Cosas de Reyna

¿Y qué con la violencia de la mujer hacia el hombre?



Busco afanosamente en internet artículos que den señales sobre qué hace la mujer para erradicar la violencia de género. Me refiero concretamente respecto a aquellas mujeres que han tenido acceso a la educación, nacidas en el seno de familias más o menos funcionales y con cierto grado de cultura. Pienso que es en este segmento donde existe una fuerte carga y responsabilidad social para generar cambios plausibles.  Es claro que  la carga no se puede dejar solo al gobierno y a las organizaciones civiles. 

Por otro lado, me resulta a veces incómodo el bombardeo de información sobre la violencia de género que existe hacia la mujer sin que se manifieste nada respecto a la violencia que esta ejerce sobre los hombres e incluso sobre su familia. Y para esto no se requiere contar con grandes títulos académicos. Insisto, sin desconocer que es hacia ella el mayor grado de violencia nacido de la realidad.

No es común leer o escuchar sobre la violencia en hombres ejercida por mujeres. Incluso es posible que la misma frase parezca chocante o absurda habida cuenta que el hombre se encuentra identificado con fuerza física y machismo. Así, respecto a la mujer se le denomina violencia de género. Pero si recae en un hombre la tal violencia cambia y se le denomina hombres maltratados. ¿Qué razones fundamentadas existen para ello?

Cifras del Instituto Nacional de Geografía e Informática indican que, en 2015, del total de denuncias interpuestas, el 25% corresponde a hombres maltratados por sus parejas. Del total de 5,632 personas denunciadas por violencia doméstica, el 76,2% fueron hombres y un 23,8% mujeres. Si bien los datos registrados corresponden al año 2011, son los que oficialmente se reportan hasta hoy en México. En la Ciudad de México en el año 2019 el Centro de Atención a Riesgos Victimales y Adicciones (CARIVA)atendió a mil 743 hombres víctimas de violencia de pareja o en el seno familiar por parte de hijos o padres. La asociación civil Colectivo Hombres sin violencia, indica que el 40% de los mexicanos sufren algún tipo de maltrato pero que solo el 4% de ellos denuncia formalmente frenados por el machismo o la vergüenza.

Pero los datos oficiales pueden distar de la realidad. El mismo machismo y la condición fijada por estereotipos sociales provoca que los hombres no denuncien a sus parejas. A la par de sentirse avergonzados si lo hacen, es muy probable que sean sujetos de burla socialmente hablando así que optan por callar. Al igual que la que se ejerce en la mujer, la violencia hacia los hombres puede ser agresión física, psicológica, patrimonial, y sexual entre otras variantes. Y de esto pueden hablar mucho los hombres… pero no se atreven. Sienten que el miedo al ridículo, el mostrarse sometido o débil puede llevarlos a la humillación. Nuevamente los estereotipos y sanciones sociales nacidas de una inadecuada percepción de roles conllevan a sostener relaciones de pareja no saludables ni armónicas incluso de por vida, puesto que es más fácil que una mujer denuncie la violencia de pareja y se separe de él, a que un varón lo haga.

Hay un algo de falta de apoyos jurídico-administrativos en materia de protección a hombres víctimas de violencia, a más de problemas de credibilidad iniciando en la misma familia. Muchas mujeres cuentan con armas letales y no se encuentran precisamente en los códigos penales como instrumentos de delito o en leyes administrativas para ser sancionables. 

En efecto, la peor violencia que una mujer puede realizar a un hombre es la violencia psicológica. En esta modalidad no existen instrumentos tangibles como sucede con un cuchillo, un revólver o una agresión física donde quedan evidencias más o menos claras. La palabra puede ser la espada más filosa, dañina, inmisericorde, que sobaja, lastima, rompe límites del respeto, humilla y afecta permanentemente la autoestima. Y lo saben. Si la agresividad con la palabra tiene alcances insospechados, el silencio deliberado, consciente, el que se utiliza para querer castigar, los mensajes indirectos para provocar e infligir lesiones mentales no se quedan atrás. El chantaje sentimental, familiar, social, económico y patrimonial pueden ser también formas de violencia que dejan marcas emocionales profundas. Ni que decir de la autovictimización a la que algunas mujeres recurren en aras de mantener a cualquier costo a su pareja.

No son pocos los casos que terminan en una penosa aceptación del comportamiento violento de la pareja. Todo por llevar la fiesta en paz. Aunque ni sea fiesta ni sea en paz. 

Como seres humanos, tanto el hombre como la mujer poseen cierta cuota de agresividad. El asunto es qué estamos haciendo para erradicar la violencia de género (mujeres y hombres), cómo nos estamos educando para que esa cuota de agresividad se lleve al plano de la comunicación abierta en la pareja para llevar relaciones sanas, honestas, respetuosas en un plano de igualdad y armonía.





No hay comentarios:

Publicar un comentario