Cosas de Reyna

La fuerza de lo moral según AMLO: Mafia y narcotráfico en México



fotografía tomada de Google.com
Las redes sociales se han desbordado por la declaración de hoy del presidente Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de que la violencia específicamente contra la delincuencia organizada/actividades ilícitas, es cero tolerancia y confrontación -dijo-es la nada debido a que hay un consenso general de la sociedad de vivir en paz.

No conforme con esto, hizo un llamado a los delincuentes a reconsiderar su postura, que piensen no solo en ellos sino en sus familiares, en el pueblo, en México. No son palabras tiradas al aire por un presidente de escritorio o proclive a la corrupción y los delincuentes lo saben. Lo saben. 

Aseguró que la fuerza moral del gobierno es más poderosa que la fuerza física, que la fuerza bruta y que desde luego es mejor la inteligencia que la fuerza. Cohesionar un grupo de colaboradores bajo la premisa de lo moral y la inteligencia, equivale a más que tener un enorme armamento bélico al servicio de la corrupción. Y AMLO lo sabe.

 Muchos tuiteros y comentaristas se han desgarrado las vestiduras con las declaraciones de AMLO quien con firme postura ha reiterado en distintos foros tal postura. Quisieran tal vez ver la violencia de antaño, los enfrentamientos entre cárteles vs cárteles apoyados por el mismo gobierno, según fuera cuál de aquellos pagara más para venderse al mejor postor. Cifras alarmantes de muertos y desaparecidos fueron la constante en los sexenios anteriores. La corrupción galopaba en nóminas escandalosas que periódicamente el narco entregaba a las autoridades locales, estatales y federales hasta llegar a la cúspide. Se dice que el Mayo Zambada en alguna ocasión se quejó de que era tanto lo que se pagaba por la corrupción de los servidores públicos, que realmente estaba trabajando para ellos

El problema del narcotráfico que incluye delincuencia organizada y una ristra de actividades ilícitas que de ello deriva (cohecho, corrupción, tráfico de influencias, homicidios, desapariciones, etcétera)son consecuencia directa de aquel mal que flagela a la sociedad. Es y ha sido el pan de cada día desde sus inicios significativos allá por los finales de los años setenta. Desde entonces el esquema ha sido relativamente el mismo independientemente de la autoridad en turno, sea de cual sea el partido político en el poder. Prebendas, corrupción de cuello blanco y de cuello callejero; de cuello 16, 14, incluyendo el dar cuello. ¿Realmente existió alguna venturosa ocasión un plan estratégico de gobierno para desmantelar a estos grupos de poder? Mucho ruido y pocas nueces. Burdo maquillaje político a granel.

Los intereses y planes que acaso habían estaban enfocados en apoyar a uno u otro cártel  para que estos a su vez colaboraran con el gobierno en turno aventándoles con pequeñas o medianas carnadas para que la autoridad anunciara con bombo y platillo el haber atrapado a tal o cual delincuente. Algunos de ellos fueron trasladados casi inmediato a los Estados Unidos de Norteamérica vía acuerdos con la DEA  y gobierno de EEUU que a raíz del Plan Mérida tuvieron una presencia oficial más significativa en este combate que tanta muerte y adicciones provocaba entre los mexicanos, amén de que el destino de la droga era para EE. UU. y países europeos. El camino de la droga y las armas va dejando caminos de muerte.

El lenguaje de la delincuencia organizada y grupos de poder ha sido el dinero. Paradójicamente este mal social ha dado paso a una cultura lamentable: canciones escritas para ensalzar la muerte de tal o cual narco, su “brillante” actividad ilícita, su arrojo y temeridad. Sus carros, dinero, mujeres y vida recia han sido émulo para aquellos jóvenes que aspiran a serlo, algo así como el reemplazo generacional. De alguna manera las series, novelas, libros que se producen en torno al tema construyen una apología del delito que no parece parar pese a tibias regulaciones legales. Solo basta observar en Netflix las puntuaciones que obtienen las series del Chapo, del Señor de los Cielos y otros. Estrellas de oro. Deberían ser de sangre, pero bueno, la mercadotecnia es así.

