Cosas de Reyna

No soy feminista.

No soy feminista, jamás lo he sido. Espero también que nunca tenga esta absurda por cuanto irracional postura. No me gusta ni me satisface. El término feminista está lleno de connotaciones tales como mujer ruda, inflexible, de ciega competencia con los hombres, y lo más aunque indebidamente conceptuado: lesbiana, cosa que con el respeto a quien tenga esta preferencia sexual, difiero en absoluto. ¡Los hombres siempre serán los hombres, y en síntesis, son insustituibles! A veces quisiéramos matarlos y como les he dicho a mis amigas abogadas: en caso de que algún día lo intente, abogar por mí les será fácil basándose en que fue en defensa de mi persona como causa excluyente de delito. Anuncio mi liberación inmediata desde ahora.

Bromas aparte, no abordaré el tema en términos de realización de mujer/hombre, atención a la familia, sacrificio personal por los hijos, y ese largo etcétera que precede a esto. No. Hay kilómetros de tinta y papel sobre el tema. Hagamos esto más fácil: Hablemos de mujeres y hombres. De los dos y sin revolver, que no es mezcolanza.

Mujeres. Tengo la fortuna de contar con amigas que se desempeñan en distintos ámbitos laborales/profesionales y no deja nunca de llamar mi atención la forma en que se organizan para conducir su vida y la de sus familias de la mejor manera posible. Ni que decir de mi madre, que es maestra de primaria y es un claro ejemplo de cómo ajustarse a lo que la vida le ha dado y salir adelante en la tarea, que por cierto es admirable la forma en que lo hizo. Estoy segura que cada familia tiene sus propias historias de esfuerzo, de trabajo y de ejemplos a seguir: madres, amigas, hermanas, vecinas.

A veces nos perdemos en la cotidianeidad. Por lo mismo no nos percatamos de las vivencias que cada una de ellas tiene y carga y que resultan determinantes en sus comportamientos actuales. Lo que distingue a unas mujeres y a otras es el garbo, la dignidad y el grado de madurez que asumen en la conducción de su vida: con ello se ganan una medida de respeto colectivo y en la mayor parte de las veces, callado reconocimiento por la tarea que realizan. A lo mejor deberíamos ser más expresivas y decir cuánto las admiramos. Cuando convivo con mis compañeras de trabajo o con la simpática chica que me arregla las uñas, con la funcionaria pública, con mi excelente estilista, con la despachadora de gasolina o bien con la señora que atiende un negocio, todas tienen un sentido y una dirección en sus quehaceres. Se organizan meticulosamente para ir por sus hijos a la escuela, atender su negocio y cumplir sus compromisos. Son grandes administradoras. Innumerables ocasiones hemos compartido tips, experiencias y preocupaciones domésticas referentes a la familia y el hogar. Es ley entre solteras que no nos falte el número telefónico del plomero, el electricista y el gasero. Impensable no contar con esos datos. Sin embargo no nos extraviamos para solucionar un desperfecto en el lavabo, con alguna lámpara o en el jardín. Sabemos usar la llave stilson, distinguimos entre desarmador estrella y de paleta. Equipo indispensable para todas: martillo, pinzas y cinta adhesiva negra. Total, en última instancia hablamos al plomero o electricista para que nos auxilie. Llegan y con paciencia nos preguntan primero que fue lo que hicimos. Damos detalladísimas explicaciones. Para cuando concluimos el reporte, ellos ya solucionaron el problema.

Con esto quiero decir que cada quien en lo suyo. Los hombres a lo suyo y nosotras a lo nuestro. Esto no es competencia, es asumir roles y cuando existe la fortuna de encontrarse (hombre y mujer), nace por así decirlo una tercera persona que se llama pareja. Así se crea sinergia. Por eso al principio mencioné que no soy feminista. No me gusta competir con los hombres, me gusta que me traten por como soy: mujer, no contrincante de nada ni de nadie. No estoy dispuesta a renunciar jamás a la caballerosidad ni a sus gestos de cortesía: A que abran la puerta, cedan el paso, me brinden su mano para que me sostenga al bajar de un automóvil o bien abran una cerveza, entre otras tantos gestos de amabilidad que tienen. No es comodidad. También hay correspondencia a las atenciones. Es como una danza donde cada uno representa su papel para que el baile fluya con armonía y cadencia. ¿No es esto maravilloso? ¿Porqué renunciar? No tiene sentido.

