer
público. Se manifiestan en Facebook, en twitter,
en WhatsApp o Instagram. Nada queda
oculto o bajo el abrigo del discurso bondadoso o la palabra palaciega o del
aplauso o el cántico de corifeos. Ya no. Sí existen y no veo que puedan extinguirse
fácilmente, los tristemente conocidos troles que aparecen y desaparecen . En una columna anterior se hizo referencia a ello[2]. En
realidad la vida de los troles depende con mucho del interés de los cibernautas
cuyo pensamiento crítico es más exigente cada día.
El asunto que debe
ocuparnos es el seguimiento al desempeño de las actuales administraciones
municipales y estatales. En el caso se incluyen las diputaciones locales ya que en los hechos asumen -debida o indebidamente- gestión pública regional y/o municipal. En alguna otra columna abordaremos este tema. Pero bueno, son todos ellos los que tienen el compromiso –con mucho- de que las elecciones de 2018 no sean
una caldera de resentimientos, resabios y venganzas.
En efecto, para que
una autoridad pública –cualquiera que esta sea- transite un camino saludable, debe cumplir con algunos principios básicos como son a) definir con precisión una planeación donde
toda la estructura conozca cuales son los proyectos y acciones a realizar al
corto, mediano y largo plazo b) establecer un sistema de comunicación profesional y transparente con la
sociedad c) establecer indicadores
públicos a través de los cuales se constate el avance o cumplimiento del plan, d)
rendición de cuentas permanente y que este instrumento sirva a la vez como
realimentación, análisis y evaluación de lo alcanzado o no, para la toma de
decisiones correctivas e) Contar con personal con altas competencias y
habilidades.
Hace unos días
Michelle Obama pronunció un memorable discurso dirigido a los graduados del
City Colege de Nueva York y entre otras
cosas pronunció algunas frases relevantes: "... No cedemos a nuestros miedos ni al que es diferente… La diversidad debe
ser aprovechada.. El insulto no es un sustituto aceptable a un debate reflexivo[3]. Si bien el mensaje de fondo tenía otra
dirección, lo cierto es que puede aplicar a cualquier situación incluso la
gubernamental. Sucede que a algunos que
ostentan el poder púbico les empieza a carcomer el miedo: El miedo a perder votantes y simpatizantes,
el miedo a no quedar bien con todos, el miedo a tomar decisiones que de alguna
manera provoque pérdida de electores aun
a sabiendas de que aquellas serían las más indicadas o correctas. El miedo a decir
no porque pesa más el compromiso de campaña.
El miedo a no ser la constante en internet o la pesadilla de no
protagonizar ninguna página. El miedo paralizante de no llenar espacios.
Así poco a poco se
van diluyendo los planes de desarrollo para transformarse velada o descaradamente
en planes de campaña para las próximas
elecciones. Y es justo ahí cuando la
ciudadanía inicia –de nueva cuenta- a gestar los corajes, los resentimientos, los resabios. Se empiezan a escuchar frases como el ya casi, ya mero, ya vienen las próximas
elecciones, votaré por otro partido,
y un etcétera larguísimo que anuncia la repetición de una historia que cansa,
que agobia y que retrasa con mucho a la sociedad. Llegan entonces las mismas promesas, los
mismos gritos, los mismos insultos de ida y vuelta, los mismos reclamos
encendidos, los argumentos refritos, lo mismo todo.
Cierto es que ninguna autoridad pública por
excelente que sea habrá de cumplir con
todas las expectativas de todos en todo momento. Margaret Thatcher afirmaba que la misión de un
político no era la de agradar a todo mundo.
Pero sí puede desde ese espacio cumplir y hacer cumplir los propósitos y
promesas asumidas en campaña. Sí puede establecer políticas públicas y
administrativas que generen confianza y seguridad. Sí puede plasmar en los
hechos, con el ejemplo, que se privilegie el quehacer público comprometido, el
que llega y alcanza a la sociedad en sus
justas demandas. Sí es posible
trabajar en pos de un proyecto de comunidad que brinde mejores espacios de
desarrollo en educación, economía, salud, seguridad pública y otros, pero sobre
todo sí se puede lograr que efectivamente seamos receptores y beneficiarios de
ese tan anhelado bienestar común.
Leyendo pues sobre las elecciones del 5 de junio del 2016 todo lo anterior vino a mi mente y volví a recordar sin sorpresa la cantidad de
veces que hemos vivido las mismas historias. Con sus matices, algunos más dramáticos que otros.
Tristemente. El 2018 habrá de traer
consigo la historia reciente, me refiero a los trienios inmediatos anteriores,
pero también se cargará y con mucho peso, la anterior a aquella con independencia de partidos políticos. La
gente quiere y exige mejores condiciones sin importar colores partidistas. El abstencionismo electoral es resultado generalmente de ese desasosiego social.
Quienes aspiren a puestos de elección popular deberán portar algo más que la mercadotecnia política o las afirmaciones llorosas que aseguran haberse forjado dentro de una cultura de trabajo y esfuerzo. Viendolo bien, la gran mayoría provenimos verdaderamente de ella y seguimos en la lucha sin vanagloriarnos, así que concebirlo como un mérito particular o exclusivo para ocupar tal o cual puesto cae en un pozo.
Quienes aspiren a puestos de elección popular deberán portar algo más que la mercadotecnia política o las afirmaciones llorosas que aseguran haberse forjado dentro de una cultura de trabajo y esfuerzo. Viendolo bien, la gran mayoría provenimos verdaderamente de ella y seguimos en la lucha sin vanagloriarnos, así que concebirlo como un mérito particular o exclusivo para ocupar tal o cual puesto cae en un pozo.
Albert Einstein afirmó que el ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera.
Veremos.
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