Tanto el gobierno corrupto de antaño como el de los cárteles tenían muchos acuerdos y desacuerdos pero solo un hilo conductor: El dinero, la corrupción, la compra burda y vil traducida a dólares a cambio de información, de pitazos, de encubrimiento y hasta de protección. Es el lenguaje al que están acostumbrados, el del dólar y la sangre. Es en el que se sienten cómodos. Sacarlos de ese contexto los pone incómodos, se inquietan, no atinan a pensar, se sienten desprotegidos. No es un lenguaje con el que estén familiarizados.

Pero ese lenguaje es el que entienden. El del dinero y el de las armas. El poder monetario y el poder de la fuerza.

Entonces, nada debe extrañarnos la declaración de AMLO. 

El presidente no es una perita en dulce ni es una persona corta de luces. Al contrario. Es un viejo lobo de mar. Diría que es vago positivamente hablando; entiende que debe conducir la política de la paz y el combate en el terreno de la moralidad y la decencia. Está buscando atraer a esa pléyade de delincuentes a su terreno y no al viejo y vetusto esquema que antaño funcionaba como reloj suizo y que aquellos conocen muy bien.

Sabe que llevarlos a ese espacio creará condiciones mínimas indispensables para dar salida a este viejo problema social que ha lastimado y lastima a miles de familias. Es el lado más frágil de la delincuencia porque simple y sencillamente no tienen moral y su lenguaje no es la paz. Ismael el mayo Zambada ya es un hombre de edad avanzada. Como cualquier ser humano seguramente habrá de desear ya un buen arreglo y dejar de andar a mata de salva, ponerse sus pantuflas y disfrutar un buen café sin tener que dejarlo a medias por tener que huir y ya no con la agilidad de antaño. Ni las ganas. No sé si esas pantuflas lo esperen en una cárcel o en un lugar desconocido, pero analizando la condición humana básica, física y biológicamente está llegando a la última recta. 

Desconozco los alcances visionarios o caprichosos de los hijos herederos de la vieja guardia del narcotráfico, pero siendo que tuvieron la escuela de sus padres, es fácil adivinar que las estrategias serán más o menos las mismas. En ese tenor ¿Qué se puede esperar? ¿Ataque frontal para generar mayor violencia? Ya vivimos en carne propia que no es el camino. 

No me voy con el romanticismo puro de la no violencia pues es claro que el mundo del hampa posee armamento sofisticado que no dudará en utilizar -como lo ha hecho- cuando sea indispensable para ellos. Pero el hampa más equipada nunca podrá rebasar al del gobierno que posee armamento e inteligencia para operar adecuadamente sobre la base de la no corrupción, del profesionalismo, de la honradez y del cumplimiento auténtico del deber, no de aquel simulado que se traducía en portafolios rebosantes de dólares. Ahí está la historia del colombiano Pablo Escobar Gaviria, que prefirió confrontarse con el gobierno para caer finalmente caer abatido.

Ningún acto de violencia tiene el respaldo de los ciudadanos, recién dijo AMLO. La gente no celebra tales actos, lo que prefiere es el uso de la inteligencia militar, policiaca, puesta verdaderamente al servicio de la nación.

Miles de millones de pesos del presupuesto federal se van al combate al narcotráfico y sus derivados. Ya basta. Entre más se asignen recursos, si no se detiene la corrupción interna gubernamental, es de alguna manera, estar financiando a estas lacras sociales con dinero público.
  
No es un acto de candidez que el presidente Andrés Manuel López Obrador haya hecho un llamado a la delincuencia a reconsiderar su situación. No es una frase tirada al viento ni es un acto de bondad presidencial.


No lo es.




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