Cosas de Reyna

Relaciones tóxicas.

Se dice que una relación tóxica es aquella que produce más pena y desdicha que placer. Donde existe poca alegría y escasos buenos momentos. En la que una o ambas partes se desdibujan como personas en aras de mantener aunque sea una armonía ficticia, irreal pues.

Yo creo que la sociedad y el gobierno estamos inmersos en una verdadera relación tóxica y lo peor es que no se ven luces por ninguna parte.

Veamos las características más destacables de una relación tóxica pero a partir del binomio sociedad-gobierno mexicano:

Baja autoestima. A pesar de que nos antecede la independencia y la revolución mexicana, no hemos todavía asimilado los ciudadanos el real sentido y papel que jugamos en una democracia. Somos y debemos ser protagonistas, no subalternos de nadie. Nos liberamos del yugo español y superamos la dictadura porfirista solo para caer en la inercia colectiva, donde pocos nos siguen dirigiendo a su contentillo, aunque ahora validados a través del voto popular. Gran avance ¿eh?

Hemos ido generando una conducta del “ya ni modo” y del “no se puede” como si fueran credo. Políticos pobres de actuar y escasos de inteligencia son nuestros representantes. La consecuencia natural es entonces que tengamos mediocre administración pública y desastroso gobierno. Atletas que se quedan en el “ya casi” o en la fatídica frase de “lo importante es competir”. No Señores: lo importante es ganar y hacer; destacar y desarrollar; crecer y ser. Ya basta de medias tintas.

Adjudicarse el rol de víctimas. ¡Claro! Que no falte el “no es mi culpa” o el “todo lo malo me sucede” Erramos al seleccionar a nuestros gobernantes y luego nos quejamos de ellos. ¿Quién nos entiende? La memoria colectiva falla a la hora de decidir por quien habremos de votar. Se nos olvidan agravios sociales como secuestros, narcotráfico, robos, homicidios sin resolver, culpables nunca jamás encontrados. Pura burla social. Somos víctimas y a la vez escogemos “pareja” en este caso gobernantes, con la vana esperanza de cambio. Culpamos al gobierno de todas nuestras dolencias sociales como si no tuviéramos una parte de esa responsabilidad.

El imperioso deseo de sentir cariño, a costa de lo que sea. Por historia, los mexicanos hemos tenido apegos sociales colectivos (por la razón que fuere). Primero estuvimos bajo control de la corona española por tres siglos, luego, durante el porfirismo caímos en la inercia del gobierno que si bien hubo progreso, las desigualdades sociales y económicas eran lacerantes.
Como que nos cuesta mucho trabajo destacar por nosotros mismos. ¿Y ahora? Ahora dependemos de Estados Unidos, del Tratado de Libre Comercio, de los Diputados, Senadores, del Gobierno mismo pues. Puros amores perros. Pero ahí estamos: Nos dejamos llevar por la palabra fácil, por el discurso encendido del candidato (a) aunque diga barbaridades e incoherencias y no sepa ni siquiera lo que es un plan de desarrollo municipal o estatal o federal. ¡No importa!. Son romances venidos a menos.

La inercia/aburrimiento. No es que nos hayamos aburrido de esta relación que mantenemos los ciudadanos con el gobierno. Lo que sucede es que hemos caído en inercias que nos envenenan a presente y a futuro. Esta relación tóxica es la causante de la profunda crisis política que vivimos derivada de una dudosa democracia, del escaso liderazgo de los gobernantes, del habernos de alguna manera, acostumbrado a la medianía. Sobrevivimos a retazos que se les denomina trienios y sexenios: No hay planeación a largo plazo. No hay un proyecto de nación al que todos contribuyamos. El rumbo se marca por acontecimientos fortuitos. La existencia colectiva se define por el trienio de zutano o el sexenio de fulano. ¡Valiente plan de vida en común que tenemos!!

El miedo a desarrollarnos por nuestra propia cuenta. La pregunta obligada es ¿y qué tanto hacemos cada uno de nosotros por tener un país mejor? Nos cuesta mucho tomar las riendas y asumir responsabilidades. Al final preferimos dejar que otros decidan y hagan. Somos acérrimos críticos de los que hacen y dicen. De los que realmente se comprometen en sus proyectos. Es fácil descalificar pero no nos permitimos ser parte activa de las decisiones de gobierno. Si nos parece inadecuado el actuar de las autoridades, estamos obligados a señalarlo. Si el proceder del gobierno es incorrecto, digámoslo. Callar es consentir. Consentir es condenar a las comunidades al retroceso. Ni los presidentes municipales ni los gobernadores ni ningún otro gobernante de elección popular debe tener manga ancha: La sociedad somos el contrapeso.

¿Qué hacer?
Ya no más esta relación tóxica que tenemos con el gobierno. Cansina y pesada. Que abruma y lastima. ¿Como erradicarla? No hay fórmulas mágicas.

Sucede que seguiremos atrapados en ella mientras no queramos asimilar que la respuesta está en nosotros: en aceptar que únicamente como Sociedad podemos romper ese círculo vicioso en el que estamos. Si queremos gobernantes que cumplan con su tarea, debemos primero ejercer la nuestra con particular cuidado: seleccionar con madurez cívica mediante el voto a personas líderes que cuenten con el perfil y los conocimientos necesarios para dirigirnos.

Ya no más gobernantes elegidos a partir de su cara bonita o su amplia sonrisa. O por la encendida arenga pronunciada en las campañas proselitistas.
Las relaciones inician –en estos casos- apenas reciban constancia de mayoría. Para bien o para mal, habremos de convivir con ellos durante su lapso constitucional. Tres o seis años en relación tóxica que un día nos aman y otro ni se acuerdan de que existimos como sociedad. O que nos dirán que se sacrifican por nosotros y que al final solo nos utilizan o nos engañan. Es el canto de las sirenas.

En tanto no marquemos límites, el gobierno seguirá dando tumbos, sin atender el reclamo social y con absoluta carencia de un liderazgo tangible. Como siempre, intentará seguir disfrazando esa falta mediante discursitos de escritorio y alguna que otra frase de utilería, para beneplácito de quienes aún quieran creer.

Como sucede en cualquier relación tóxica.


No hay comentarios:

Publicar un comentario