Cosas de Reyna


Ir en contra.


Corría el mes de diciembre y cursaba preparatoria. Fuera del aula un frío atenazante, nieve por todos lados y un enfado tremendo. Había que hacer algo en tanto llegaba la hora de volver a los libros. Treinta preparatorianos juntos en un espacio cerrado es cosa seria. Acordamos que cada uno de nosotros hiciera algo frente a los demás. Mientras los otros se presentan pienso en qué voy a hacer. Es mi turno y subo al estrado de los profesores. Inicio la representación-imitación de una maestra. Casualmente recién había recibido clases en ese sentido en el taller de teatro al que yo pertenecía. Me pongo el abrigo como ella, me colocan un gorro, guantes, bufanda y orejeras como los que usa todos los días en esta época del año; alguien me presta una bolsa enorme con libros y empiezo a caminar, claro, como ella. Imito sus gestos y su voz. Cinco minutos de una magistral representación –según yo- pero ningún aplauso. Nadie habla ni dice nada. Silencio sepulcral.

Volteo hacia atrás, y ¡oh sorpresa! Ahí está la misma maestra objeto de mi representación. El alma se me cae al suelo. El mundo se me acaba a los 17 años. Estoy perdida. Con toda seriedad y corrección me dice que desde un principio presenció mi acto y que solo espera que en mi vida profesional sea tan buena como lo demostré al imitarla. Terminé arrastrando bolsa, abrigo y demás implementos de tan fallida caracterización hasta mi pupitre, segura de que ya no tenia nada que hacer en esta vida.

Jamás olvidé su reacción ni su actitud. No manifestó su molestia. Solo se concretó a aprovechar el momento para darme y darnos a todos una lección de educación, de altura moral y de compromiso hacia el trabajo, de hacer bien las cosas desde un principio. La maestra Ubalidina ha sido a través del tiempo parte fundamental en la formación profesional de aquel grupo de estudiantes. No por imitarla significa que no la quisiéramos. Al contrario, pero a esa edad nada parece irrespetuoso. Reflexionando sobre eso y recordando la columna del domingo anterior creo que en nuestro país hacen falta muchas personas como mi maestra Uba, como cariñosamente le llamábamos.

Siempre llegaba jovial y dinámica a la clase. Era común verla charlar con los estudiantes y pese a que era una persona adulta, sabía entenderse con nosotros. Motivaba a las personas a dar lo mejor de sí y era inflexible en el cumplimiento de la palabra. No había excusas para cubrir irresponsabilidades. Medias tintas con ella, jamás. Tenia un concepto de justicia tal que sabíamos de antemano que sus decisiones eran las correctas. Nuestra confianza era plena y nunca nos decepcionó. Cuando había que corregir rumbos lo hacia no sin antes plantear el caso en clase y escuchar todos los pro o los contras de la situación. Su ética e integridad moral le permitieron desplazarse en los pasillos de aquella inolvidable preparatoria con paso firme y seguro. Nunca una frase negativa ni en contra de las autoridades ni en contra de sus compañeros maestros. Lo que tenia que decir lo decía de frente, como la gente de honra y de valor. Pero también sabia escuchar y cuando lo hacia parecía que era uno la única persona en el mundo que estaba hablando. El respeto era su marca de distinción.

Me pregunto que sucedería si en nuestro entorno tuviéramos personas como ella, es decir, muchas mas personas que las que seguro existen con estas características. O mejor aún, que fuéramos como la maestra Ubaldina. Uno de los tantos problemas que tenemos en este México nuestro es el de la actitud. Entre escoger levantarse temprano para llegar puntuales a nuestras actividades, preferimos hacerlo tarde y andar apurados, pasar semáforos en rojo e ir a alta velocidad. Escogemos gruñir un saludo que decir buenos días en forma amable; Optamos por criticar y descalificar a las personas que valorar lo que positivamente realizan. No somos capaces de reconocer el trabajo de nadie porque nos gana el egoísmo y las frustraciones personales. Criticamos pero no aportamos.

Analizando el acontecer nacional, donde el gobierno ha tomado y seguirá tomando decisiones que dejan mucho que desear; donde tenemos funcionarios que son tachados de negligentes y hasta delincuentes; en un país como éste, donde la inseguridad es cotidiana y se pasea del brazo de la infamia en el camino del nunca jamás se resuelve nada, resulta imprescindible que la ciudadanía actuemos en contra de este caos gubernamental.

Sí, en contra de este gobierno que solo tumbos está dando. En efecto, en contra de este gobierno asesino de iniciativas para emprender cualquier proyecto. Los impuestos son la soga legal como instrumento. Gobierno represor de ilusiones de tantos y tantos egresados de las universidades que lo único seguro que tienen es la incertidumbre laboral. Gobierno secuestrador de estudiantes que han tenido que dejar el aula y convertirse en obreros porque no alcanzan los ingresos familiares y se convierte en un lujo el instruirse.

Gobierno que no escucha a la sociedad no es gobierno. Por eso propongo ir en contra de él. Propongo que nuestras armas sean las de alzar la voz cuantas veces sea necesario. Propongo que vayamos más allá de las quejas y que seamos exigentes en el cumplimiento de las actividades del gobierno, que transparente su actuar y proceder. Hagamos una fuerza común donde nos distinga la unión de personas y no la división que nos provoca el contar con tantos partidos políticos. Con esta pluralidad partidista los grandes perdedores hemos sido la sociedad. Perdimos y perdemos por todos lados: Presupuestos millonarios se les canalizan y al final, entre ellos mismos empieza la danza del toma y daca. Lo último que se respeta es el voto ciudadano. Termina siendo solo tema de campaña, de justificación de presuntas necesidades y de aval para actuaciones de gobierno y/o de partido poco claras.

Vayamos en contra de gobierno y por cada actuación nefasta que tenga, hagamos al menos otra pero en contrario.

México se está borrando del mapa del progreso y del desarrollo. ¿Qué no hay líderes en el país? Es cierto. Seamos entonces líderes cada uno de nosotros empezando por nuestros hogares y lideremos la justicia e igualdad en la familia. Tengamos como bandera de uso diario y continuo la honestidad y el compromiso. ¿Qué no hay buenos gobernantes? Seamos entonces ciudadanos responsables y co-responsables en la construcción del país, del estado y del municipio. ¿Qué el gobierno no atiende el reclamo social? Seamos escucha permanente de quienes laboran con nosotros para ser entonces capaces de corregir rumbos en base a la equidad, a los objetivos, pero sobre todo, evitando caprichos e irracionalidades. Evitando procederes nacidos de la amargura, del desatino, de la revancha y de la imposición. Se trata pues de ir en contra del gobierno, no de actuar como él.

¿Qué el gobierno no resuelve la demanda social de seguridad pública? Hagamos de la exigencia un baluarte y de la indignación un reclamo permanente. Que no se nos olvide ningún atropello, ningún delito cometido, ninguna negligencia. Que ningún caso sea rebasado y prontamente olvidado por otro. Pero promovamos a la vez la paz. Retomemos desde el hogar los valores que se están esfumando. Los delincuentes son delincuentes aunque tengan la casa mas grande o paseen en los carros mas modernos o sean los mas grandes benefactores de las iglesias. Son delincuentes y punto.

El filósofo Chino Confucio decía que debería de arreglarse al Estado como se conduce a la familia: con autoridad, competencia y buen ejemplo. No hace falta escribir mas palabras.

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