Cosas de Reyna

Hoffa: El líder sindical. A propósito de la película The Irishman. El Irlandés.


Para cualquier sindicalista que se precie de serlo, la historia de James Riddie Hoffa, Jimmy, es un referente necesario. Nacido en EE. UU. en 1913, con raíces holandesas, fue un activista sindical e importante figura en la naciente Hermandad Internacional de Camioneros de aquel país (IBT). Para dimensionar su magnitud, actualmente esta organización rebasa los 1.5 millones de miembros. Para reflejar el impresionante liderazgo de Hoffa, en su periodo (1957) llegó a tener más de 2,3 millones de integrantes.

Fotografía tomada de Google.com
Descubrí a Hoffa a través de Jack Nicholson, en la película Hoffa (1992) en la que también participó otro grande entre los grandes, Danny DeVito quien además dirigió el filme. A partir de ahí fui una ávida investigadora de la vida de este líder camionero que dicho sea de paso nunca fue camionero, pero sí líder de uno de los gremios más grandes de EEUU. Leí todo lo que se me atravesó en el camino y vi toda película acerca de él. 

El futuro líder comenzó a trabajar en 1929, con apenas 16 años en una cadena de supermercados como cargador. Su carisma y fuerte personalidad lo llevaron casi naturalmente a oponerse a los abusos de los patrones involucrados con el negocio dado los bajos sueldos que se pagaban, la escasa seguridad y nulas condiciones laborales. Como suele suceder, el camino hacia el liderazgo sindicalista se fue construyendo a la par que su fama lo convertía en una importante figura a nivel nacional.

Larga es la lista de libros y películas que abordan la vida, desaparición y muerte de este personaje. Representa un apetitoso tema que involucra política, liderazgo, mafia, corrupción, excesos, violencia. Una ambrosía para los productores de cine. 

Hoffa tenía la especial habilidad -por decirlo así- de enfrentar a pequeños empresarios contra los grandes negocios con la finalidad de obtener los mejores dividendos posibles para sus agremiados. Organizaba huelgas y boicots rápidos para arrodillar a empresarios y proveedores. Dado que se trataba de camioneros que trasladaban productos perecederos y no perecederos por todo el país, un paro nacional o local de aquellos podía colapsar la economía de las localidades, regiones o el país mismo. El hombre se engolosinó con este inusitado poder a grado tal que en algún momento concibió la idea de replicar el esquema con trabajadores de la rama ferrocarrilera y la actividad aérea comercial. Se visualizaba como el poder detrás del poder. 

Acérrimo enemigo de John Fitzgerald Kennedy, presidente de EE. UU. se dice que cuando se enteró del homicidio de aquel (1963) expresó lacónicamente: Espero que los gusanos se coman sus ojos.

Por su parte, Robert Kennedy, hermano del presidente y Fiscal General de Estados Unidos, organizó una superestructura de 20 fiscales solo para investigar al escurridizo líder sindical. Tarde o temprano caería. 

En 1967 pisó la cárcel acusado de apropiación indebida de los fondos de pensiones de sus trabajadores y por intentar sobornar a los miembros del jurado. 13 años de prisión que Richard Nixon cortó al conmutarle la pena con la condición de que abandonara por al menos 10 años la actividad sindical. Una vez libre, Hoffa inició cauce legal por lo que consideraba una condición injusta de Nixon. Perdió estrepitosamente. Quiso retomar las riendas de su liderazgo suspendido. No lo logró. Los trabajadores no perdonaron la disposición indebida de sus fondos. El ahora exlíder, ya libre, representaba un peligro latente para el gobierno, para los empresarios, para los enemigos ganados a pulso e incluso para el propio gremio de camioneros.

Hombre fuerte, enigmático, temerario y temible, Hoffa, en sus excesos de grandeza e impunidad, se ligó con la mafia de aquel tiempo. Planeó y estructuró una simbiosis mafia-sindicato no solo para apoyarse en sus conocidas artimañas de intimidación a empresarios sino también para lavar el dinero mal habido de los capos mafiosos. Como suele suceder al perder el piso y extraerse de la realidad, se sintió intocable, inalcanzable, único. Se consideró a sí mismo como el hombre.  Negocios aquí y allá; pactos de sangre o de verbo, acuerdos políticos, nebulosos y cuestionables valores entendidos o convenios amañados, todo al amparo de la incertidumbre, del mejor postor, de las conveniencias, de la impunidad.  Nada que fuera por mucho tiempo.

Se dice que Hoffa, para comprobar si un candidato a matón realmente lo era, les preguntaba si eran carpinteros, refiriendo si sabían hacer ataúdes y desaparecer cadáveres.

Si la vida de Hoffa es atrayente, su desaparición física a partir del 30 de julio de 1975 lo es más, cuando en forma misteriosa, tras haber pactado un encuentro en algún restaurante en las afueras de Detroit con dos capos de la mafia, jamás regresó a casa. En 1982 fue declarado jurídicamente muerto y con ello se abrió el capítulo de leyenda estadounidense.

Lo anterior catapulta el misterio, la curiosidad y el morbo colectivo. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Lo mató la mafia, el gobierno, el sindicato? Las referencias irónicas sobre la desaparición de este hombre han derivado en que en la vida cotidiana se afirme que encontrar x cosa es como pretender encontrar el cadáver de Hoffa, haciendo referencia a lo imposible que puede ser.

Jimmy Hoffa trascendió a la historia, aunque no en forma decorosa. Es y seguirá siendo considerado uno de los personajes más legendarios de los Estados Unidos de Norteamérica, una persona que se involucró activamente en lo más turbio del crimen organizado, con lo más obscuro de la política estadounidense y con lo más corrupto del gobierno. Una bomba.

Traigo todo esto a colación porque espero con verdadero entusiasmo ver la película épica de gánsteres El Irlandés, (The Irishman), dirigida y producida por el inigualable Martin Scorsese. El elenco es inmejorable: Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Un verdadero manjar para nosotros los cinéfilos. La música es a cargo de Seann Sara Sella.  

Sencillamente muero por verla.

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