Hombres. Cada vez que alguien comenta que tal trabajo o actividad se hizo mejor porque una mujer estuvo a cargo, en lo particular me inquieta y muchas veces causa molestia. No me parece correcta esta aseveración. No por restarle méritos a la mujer, que sin duda los tiene. ¿Pero acaso no es devaluar con ello a los hombres? ¿Que no es lo que hemos tratado de evitar las mujeres respecto a nuestro género? ¿Ahora será al revés? ¿Esto es "ganar" el eterno problema? ¿Acaso han disminuido las capacidades de ellos? ¿Será que se están volviendo irresponsables? ¿Están en algún estado de confort porque ya no son los que siempre están dirigiendo? Me resisto a pensar así. Tal vez sea porque mis apreciaciones son de igualdad: La diferencia será el grado de dedicación, capacidad, responsabilidad y actitud. Estos conceptos no tienen sexo de pertenencia.

Conozco muchos hombres que al igual que mis amigas mujeres están trabajando por sus logros profesionales y de familia. Los veo aplicarse día a día en sus tareas de hacer y construir. Conversar con ellos es distinto por cuanto que asumen con menos vehemencia los asuntos a como lo hacemos nosotras. ¿Eso es malo? No. Solo son formas distintas. Dis-tin-to no equivale a contrario. En alguna ocasión leí Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus. Aunque ese libro aborda ciertos puntos interesantes, al final no creo que pertenezcamos a planetas distintos. Esto es establecer distancia entre el uno y la otra y por ende, hacer irreconciliable el acercamiento, situación indispensable para conocerse, tratarse, buscar soluciones y asumirlas. Los hombres tienen sus propios códigos de comportamiento y me admira la forma en que los han elaborado al través del tiempo. Desde niños. Pero las mujeres también tenemos códigos. Desde niñas. ¿Acaso es problema esto? No. Al final, también cada pareja tiene sus propias normas. Así nos unimos. El asunto es respetar. No seremos menos mujeres ni menos hombres con esto. Entendimiento es la palabra adecuada.

Acaso los hombres no lloren al ver una película. No significa que no sientan.
Acaso los hombres no detallen los aconteceres del día. No significa que no quieran conversar.
Acaso los hombres no recuerden una fecha. No significa que no nos quieran. Aunque nos moleste.
Acaso los hombres vean futbol. No importa: se acabará a los 90 minutos. ¿O a los 120?

Amigas, no me vayan a crucificar: No se trata de defender a los hombres. Defender implica luchar y no es el caso. Los hombres no son mejores o peores que las mujeres. Igual jugamos el juego de la vida: Queremos y nos quieren. O nos olvidan y olvidamos. En el orden que sea. Nos desesperan y los desesperamos. Nos entendemos y desentendemos. Damos y recibimos amor, confianza, traición, desamor, llanto, alegrías. Lo que debe por necesidad ser aplicado por ambas partes es la lealtad. A pesar de lo que sea. De lo que sea. Sin compás.

Por fortuna, también somos capaces de ser amigos del alma. ¡Esto es tan agradable! La amistad entre hombre y mujer tiene connotaciones especiales. Me refiero a la amistad, amistad. No a la que termina siendo un romance. Desde luego, no estamos destinados precisamente a ser amigos. Estamos hechos para ser pareja. Las amistades hombre-mujer son como respiros conjuntos que damos ambos sexos para tranquilidad de los géneros, porque en ese espacio también aprendemos a conocernos a partir de las percepciones del otro, despojados de las poses o del quedar bien.

Entonces ¿Cuál ha sido el problema? Seguro es que en este blog no se descubrirá el hilo negro. La autora no es tan arriesgada no por desconocimiento, sino por temor a que me respondan con otros cientos de hilos. Tanto hombres como mujeres. Así que prefiero continuar descubriendo ese mundo. No queda otra cosa más que la práctica y convivencia a la que me sujeto con particular agrado.











2 comentarios:

  1. BIEN POR LOS HOMBRES Y MEJOR POR LAS MUJERES!!!
    PERO TAMBIEN CONOCI A UNA FEMINISTA QUE PARECIA DEL PAN (POR LO FANATICA) QUE DECIA: Y A LA SEGUNDA COPA, DONDE PONGO LA ROPA? EN FIN!!....
    FELICIDADES! MIL! Y ADELANTE, TODO BIEN!!! José Luis.

    ResponderEliminar
  2. felicidades y gracias por todas las aportaciones
    son excelentes

    ResponderEliminar