Cosas de Reyna

Pacto de Mexicanos.


La orden era tajante: Todos tenían que hacer honores a la bandera. El recorrido era escrupulosamente señalado: Se iniciaba a la entrada de la huerta, se recorría hasta el fondo y de vuelta se concluía en el mismo lugar donde había iniciado. Se entonaba el himno nacional mexicano. Los rituales de la marcha, himno y bandera Nacional se seguían con estricto rigor militar.

Fernando tío materno, era el encargado de tales eventos patrios. Los demás eran sus hermanos que seguían el protocolo al pie de la letra. No era necesario que fuera el mes de septiembre ni tampoco era un lunes cívico. Era simplemente el fervor patrio el que regía esta conducta infantil y a la que nadie se rebelaba. Ahora ellos evocan esos recuerdos con alegría y aun comparten ese fervor y entusiasmo.

¿Cuántos de nosotros hemos hoy en día visto algo así? Me atrevo a decir que ninguno o tal vez poquísimos. El acento patrio se ha perdido: pareciera que ser mexicano es gritar gooool e irle a la selección mexicana; es quejarse porque tal o cual partido ganó las elecciones; es descalificar las buenas acciones que algún funcionario realiza solo porque sí y porque no somos capaces de reconocer que hay personas que sí ejecutan bien sus actividades.

Al mes de septiembre se le denomina mes patrio. Abundan las banderitas en los carros y en los espacios públicos. Izamos la bandera y damos el grito el 15 por la noche. Entonamos el himno nacional y México en sí se viste de gala. ¿Y que logramos con esto? ¿Acaso amanecemos el 16 y el 17, 18, etcétera con mayor ahínco en realizar lo que a cada quien compete? No. Seguimos siendo los mismos pero desvelados, gastados y esperando el nuevo puente o ya de plano a que sea viernes.

Aunado a la cada vez más lejana distancia e identidad con los símbolos patrios, en nuestro país tampoco tenemos líderes que nos motiven a seguir sus conductas y su pensamiento. Ambos, símbolos y líderes son indispensables en un país en desarrollo. Los niños y los jóvenes no poseen una auténtica identidad por los primeros y respecto a los segundos ni que decir: los políticos mexicanos no se caracterizan precisamente por profundidad de pensamiento, principios, ética ni valores. Escasísimos ejemplos tenemos. Tan escasos que ni aparecen ni se distinguen.

En suma, tenemos dos grandes vacíos que estamos obligados a rescatar si queremos seguir alguna ruta de desarrollo de a deveras, no de discurso. Ese rescate debe ser desde nuestro particular entorno. No se requieren las grandes acciones ni los destacados actos heroicos. Qué tal si empezamos por respetar al vecino, por respetar a nuestras comunidades y trabajar cada quien de la mejor manera posible, valorando en su justa medida el quehacer de los demás, evitando conductas tan poco constructivas como son la descalificación basada en la envidia y las frustraciones personales y profesionales.

Qué tal si mañana amanecemos con una actitud responsable, proactiva, valerosa y constructiva y vamos a trabajar donde estemos: en el campo, en la escuela, en la fábrica, en la empresa, donde sea, con un genuino espíritu patriota. Trabajar sabiendo que somos equipo en pro de nuestras comunidades y que el grito del 15 de septiembre se convierta en un eco permanente en ese quehacer colectivo.

La clase política va en declive. Tramposos y delincuentes son electos para ocupar cargos públicos. La mentira es la moneda de cambio en esas lides. Se engaña a los votantes. El canto de las sirenas penetra, se arraiga. No son los políticos quienes sacarán avante al país. Pocos de ellos tienen compromiso autentico con sus comunidades. El nacionalismo se mide por curules ganadas y por denostaciones a los contrarios.

México es de todos. Por eso el compromiso es conjunto. Exijamos que las acciones de los políticos sean transparentes. Hagamos que trabajen a nuestro lado y no en contra nuestra. Que no nos gane el falso triunfalismo de juzgar según el partido político al cual pertenezcamos. Rebasemos ya y ahora esa actitud que tan poco beneficio nos ha traído a los mexicanos y de la que tantos políticos se han aprovechado para fines personales. Rescatemos el sentido de patria como debe entenderse: sentir que somos, estamos y seremos a partir de lo que forjemos como sociedad. Los conceptos pertenencia e identidad nacional como otros tantos, nos han sido arrebatados y secuestrados como material exclusivo de discurso. Recuperar y practicar sus esencias es recuperarnos como ciudadanos y como mexicanos.

Hagamos un pacto: Trabajemos de verdad. La simulación en el trabajo es la enfermedad silenciosa que evita el desarrollo de las comunidades. Permea, se asienta, se percibe, huele mal y termina por aniquilar.

Tengamos en mente lo que tan acertadamente el poeta Ricardo López Méndez en su Credo Mexicano, tan maravillosamente bien compuesto dice en una de sus estrofas:

México, creo en ti
sin que te represente en una forma
porque te llevo dentro, sin que sepa
lo que tú eres en mí; pero presiento
que mucho te pareces a mi alma,
que se que existe, pero no la veo.

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