Cosas de Reyna

Vialidad municipal







Foto: Google.com

Uno de los temas que ha ido adquiriendo relevancia en los municipios es el sistema de vialidad. Se ha tornado punto de conversación y discusión cotidiana de los habitantes en las que sus opiniones versan sobre  la cantidad de altos, semáforos, nomenclatura de calles y avenidas, cantidad de vehículos en circulación, transporte urbano, espacio para tránsito de bicicletas, sentido de las vialidades entre otros tantos.

Hace veinte años este rubro no era principal ni cuestión de agenda para los gobiernos.   Si acaso hubo alguna que otra administración municipal o estatal que dio énfasis al asunto pero igual fue de temporal o de proyectos de corto alcance.   Lo cierto es que diversos focos rojos se están encendiendo y no precisamente los de los semáforos que en tantos municipios son estructuras huecas, sin uso, como fantasmas de lo que fue o reproche permanente de lo que no ha sido. 

La vialidad de un municipio es el libro abierto del orden que guarda un ayuntamiento porque la calidad de vida de los habitantes se ve con mucho reflejado en aquella.  La movilidad de los ciudadanos es cada vez mas compleja.  Se requiere trasladarse al trabajo, dejar a los niños en la escuela, ir a bancos, hacer el super,  acudir a reuniones y atender compromisos de diversa índole que implican ir de un lugar a otro varias veces al día.  Sin darnos cuenta, poco a poco ocupamos más tiempo en trasladarnos. Requerimos  mayor paciencia para soportar baches y topes, éstos últimos bautizados oficialmente con el rimbombante nombre de reductores de velocidad.  Cualquier ciudadano sabe que tomar el volante significa también ser un tanto adivino dado que han surgido altos imaginarios que, en un atentado a la lógica y sentido común, -ya no a la ley- se expone a ser multado de no cumplir con tan debatible obligación.     Ni que decir de la desorientación que causa la falta de nomenclatura en calles y avenidas. 

En la vía pública confluyen varios actores: conductores, ciclistas, peatones, usuarios, pasajeros y autoridad de tránsito. Ante esta diversidad  los municipios deben ser celosos guardianes de la función pública de tránsito, eficaces organizadores y cabales ejecutores de proyectos que garanticen la seguridad de todos.  Así, no es la mayor existencia de patrullas o la alta  asignación de personal lo que hace un mejor servicio, sino la eficacia y la eficiencia con la que desempeñen sus funciones.   Hace poco me encontraba haciendo alto  en zona escolar y observé como el oficial señaló alto a los conductores de vehículos que transitaban por la calle para permitir el paso a niños que salían de la escuela.  Nada tendría de particular lo anterior si no fuera porque el propio oficial evidentemente desconocía su labor y sin orden ni disciplina permitía que los menores cruzaran sin ellos hacer el alto peatonal al que también están obligados.  El ingenuo gendarme se deshacía en exigir alto incluso a automovilistas que ya habían cruzado la bocacalle quienes intempestivamente debieron parar su marcha para dar paso a los escolares  que ni siquiera se dignaron en voltear a sus lados y que tampoco dejaron de jugar al atravesar de lado a lado.   Al final este tipo de actuaciones deja más desorden y menos aprendizaje que fomente las buenas prácticas en la materia.

Existen sí, autoridades municipales que pretenden mejorar este aspecto.  Pero se requiere más que buenas intenciones o voluntades. Se precisa un sistema vial que responda a las necesidades actuales y con proyección a futuro  para un municipio que se precie de estar en la ruta del desarrollo.  Se precisa un sistema adecuado elaborado por verdaderos profesionales y no otro hecho a partir de percepciones, vagas ideas  o de usos y costumbres.  O de aquellos que responden a caprichos de administraciones en turno o de partido político en el poder.  Un sistema como tal debe atender aspectos relevantes como son el patrón urbano, orden territorial, salud y calidad del aire, uso del tiempo, seguridad de los usuarios, costo ambiental, control y regulación del tráfico, entre otros factores que inciden en una red vial sustentable.   En este sentido los ayuntamientos tienen una enorme responsabilidad pro cumplir.


Por otro lado, si la vialidad de un municipio es el libro abierto del orden que guarda un ayuntamiento, la civilidad que los habitantes tengamos frente a aquella es la que habla por la educación que tenemos como sociedad.  Historias sobre estacionarse en sentido contrario, hacer alto  a plena calle incluso con automóviles en fila de circulación, acceder arbitrariamente a espacios para personas con necesidades especiales, rebasar indebidamente, hacer sonar el claxon, gritar improperios, conducir sin ton ni son, o conducir entonado –léase bajo efectos del alcohol- son conductas entre otras muchas que agreden a la sociedad y que provocan una saturación crónica que contamina a las comunidades. 





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